Capítulo 2

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No era muy común encontrar a Lexa sentada en la hierba que bordeaba el lago más grande de la ciudad. La ventaja, o desventaja, de vivir en una zona pequeña era que todos, o casi todos, se conocían. Pero a Lexa, a ella todos la conocían, sin excepción. Por eso las miradas de sorpresa eran esperadas por la chica cuando se cruzaban con ella, seguidas de un amistoso saludo. Clarke, encantada con las sonrisas que le dedicaban, saludaba alegremente a cualquiera que pasara por su lado.

– Calma, pensarán que estás loca – decía Lexa divertida.

– Pero ustedes lo hacen – fue lo que logró decir mientras se entretenía saludando a los perros que corrían por el pequeño parque persiguiendo pelotas de tenis.

Clarke era extremadamente amable, eso lo notó Lexa cuando al llegar y sacar las mantas para sentarse sobre la hierba la chica se la quitó de las manos y las colocó ella misma y le tendió la mano a Lexa para ayudarla a sentarse. Nadie había hecho algo así, ni siquiera los dos escasos chicos con los que había salido hace tanto tiempo que se le hacía lejano a años luz.

– Muy bien – dijo Lexa destapando una bolsa de frituras – háblame de ti.

– ¿Qué quieres saber exactamente? – Preguntó Clarke tomando papas de la bolsa que le ofrecía su acompañante.

– Todo – pensó para sí misma – ¿Qué te gusta hacer? – Preguntó al final, sabiendo que debía ser precisa con sus preguntas.

– Bueno – empezó a decir mientras miraba al cielo pensativa – me gustaba cumplir deseos – dijo luego de un rato y al notar la cara confusa de Lexa, añadió – Las estrellas, como tú las llamas, cuando caen reciben muchos deseos – Hizo una pausa para mirar a Lexa – yo llegué a cumplir algunos.

–  Oh – logró decir Lexa, recordando la cantidad de veces que había pedido un deseo a una estrella fugaz – ¿Cuáles deseos recuerdas haber cumplido? – preguntó.

– "Deseo ser feliz" – recitó – "Deseo un ángel", "Deseo que regrese", "Deseo salir bien en la prueba de hoy" – finalizó haciendo un gesto de no entender ese último – ¿sabes qué significa? – preguntó arrugando la nariz. Gesto que Lexa adoró.

– Sí – dijo riendo – ser una estrella parece divertido.

El sol empezaba a ocultarse y Lexa miró sin disimular como Clarke miraba hipnotizada el suceso.

– ¿Qué está pasando? – preguntó con nerviosismo.

– Está anocheciendo – dijo Lexa sin dejar de mirarla – pronto saldrá la luna.

– ¿El sol se oculta cuando sale nuestra Lexa? – preguntó confundida.

– Así es, ¿cómo es de dónde vienes? – preguntó.

– El sol no se esconde, siempre está a la vista – dijo – nuestra luz está del otro extremo y tampoco se esconde, ella siempre ilumina sus tierras, nunca las deja.

– ¿Las estrellas son como nosotros? – Se atrevió a preguntar – quiero decir, ¿tienen sentimientos, emociones, pensamientos?

– Pensamientos – repitió Clarke – pensamos todo el tiempo, pero sentimientos, te refieres a sentir aquí, ¿no? – preguntó tocando el pecho de Lexa sin temor.

Lexa se sobresaltó por el tacto y asintió torpemente.

– Tal vez si, debe haber alguna razón para que huyamos de nuestro mundo – dijo divertida.

– ¿Te refieres a que no huyen solo por el sol? – Preguntó.

– El sol hace daño solo si llegan a sus dominios, sin embargo, para llegar aquí, debemos cruzarlo y cuidarse de no llegar directamente a él – explicó – tiene sentido el riesgo, si los sentimientos son los que nos traen aquí.

Lluvia de estrellas [Clexa AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora