Prologo.

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El profesor entro en la clase. Yo seguía al final como siempre. Era como la niña repelente desde que entré en secundaria, por lo que nadie se me acercaba. Realmente me daba igual, me gustaba estar así. El profesor comenzó la clase. Yo me dedique a dibujar la última escena de la historia que leí anoche. Un gran castillo de cristal, y abajo en las escaleras, dos mujeres. Pelo pelirrojo. Madre e hija. Hablando al final de las escaleras. Noche estrellada. Empece a dibujar hasta que el profesor me llamo. ¿Cuanto tiempo llevo en Idris?

-Williams?-Parecía ser la tercera o la cuarta vez que me llamaba.

-Si?

-Oh bueno ya pensábamos que estaba sorda.-Toda la clase río ante su comentario. Muy gracioso.-¿Me va a decir la respuesta de la operación que hay en la pizarr hoy o mañana?-De nuevo risas por parte de sus súper educadisimos alumnos. La mire y di la respuesta al momento. No sin antes fijarme que eran polinomios. Uno muy largó.

- Oh por el ángel, 3x -8.-Dije sonriendo. Otra vez lo había dejado impresionado. Parpadeó varias veces mirando la pizarra, como esperando que estuviese todo mal y tener otra oportunidad para burlarse de mi.

<<Gracias cerebro>>Agradecí interiormente.

-Emmm... Si esta bien. Muy bien, prosigamos.-Dijo dándose la vuelta y volví a mi dibujo pensando en como iba tan rápido la máquina que tenía en el cráneo. Aveces me sorprendía, otras llegaba a odiarlo. Cual niña burbuja volví a mi dibujo, pasando de los comentarios de mi clase, o los cuchicheos de mis compañeros, más bien de la clase en si. Siempre estaban igual, aunque había aprendido a pasar de ellos. Era más como un zumbido constante. En el instituto de secundaria sólo me sacaba de mi mundo el timbre o cualquier pregunta de un profesor que quería incordiar. La clase término con el sonido del timbre, por el cual me sobresalte aunque sonreí. Tocaba una de las únicas clases que me gustaba, mecánica. Pensaréis que es tecnología, pero no. Ósea se parece, pero no es igual. Aquí nos traen piezas, nos dan tres o cuatro herramientas, y hacer algo merecedor de una buena nota. Sólo éramos diez en esta clase. De los diez, sólo me llevaba bien a la fuerza con uno. Alec. Era mi compañero de herramientas y proyectos. Nos lo solíamos pasar bien haciendo proyecto. Teníamos ideas parecidas. Pero fuera de clase, éramos desconocidos. Puede que esa fuese una de las razones por las que me gustaba mecánica. No, a mi no me gustaba nunca nadie. Me daba miedo ese sentimiento, más que cualquier otra cosa. Ese momento en el que lo pensaba alguien se acercó a mi. Él.

Izzy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora