"El accidente"

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Era impresionante ver la cantidad de sangre que fluía de mi nariz. Pero lo mas aterrador era el intenso dolor, casi indescriptible. Me aferré a sostener un paño sobre mi cara, ensangrentada...no podía emitir sonidos, todo era confuso, el dolor cada vez se incrementaba, temblaba. El teléfono había sonado insistentemente, hasta que intenté alcanzarlo, fue entonces como, casi inesperadamente me encuentro con un fuerte impacto en mi cara, mi nariz deshecha, la sangre, el dolor, insoportable. Me había tropezado y caí sobre ese borde de la mesa de madera.

¿Pero quién podría tan repetidas veces llamar? ¿Cómo no inquietarme e intentar responder? Y ahora qué hago? Intenté busca r el número de la ambulancia, y no veía bien, claro todo era rojizo, doloroso, muy doloroso. Apenas caminaba y llenaba tiñéndolo todo, de rojo. Ese torrente no cesaba. Intenté con el celular, ah sí, mi hermana, ella seguro me atendería, ¡Por favor, que alguien venga, que me asistan...no veo el número de la atención de urgencias, me siento cada vez peor!

- Por favor ¿Podés venir? me accidenté, necesito que llames a la ambulancia...

- -Ahora voy! Me respondió esa voz que sonó también desesperada uniéndose a mi desesperación.

Ah, llamaré a alguien mas...de nuevo el teléfono que sonaba, ahora sí quién es? Por favor me caí necesito ayuda, no puedo hablar bien...¿Podés venir?...me sangra mucho! Me imaginaba mi cara desfigurada, ensangrentada, con ese malestar tan intenso, regando todo a mi paso, que se hacía lento, torpe, sin saber muy bien qué hacer.

Así pasaron esos minutos eternos, tan eternos que creí desvanecerme de dolor, que cada vez se hacía mas insoportable, el ardor en la cara, la nariz adormecida por el fuerte impacto y la sangre...tanta sangre! Llegó la ambulancia entre controles y preguntas, la forma del impacto, la presión...me voy, me desvanezco...y no estoy. Por unos instantes era todo luz, blancura infinita...silencio.

Uno se aleja del mundo real, de la materialidad que nos envuelve, de lo físico, ese momento era espiritual, celestial. Hasta que a lo lejos escucho insistentemente mi nombre...parece que me reclaman, y con un suspiro profundo, regreso. Abro los ojos y veo la cara asustada de mi hijo, que casi mágicamente había llegado y había llamado a la ambulancia, y al lado con cara de asombro mi hermana y mi sobrino, todos asustados. Yo mas.

Ahora otra etapa, ir a la clínica, la internación, y sobre esto, terapia intensiva, por el desmayo. Sí que me había asustado, pensaba cómo quedaría, que quedaría de mi rostro? También la fragilidad en la que me habían vulnerado de tal modo que no me habían dejado oportunidad de defenderme, me habían vencido el dolor, el impacto, los nervios, la presión...todo se conjugó, se confabuló contra mi!

Hasta que llegó el día de la intervención, el quirófano, helado, las horas de ayuno, otra vez la duda, la incertidumbre de mi estética, ¿Qué cara resultaría después de aquélla operación? Nunca lo habría considerado si no hubiese sido por el accidente, nunca me hubiera intervenido estéticamente, y ahora estaba allí frente a frente al cirujano plástico, que me hablaba, me explicaba, el anestesista que me elogiaba los ojos...en ese lugar el frío es intenso, no solo por los grados, la asepsia...Ese frío de saber que por unos minutos, casi una hora no estarás en la realidad conscientemente, que estarás adormecida, en otro mundo de ensueño. Donde tal vez se sueña, algo diferente a lo que podemos contemplar despiertos, algo ficticio, la fantasía de imaginar, de proyectar, de representar.

Afortunadamente todo salió muy bien, lo incómodo fue usar esas gasas, que impedían que respirara bien, pero ahí estaba, ya operada, a la espera de una pronta recuperación. Atrás habían quedado los miedos a la intervención, el postoperatorio, al riesgo quirúrgico, solo faltaba quitar el yeso, las vendas, y comenzar de nuevo. Quitar todas las vendas, esperar que sanen las heridas, que cicatrizaran, de a poco, que desaparecieran los hematomas...los rastros de aquélla experiencia traumática, dolorosa, inolvidable.

Emprender con la bendición de poder contar la experiencia, de transmitirla, de advertir, de aclarar, de sentir que la vida me daba una nueva oportunidad...una nueva vida, una nueva cara, según me dicen todos, idéntica a la mía, la anterior, la que yo conocía desde que tengo uso de razón. Todo pasó después del accidente...

Mónica Ghisolfo.

Ishá.Where stories live. Discover now