ESE FUE EL FIN

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Habían pasado muchas noches sin que pudiera dormir, no era que el recuerdo asediara. Era porque no lo quería dejar ir.

Ver el auto alejarse, cruzar las vías del tren y avanzar hasta perderse en el horizonte; el sonido del tren acercándose, sabiendo que debía apartarse de las vías. Dar un paso tras otro, dar la espalda y salir del riel, pero no podía despegar su mirada de la autopista vacía. Eso era todo. Era el final.

Hacia una semana desde entonces y aun se preguntaba si él pensaba en sus momentos juntos, en su pequeña casa y vieja escuela.

Su padre había jalado de su brazo casi haciendo que tocara el suelo, sin embargo, no escucho lo que le decía.

Es el fin.

Ese fue el fin.

Eso era todo lo que cruzaba su mente, pensamientos tan ruidosos que alejaban al mundo.

Así era como el fin comenzó, en su tan peculiar manera, en las vías del tren.

Noche tras noche, al saberse incapaz de conciliar el sueño, iba a esas vías hasta que escuchaba el tren acercarse, entonces se ponía de nuevo de pie y le daba otra vez la espalda. Ese día se repetía una y otra vez.

Esperaba una llamada suya, un "Hola" o un "Adiós", pero nunca se habían prometido ninguno de los dos. El mismo silencio que los había unido con tímidas sonrisas ahora los separaba.

¿Qué podía esperar si desde el inicio sabían que así sería? Aun cuando iniciaron sabían la fecha de la despedida. Si tan sólo fuera tan fácil como comenzar el colegio en escuelas diferentes, si tan sólo fuera mudarse de estado, si tan sólo un viaje a través de miles de kilómetros los pudiera conectar...

Pero su distancia era mayor que esa.

Las noches se habían hecho demasiado frías y fue incapaz de salir, sin embargo, aun podía escuchar el tren pasar desde su habitación. Poco a poco, con el inicio de las clases, el cansancio fue superior a sus malos sueños y en las noches volvía perder conciencia de todo, hasta el amanecer.

En esa época era incapaz de hacer algo más que comer, ir a la universidad y dormir. Por supuesto que sabía que sus padres estaban preocupados, pero realmente no podía hacer nada más, después de tomar el autobús cada día en la madrugada y regresar hasta casi el anochecer, sin ningún objetivo más que vivir la vida que le decían que debía de vivir. Fue entonces que sus padres decidieron que se mudara a la ciudad, hasta ese momento había rechazado vivir en los dormitorios, pero a pesar de su temor a los extraños quería dejar de escuchar el silbido del tren.

En su última noche en su pequeña casa, en su pequeño pueblo, se dio cuenta que el tren no pasaba más. Como aquel día, realizó su recorrido a los rieles, pero antes de llegar detuvo su paso el cartel de la estación que anunciaba "clausurado". Parecía tan natural, tan normal que estuviera ahí que sin cuestionarlo hizo su camino de regreso.

Al día siguiente subió sus cosas al auto de sus padres e iniciaron su camino fuera del pueblo, llegaron a las vías que marcaban el fin del pueblo, las llantas hicieron su péquelo ajetreo, alentando su paso, mientras la autopista se extendía ante ellos con su longitud infinita. Había visto esa imagen en su mente tantas veces, pero siempre detrás de los rieles, ahora mientras se acercaba se preguntaba donde terminaría.

Sin girar su rostro, desde el retrovisor miro la estación vacía, desde donde una vez su padre observaba la despedida de dos jóvenes con preocupación, donde su amigo de la infancia subía a un auto que los alejaba...

El fin

...

Si bien no creyó hacerlo tan pronto, sabía que regresaría. Al parecer habían reabierto las vías del tren y una pequeña niña había dado su último suspiro en ellas, no quería saber los detalles, pero sabía que su madre lo había visto todo.

Tomó una vía alterna a los rieles. Su padre le había asegurado que no era necesario que fuera, pero habían sido más de diez años desde que no regresaba a su veja casa, después de graduarse logro entrar en una compañía donde la paga era buena, rento un apartamento y pronto logro hacerlo propio.

Desde que había entrado en la facultad se había concentrado en estudiar o crear pasatiempos de la nada para evitar pensar en la pequeña comunidad a kilómetros de distancia o el chico que había vivido frente a su casa gran parte de su videa. Poco a poco, no tuvo que hacer esfuerzo por lograrlo. Sus padres iban a visitar frecuentemente y sus clases eran lo sufrientemente desafiantes para mantener sus horas ocupadas completamente por semanas.

Así pasaron los días. Los meses. Los años. Y una década después, volvía a casa, aun cuando sólo fuera por unas horas para alejarse otra vez.

Se estacionó frente a la casa en la que ahora solamente habitaban sus padres. Mientras trataba de admirar los pequeños cambios, escucho el llanto de un niño al otro lado de la calle. Había olvidado que esa casa era habitable, que alguien podía formar una vida ahí.

Un hombre salió rápidamente y alzó en sus brazos al pequeño niño que había resbalado al suelo.

Entonces vio su rostro.

Al principio ambos sólo se miraron, parecían tener dieciocho años nuevamente, parecían estar separados otra vez por las vías del tren que se acercaba en la distancia.

-¿Está todo bien?- grito una voz femenina desde dentro de la casa al otro lado de la carretera.

-Si, todo está bien. - respondió el hombre con el niño en brazos, y el silbido del tren nunca llego.

Sonrieron tímidamente cada uno desde su lado del camino, el silencio esparciéndose, ocupando su espacio, recorriéndolo como el viento, simplemente rozando sus rostros, sin prisa, sin objeto. Ambos asintieron con reconocimiento y el hombre giro sobre su eje, dándole la espalda y siguiendo su camino dentro de la casa.

Nunca hicimos una promesa. Nunca hubo un saludo o una despedida.

Se recargo en su auto y lo observo entrar, antes de cerrar la puerta el pequeño niño agito su mano sobre la espalda de su padre, "Adiós", gritó mientras la puerta se cerraba.

Antes de poder corresponder el gesto, su teléfono vibro en la bolsa de su pantalón.

"¿Está todo bien? ¿Cómo se encuentran tus padres? Llámame si necesitas algo.

P.D. Voy en camino.

Te amo, besos."

Sonrió ante el mensaje.

"Todo está bien, mis padres estarán felices de verte.

Yo también te amo, nos vemos pronto."

La puerta de su casa se abrió y vio a su madre salir, seguida de su padre.

-Mi amor, no tenías que venir.-dijo su madre mientras rodeaba su cuerpo con sus frágiles brazos.

-¿Pero acaso no estas feliz de que este aqui?

-Siempre estamos feliz de que vengas- contesto su padre que los observaba sonriendo.

Esta vez ellos se dirigieron a su casa.

-Dicen que esta vez clausurarán definitivamente la estación, al parecer el tren dejará de ofrecer su servicio.

-No es como si alguien lo siguiera usando en realidad, desde que abrieron el nuevo camino la gente prefiere ir por ahí.

Cerró la puerta tras de ellos.

Al día siguiente cruzaría las vías por última vez, se alejaría en compañía de su copiloto y recorrería la carretera, pero esta vez sabía dónde dirigirse. También sabía cómo regresar.

Ese no era el fin.

"¡No sabía que había una estación de tren! Ven por mí, no quiero perderme"

"Espera. Voy en camino"

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