Capítulo 1 (Tú)
Su sonrisa conseguía erizarme hasta el último poro de mi piel. Podía verme reflejada en sus infinitos ojos claros. Mi corazón latía como si acabara de correr la maratón, y me sentía envuelta por su dulce voz.
Miré el reloj, eran las cuatro y media, demasiado tarde ya. Cerré la presentación de sus fotos, apagué el ordenador, y dejé que la música siguiera acariciando mis oídos. Miré por última vez la ropa que yacía encima de la cama, convenciéndome a mi misma que era la perfecta. Me metí en la ducha dejando que el agua resbalara por mi piel, devolviéndole la temperatura que el frío día de invierno le había robado. Me envolví en una toalla y volví a la habitación consciente de que no podía perder un segundo más.
Había llegado el tan ansiado día. No había podido pegar ojo en toda la noche, y me había pasado la mañana probándome ropa para intentar estar perfecta para él. Aquella noche asistiría tras un año de larga y dura espera, a su concierto en Barcelona. Me había “enamorado” de él gracias a mi mejor amiga, Alba. Ella me hablaba de él a todas horas, ella era la que me enseñaba sus fotos y la que me hacía escuchar sus canciones. Al principio y en parte debido a lo tremendamente pesada que se me hacía Alba, era bastante escéptica, no quería ni oír hablar de él. Me horrorizaba todo lo que tuviera que ver con Pablo Alborán, el cantante revelación del año. Mi amiga y el mundo entero hablaban de él a todas horas, sus canciones sonaban en todas las tiendas y salas, y sus fotografías empapelaban las calles de la ciudad anunciando sus conciertos. Era realmente cansino. Pero de pronto todo cambió una noche.
Llegaba cansada de la facultad, cené algo rápido y me metí en la cama en busca de un poco de reconfortante comodidad. Encendí la televisión y le vi. Era el invitado de aquella noche en “El Hormiguero”, un conocido programa de televisión. Reconozco que lo primero que se me pasó por la cabeza fue presionar cualquier botón del mando con tal de que aquella imagen saliera de la pantalla, pero por algún extraño motivo mi dedo no accionó ninguna clavija, y finalmente me dispuse a ver el programa,… y sucedió… me quedé prendada de aquél chico… y me volvía absolutamente loca.
Había pasado un año ya de todo aquello, y Pablo había estado inmerso en la grabación de su nuevo disco “Tanto”. Había tenido que esperar un año entero para verle de nuevo en Barcelona. Venía a dar un concierto aquella noche, en el Palau de la Música. Alba y yo habíamos quedado unas horas antes del concierto porque queríamos esperarle a la entrada. Ella le había conocido en persona dos años antes, justo cuando la carrera del malagueño empezaba a despegar. Alba había ido a sus conciertos, a sus firmas de discos, y a la puerta de los hoteles en los que se había alojado en la ciudad. Él, tras verla a ella y a un par de “alboranistas” más que había conocido en los conciertos, se había interesado por sus fans, y hablaba con ellas al terminar cada evento. Así que yo esperaba verle aquella noche tras el concierto.
Me puse los jeans, las botas azul marino, una camiseta blanca y una americana a juego con las botas. Me miraba al espejo tratando de domar mi cabello ondulado, que siempre se resistía a mis peinados. Me maquillé un poco y cogí todo lo necesario para disfrutar de la noche; la cámara de fotos, sus CDs, un bocadillo, agua, pañuelos, y otras muchas cosas que anidaban en mi bolso sin sentido alguno. Me miraba por última vez al espejo cuando oí el claxon del coche de Alba. Me despedí de mis padres y salí de casa.
-¡Qué guapa!, me dijo mi amiga.
-Gracias, tú también, le dije observando el vestido que llevaba.