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Las cuatro paredes de color gris le asfixiaban, el horrible frío que gobernaba en su oficina no lo quitaba ni el inmenso saco que llevaba puesto

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Las cuatro paredes de color gris le asfixiaban, el horrible frío que gobernaba en su oficina no lo quitaba ni el inmenso saco que llevaba puesto. Tecleó una vez más en su computadora con un ligero puchero, llevaba todo el día contestando correos, organizando proyectos y despidiendo personal. Sentía todo tan monótono y aburrido, todo el día era una rutina; una simple repetición de crtl+c y crtl+v.

Sabía que tenía un largo camino que recorrer, tenía metas que alcanzar, pero simplemente no se sentía seguro de lograrlo. Su vida se basaba en veinteañeros desempleados. Aún recuerda cómo era su vida cuando era niño, pensaba que era posible, que aún había esperanza. Pero ahora todo era su simple rutina.

Apagó la portátil y salió de su aburrida oficina, tenía pensado caminar por las calles concurridas de Seúl para despejar su mente. Remplazó su traje negro y entallado por una sudadera lila, unos pantalones apretados y con pequeños rotos en las rodillas, y por último unas converse negras que más bien parecían grises. Si su jefe se enteraba de que andaba con esas pintas por las instalaciones, seguro sería despedido. Pero a estas alturas, no le importaba.

El frío le envolvió completamente, un escalofrío recorrió su cuerpo y lo sacudió, chasqueó la lengua con desagrado, odiaba el frío, aunque ya debería estar acostumbrado.

—Yoongi hyung, hola —su compañero de trabajo lo saludó con alegría, pero el pelinegro solo pudo asentir en respuesta.

—Kim, pareces muy alegre —mencionó fingiendo interés, frotó sus manos contra sus pantalones buscando algo de calor.

—Oh, sí. Bueno, tengo una cita hoy —Yoongi sonrió con sarcasmo, para él las personas con las que intentabas tener una relación, tus supuestas almas gemelas, eran un disparate.

—Me alegro —mintió, la verdad le importaba poco—, no vemos, Namjoon.

Dio una vuelta en otra esquina y una cafetería bastante extraña apareció frente a él, era nueva, al menos eso parecía. Tenía un olor a vainilla bastante embriagador y su paleta de colores se limitaba a marrón y blanco, bastante linda y simple.

Sin pensarlo mucho entró en la linda cafetería, el calor de la calefacción lo hizo soltar un gemido de placer, se sentía genial estar fuera de ese frío agobiante. Recorrió con la mirada todo el local hasta una mesa en una esquina cerca de un librero, caminó hacia allá.

En lo que llegaba alguien a atenderlo se puso a pensar más en su vida, era algo bastante cliché eso de reflexionar acerca de lo que haces con tu vida, pero aveces era necesario. Yoongi acomodó sus lentes sobre el puente de su nariz y suspiró. Aveces se encontraba en su apartamento, gritando de frustración buscando algo que rompiera su monótona vida, pero el aire vacío hacía eco, esperaba a que cada mañana fuera diferente; pero no.

—Hola... —una voz dulce como el olor a vainilla que predominaba en la cafetería lo sacó de sus pensamientos. Parpadeó par de veces y se encontró con el hermoso rostro de un chico, tenía los ojos color avellana y pestañas voluminosas, aun así, sus ojos eran bastante pequeños, tenía mejillas y labios regordetes y una linda sonrisa. El pelinegro levantó una ceja cuestionando el por qué estaba ahí.

❝ t o m o r r o w. ❞   »yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora