La niebla de mi ser

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     Caminar, mi pasatiempo favorito, caminar sin rumbo en la naturaleza, acompañado de misperros, el tarro de agua, una maleta repleta y la foto de mis padres, con un corazón como diría mitía 'aventurero y desordenado'. 

     Pensarán que soy una persona arriesgada y amante de la naturaleza, un hombre del nuevo mundoal pendiente del medioambiente y defensor de los derechos de los animales, pero no, le dejé eso alas nuevas generaciones, yo solo vivo sin penas, ah, pero tampoco piensen que soy unpordiosero, un salvaje, un loco, no, soy un afortunado. Tengo una vida acomodada, soltero, sinhijos, buen trabajo, estudios, y comparto mis ganas de devorarme el mundo con mis amigos (losverdaderos locos), esos de quinientas drogas en su cuerpo, de frases poéticas antisistema, dedeseos de cambio pero actuar nulo, me uní a ellos por azares del destino: universidad, personasque conocí, personas que me llevaron a conocer personas, tiempo libre y un alma como la decualquier joven 'sin problemas', tragos, fiestas, locuras de su momento, me uní a ellos porqueentre el olor a hierba y reblujo me sedujeron y mostraron la vida como lo es 'feliz, bacana'. 

     Se preguntarán porqué me adentré entonces en tan extraña manía, pues, si les soy sincero, no sépor qué lo hice, siempre me excuso diciendo que es por el contacto con la naturaleza, pero no,creo que será el sentimiento de calma que da, el hecho que pueda olvidar a las personas y eltrabajo y caminar, sin rumbo, con mis perros, mis amigos, y una historia por vivir.
     La felicidad que produce hacer aquello que deseas es incomparable, una locura de sentimientoque desborda en otros, pero, en mi caso, el bosque (ese conjunto de árboles lleno de vida ycalma) se guarda misterios, se torna un tanto peligroso, lleno de rarezas naturales, cosas queolvidamos con la civilización y le dejamos a los indígenas, apartados de las ciudades ycarreteras, puentes y edificios, está lejos de todo eso y crece sin conocer límites. Es un paraíso delo oculto y las historias, digno de ser llamado arte.
     Con esta imagen de lo que había afuera es que dediqué mis fines de semana, mis días libres a lodesconocido, salir y tomar senderos que me apartasen por un momento del ser social que soy, yasí, siguiendo a mis locos amigos, llegué a recorrer senderos de montaña, a respirar puro, a tocartierra silvestre, y colonizar con mis recuerdos paisajes vírgenes.El problema de toda esta felicidad es que me cegó, ya no era una obsesión juvenil con las drogaso el alcohol o las relaciones, era una obsesión con esa imagen de lo natural, una obsesión que me llevaba a esperar cada fin de semana a que el trabajo culminase y poder sumergirme en maleza,y así, con el paso de los años y el desarrollo de este infantil deseo como ya dije me cegué, perono puse atención a mi desesperado problema hasta que me llevó a tocar tierra y me arrastró decara contra las rocas.

     Fueron apenas dos días, salí con los de siempre, los locos, el plan se basaba en recorrer las faldasde una montaña lejana de punta a punta, una caminata, llegar a un pueblo, tomar unas copas,dormir allá y volver a casa a seguir con la vida, no nos tomaría más de dos días el viaje, eranapenas 7 horas hasta llegar al cerro, desviarnos del camino, entrar en ella y llegar al pueblo, todonormal, era lo de siempre, llegamos entonces al punto de la carretera que más se acercaba anuestro destino, nos bajamos del auto de Matías, el menos vicioso de ellos, y entramos en unsendero natural muy viejo, la tierra lucía amarilla pero a su lado las flores imponían con subelleza, el sol pegaba suave gracias a la brisa sobre nuestra cara, la humedad ni se sentía, serespiraba bien, se caminaba sin peso y la montaña parecía muy viva, muy diferente a las otrasque he recorrido, aunque no nos detuvimos a apreciar el paisaje pues estábamos ansiosos porarribar al pueblo, entonces solo caminamos pero, con cada hora que pasaba el clima se hacíapesado, como si la montaña se descompusiera, consideré que era normal pues el clima en la zonaera variable, Max y Dante caminaban a mi lado, mis perros, un enorme lobo de pelaje gris y unSan Bernardo, los llevo siempre a mis aventuras, me protegen, me ayudan y no me hacen sentirtotalmente solo. El problema inició con una niebla extraña que venía de la cima, le puse la correaa mis perros para evitar perderlos, inició algo suave y parecía pasajera, pero no, nos engañó, seposó sobre nosotros y atrapó cada rayo de luz que rodeaba el paisaje, los otros cuatro se quejabande lo rápido que se dañó el clima, seguimos por un rato, siguiendo el sendero, pensábamosadentrarnos entre los árboles para disfrutar más el momento pero debido a la niebla nosdetuvimos a meditar: si seguía reduciendo nuestra visión quedaríamos expuestos a la noche yquizá nos perderíamos, si avanzábamos llegaríamos a las cercanías del pueblo en al menos 8horas.
     Era tarde, casi las 5, pero empezamos a pensar que lo mejor sería devolvernos y volverluego, nos llenamos de ira al no poder cumplir nuestro objetivo pero siendo razonables debíamospartir, dimos entonces la vuelta, fueron solo 5 pasos cuando descubrimos que ya no estábamos enel sendero, que ya no habían huellas ni teníamos tiempo, creímos que nos habíamos desviado unpoco, comenzamos a caminar sobre lo que creímos era la tierra que ya habíamos pisado, por sur,por norte, oriente y occidente, seguimos la brújula, los mapas, las memorias, pero fue imposible, la confusión se había apoderado de nuestros objetos guías al punto en que nada parecíaconcordar con lo que teníamos escrito, pensamos que lo mejor era detenernos y esperar quepasase la niebla pues solo caminábamos y gastábamos importante energía. 
     Levantamos las tiendas en un pequeño claro que encontramos, al claro entraba la luz e inclusoalcanzamos a ver algunas nubes sobre nosotros, levantamos una pequeña fogata para calmar elhambre y el frío, alguien debía cuidar del campamento en la noche, nos turnaríamos pero elcansancio nos devoraba, decidí quedarme a cuidar primero y luego llamaría a otro, me dispuseentonces a vigilar la zona. Todos dormían, tomé la linterna, me senté en un tronco, el tiempoentonces pareció ir demasiado lento, sin saber por qué los relojes ya no funcionaban, ni loscelulares ni nada, solo estaban mis perrunos acompañantes, el tiempo, la niebla y yo.
     Comencé a pensar una infinidad de cosas, como que qué sería de nosotros si no logramos salir, elporqué de la falla de los objetos, intenté calcular cuántas horas llevábamos aquí, y todo resultó envano. Mi visión era lamentable, nervioso por la negativa de mis ojos a ver más allá en la nieblaconsideré adecuado levantarme y caminar, en eso sentí el susurro de una voz en mi oído, una vozcarrasposa, como de anciano, me llené de nervios y escalofríos, sabía perfectamente que estabasolo, que todos dormían, con mis perros atados di vueltas al pequeño claro, cada que veía hacialos árboles sentía que alguien estaba allí mirándome, parecía que veía caras llenas de odio, carasdiabólicas, con miedo de encontrar algún ser entre las hojas apuntaba la linterna hacia allí peroentonces la luz pegaba contra las ramas y me mostraba una confortable verdad: no había nada.Los nervios se apoderaban de mí cada que daba la espalda a los misteriosos rostros, entonces unescalofrío me recorría, caminé un poco hacia las carpas de mis amigos, quería despertar alsiguiente e irme a dormir para olvidar todo pero, una mano tomó mi hombro y lo apretó con unainhumana fuerza, un dolor agudo me recorrió el cuerpo deteniendo mi respiración y sentí cómotodo se detenía por un momento, luego mi corazón empezó a emitir latidos tan potentes que lapresión dentro me dolía, creí que me caería. Algo silbó en mi oído, me quedé estático, los ojos seme humedecieron, temblaba, no sabía si voltear, si correr, si gritar, solo dejé a mis instintosactuar pues mi mente se negaba a pensar.
     Corrí, me lancé contra el suelo en medio de las carpas,volteé a ver, allá en medio de la nada había un par de ojos rojos, como de perro, mirándome fijo,silbando. 

La niebla de mi serWhere stories live. Discover now