Prólogo

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El parpadeo del neón, seguido de un fuerte rojo entre sombras, indicó el inicio de la noche para el callejón.

Ese rojo púrpura alumbró débilmente las losas del cemento, entre la basura, restos de inmundicia y la dignidad que faltaba a los de esa zona de la ciudad.

La pared se distinguía del resto de la indecente calle por unas planchas de plástico duro negro que enlazadas entre sí; mostraban la fachada del bar.

Cuanto más abajo mirabas más recuerdos de anteriores noches. Cristales, alcohol, restos... sangre.

Una puerta de metal que entraba dentro de un ligero escalón quedaba fuera de la sombra de la luz roja parpadeante. Justo enfrente de varias cañerías del edificio contiguo. Con una de estas manivelas de tubo que había que empujar para entrar, forrada con un ya desgastado cuero.

Una tallada en metal mostraba el símbolo del bar; de una copa de martini y una mujer mirando hacia el horizonte, del que solo se veía su larga melena. Dejando sus piernas cruzadas, colgadas del borde de cristal. De fondo una sombrilla típica de cocteles adornaba la bebida.

El símbolo era también parte del neón que formaba la sencilla pero suficiente decoración de la cara del establecimiento.

Es zumbido del fluorescente se oía en primer plano cuando no te esforzabas y ponías el oído ya que, si lo hacías, se podía escuchar tras la puerta, un mundo completamente ajeno a la triste y deprimente ciudad.

Un tugurio regentado por un Zorro. Todos le conocían por Rackham y él, conocía a todos los de la ciudad.

En los buenos tiempos del local, había camareros, porteros y gente de compañía. El lugar tenía a la mejor clientela que se podía tener. Del gobierno, de la mafia, gente del cuerpo de seguridad. Todos bajo los mismos dedos del dueño, y sin excepción pagando la suma de dinero que a él se le ocurriera pedir.

Ahí nadie quería poner ley ni orden. Todos podían ser quienes querían ser con quien querían serlo.

Pero hubo una redada que se desmadró. Un soplo sobre droga y prostitución. Los abogados de Rackham lo sacaron sin perder absolutamente nada, excepto algo que el dinero no podía solucionar.

Un muchacho que trabajaba como su mensajero. Era casi su hijo adoptivo.

La redada tenía aviso de que el personal del zorro estaba armado. Pero la única arma que había en manos de un empleado suyo fue la navaja de mariposa de Rackham.

El muchacho estaba practicando trucos con ella cuando recibió un tiro en la nuca.

Rackham despidió a todos. Lo que levantó en varios meses desapareció en una sola noche. Cerró el sótano del sitio. Borró a todos sus clientes. Y se alejó de los tratos con la mafia y los peces gordos.

Este sitio sigue en pie porque él sigue aquí. Tras la barra. Se ha hecho el barman y único empleado del lugar.

Sólo es un nido de mala muerte.

El sonido del traqueteo metálico de la manivela apartó la puerta hacia el interior.

Un pasillo largo. Estaría a oscuras si no fueran por las tiras de luz azul metalizada que jugaban patrones aleatorios alumbrando por cachos. Casi parecía que seguían aquella música de tecno swing ahogada por la puerta anterior al salón.

Las botas resonaron en el poco espacio entre la letra de "Rock It For You".

Era más que un clásico que se escuchase a "Caravan Mansion" como la esencia del bar. Aunque la música no hubiese cambiado mucho. El ambiente seguía sin ser nada de lo que era. Aquellos 5 metros de pasillo parecían la entrada a un universo contiguo.

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⏰ Last updated: Sep 07, 2017 ⏰

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El Bar de RackhamWhere stories live. Discover now