único

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Mi madre siempre me había dicho que, todo en la vida pasaba por algo, por alguna razón en concreto. Que algunas personas se marchaban de tu vida, a veces en los peores momentos, para dejarles paso a otras, y convertir aquellos malos momentos, en uno de los mejores.

Desde pequeñito, mis padres me habían dado una buena educación e infancia, basándose en el respeto y el bien común.
Quizá, fue por eso el que mi personalidad se desarrollara de aquella forma tan, ¿peculiar?

Cuando era más pequeño, no me avergonzaba mostrarme en público y ser yo mismo.
La sensación que me transmitía el ver a alguien con una sonrisa, sabiendo que la razón, había sido provocada por mí, era indescriptible.
Era feliz haciendo a todos reír.

Aunque, por alguna razón, que jamás logré comprender, a mis compañeros de clase no les solía gustar mucho.

Comenzaron a apodarme como el payaso de clase. En un principio me gustó aquel mote. Es decir, los payasos hacían reír a todos, y todos los niños los querían. ¿Qué tan malo podía ser?

Poco después comprendí que detrás de aquel apodo, no había buenas intenciones como pensaba, y muchísimo menos, cariño en esas palabras.

Aquello hizo que mi corazón encogiera y doliera un poco.

Mi madre me dijo que debía de ser yo mismo, sin importar qué.
Porque un día llegaría alguien, que vería todo lo hermoso que había dentro de mí.

Esas palabras comenzaron a tener sentido cuando pasé a secundaria. Conocí a un grupo de chicos.
Con ellos, todo siempre eran risas y buenos momentos. Y tal vez, fue aquel el principal problema.

Cuando pasaba algún duro momento, no tenía a ninguno de ellos a mi lado. Mi corazón se sentía sólo y vacío.

Entendí, que aquel grupo no eran amigos. Era gente con la que salir algún rato. Era gente a la cual solo entretenía unas horas por la noche, mientras bebiamos, como un verdadero payaso.
Mi corazón dolía otra vez.

La alegría, espontaneidad, y colores vivos, que mi madre siempre había dicho que tenía en mi interior, se comenzaron a apagar, y a tornar a un color grisáceo.
Era como me sentía.

Siempre había reflejado mis sentimientos con colores, es algo extraño, pero mi mente siempre lo hacía así.
Algunos días me sentía verde, azul, amarillo... ¡Incluso a veces como el arcoiris! Era bonito.
Pero como ya he dicho, la mayoría de mis días a partir de ciertos momentos, se volvieron grises.
Era como si en mi interior estuviera lloviendo siempre.

Había dejado de ser yo mismo. Era como si me escondiese.
Primeramente, cuando era más pequeño, no veían bien mi personalidad.
Luego, tan sólo me usaban por eso, porque hacía reír.

Mostraba mi verdadera personalidad únicamente con mi familia.

Y otro día más, era gris. Pero aquel día, fue distinto.

En la autoescuela, todos solían ser callados. Todos miraban por ellos mismos, quiero decir, iban por su cuenta.
Pero tú, tú sólo gritabas cada vez que acertabas alguna pregunta del test.
Siempre ibas acompañada de tu amigo, Jaehwan.
Él sólo gritaba y aplaudía junto a ti.
Una vez os echaron de aquel sitio.

Me parecías algo extraña. Pero muy en el fondo de mí, me resultabas graciosa. Y te me hacías similar a mi yo retenido.

No fue hasta el día del exámen práctico que hablé contigo.
Nos tocó juntos y tu amigo venía contigo.

El señor que nos iba a evaluar parecía frío y distante. Para ser honesto, me daba algo de miedo.
Al contrario de mi, tú comenzaste a hablar con aquel hombre. Él te respondía sonriente.

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