Leónidas [5]

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Varsovia, Polonia. Época actual.

Corría una fría brisa por la ciudad, era la última hora del día, el sol estaba por ocultarse en el horizonte mientras la luna aparecía discretamente sobre el cielo. En el departamento de la iglesia de Santa María del Barrio Nuevo, Marian Van Helsing y Tomás Ochoa comían comida china y bebían Coca Cola mientras apreciaban la puesta de sol por una de las ventanas del departamento.

-Es una vista maravillosa Tom.

-Vaya que lo es. Recuerdo cuando llegué a Varsovia en mi primer día como cazador del Opus Dei, mi polaco estaba verde, pero me defendía con el inglés, no conocía a nadie, además de que el padre Janusz me dijo en su carta que había un "amigo especial" viviendo con él en esta iglesia.

-Y así conociste a Wlad.

-Oh sí.

-Tom, una pregunta personal.

-Venga.

¿Por qué elegiste ser sacerdote?

-De niño, como en toda buena familia católica española, me bautizaron, pero el cura cometió un error, me ungió con el óleo que está destinado para los difuntos, desde entonces estoy más receptivo a lo sobrenatural. Supongo que durante mi búsqueda de ayuda espiritual vi mi destino en el sacerdocio.

-¿Puedes ver fantasmas?

-A veces.

-Es que tienes unos ojos muy bonitos (sonrisa coqueta).

-Venga, que no es cierto.

-En serio, tu mirada tiene algo especial... ¿Y nunca has estado enamorado? Tú sabes... tener novia.

-No, que va. Tengo mala suerte con las mujeres.

-¿Y eso?

-Aún no conozco a alguien lo suficientemente especial. Casi todas las tías que conocí en mi juventud eran unas cabronas.

-¿Y crees encontrar a alguien especial algún día?

-No lo sé Marian, la verdad no lo sé.

-Y en caso de que la encontraras... ¿Tus votos sacerdotales te serían un impedimento?

-El Opus Dei es muy estricto con el voto del celibato, aunque antes he tenido que doblar las leyes por tomar decisiones que en su momento fueron necesarias, pero nada comprometedoras ¿Por qué tantas preguntas?

-Porque eres un hombre muy interesante.

De pronto, un ruido proveniente del gimnasio interrumpió la tranquilidad del momento.

-¿Qué fue eso?

-Ni idea, tal vez Wlad dejó mal colocada alguna pesa. Iré a ver.

Tom dejó sobre la barra de la cocineta la caja con fideos y los palitos de comer mientras se dirigía al gimnasio, Marian por su parte se llevó a los labios una pequeña porción de fideos mientras seguía viendo el atardecer por la ventana. Unos segundos después, se escuchó un segundo ruido, más fuerte que el anterior, cosa que inquietó a Marian, quién se dirigió de inmediato al gimnasio. Al entrar, Marian encontró a Tom tendido en el suelo, completamente inconsciente.

-¡¡Tom!! ¿Qué te pasó? ¡Despierta!

-Hola, preciosa.

Marian se quedó paralizada al escuchar esa voz detrás de ella, volvió la mirada y se encontró cara a cara con Leónidas, vivo y despierto a plena luz del sol para sorpresa de ella. Marian se llevó la mano a la espada filipina que tenía enfundada en el pantalón, pero Leónidas interceptó su mano con una garra, mientras con la otra la cogía del cuello y la sometía contra la pared, una sonrisa macabra acompañada de brillo púrpura en los ojos se dibujó en el rostro de la gárgola.

Crónicas de Wladyslaw - Crónica 7: LeónidasWhere stories live. Discover now