Traición y poder

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Los disparos provenían de todas partes. Les habían tendido una emboscada.

Erick estaba aturdido, el impacto del choque lo había dejado casi inconsciente. Veía todo borroso a su alrededor y sus oídos estaban como tapados, sólo se escuchaban las voces de sus guardias cual si estuvieran tras un grueso muro de concreto, y en su cabeza, el zumbido. Sintió que algo lo jalaba del hombro, se giró para ver y era un hombre que le gritaba algo, pero no entendía nada.

Lo habían intentado sacar del país, pero al pasar por cierta carretera el ataque comenzó. Como hijo de uno de los líderes revolucionarios que habían ganado poder y estaban desplazando al gobierno de ese país, su cabeza valía la victoria de la lucha. Justo en ese momento otro grupo intentaría asesinar a su padre sin que él o su gente lo supiera, a saber si lograrían su objetivo, en cualquiera de los dos frentes.

Las balas impactaban y astillaban los gruesos cristales de los vehículos blindados en los que viajaban. Los guardias desenfundaron sus armas y respondieron al ataque, varios cayeron al instante, pero los restantes no cedieron.

Uno de los guardias que viajaba en el auto con Erick le indicaba que se quedara agachado, pero notó que seguía aturdido. Debía salir y ayudar, pero no debía dejarlo ahí en ese estado, de lo contrario podría hacerse daño. Meditó sus opciones un momento. Vio a su alrededor, sus compañeros caían uno a uno. Debía hacer algo de inmediato o pronto asesinarían al hijo del revolucionario Rafael. Vio a uno de los policías caído a no más de diez metros. Una bala impacto el cristal justo en frente de él y eso lo sobresaltó un poco. Se volvió hacia el aún aturdido joven y lo recargó en el asiento para colocarle el cinturón de seguridad.

—Ahora las cosas serán a mi manera. —dijo el guardián.

Til, como llamaban al guardia, se giró hacia su puerta, vio que otro de sus compañeros cayó. Era ahora o nunca. Abrió la puerta del vehículo, salió de inmediato y luego la cerró tras él. Se agachó y desenfundó su arma, una semiautomática calibre nueve milímetros, nada en comparación con las Avtomat Kalashnikov de los atacantes, pero eso no importaba en ese momento, debía llegar al policía caído.

— ¡Cúbreme! —le dijo a uno de sus compañeros que estaba herido de la pierna izquierda, y éste hizo un esfuerzo por seguir su petición—Lograré conseguir cinco segundos de ventaja, quiero que subas al auto y se pongas de copiloto, tenemos que sacar al chico del fuego.

El hombre llamado Kurt asintió y vació el cartucho de su arma.

Til corrió con la cabeza gacha todo el camino, llegó al policía y tomó su rifle y el par de granadas que portaba en su cinturón. Vio la expresión del hombre antes de marcharse, era de sorpresa, el sujeto ni siquiera había visto venir el ataque, lo observó un segundo más y luego se marchó. Se refugió tras uno de los vehículos del convoy y esperó un momento. Estaban rodeados. Pensó que el lanzagranadas le sería de mucha ayuda en ese momento, pero la vida no es fácil.

El fuego cesó un momento, no veía a nadie de los suyos de pie, así que creyó que sólo quedaba él. Esperó donde estaba, se tiró al piso y fingió estar muerto. Escuchó más disparos cerca y el corazón comenzó a martillarle en el pecho, estaban detrás de él. Lo que hiciera o no le valdría el vivir o morir.

Un hombre pasó cerca del cuerpo de Til y al percatarse de su presencia le acercó su arma. Puso el dedo en el gatillo, estaba dispuesto a dispararle, no correría el riesgo de dejar a ningún hombre con vida. Iba a jalar el gatillo, pero su jefe lo tironeó del brazo.

—Déjate de estupideces. Dispárale al vehículo, quiero a ese bastardo muerto y lo quiero ahora.

Los nueve hombres se colocaron frente a las puertas abolladas del vehículo que resguardaba a Erick, arma en ristre. <<Fuego>> gritó el jefe. Pero las balas no fluyeron hacia el vehículo. Til había accionado su rifle, derribando a los nueve sujetos. Luego activó las granadas y las lanzó tan lejos como pudo al otro lado del vehículo al que se dirigía. Intentó abrir la puerta, pero ésta estaba cerrada con seguro, golpeó el vidrio con fuerza y el seguro fue retirado desde dentro. Subió justo cuando las granadas explotaron. Encendió la camioneta negra y arrancó a toda la velocidad que se le permitió. El vidrio delantero estaba estrellado casi por completo debido al tiroteo anterior. En su escape impactó a varios vehículos que eran parte del convoy. Las balas los alcanzaron de nuevo, pero esta vez no se detuvieron. Til pisó el acelerador hasta el fondo y se enfocó en salir de ahí. Sabía que los enemigos los seguirían de cerca, así que intentó tomar ventaja lo más posible. El hombre que llevaba como copiloto se había realizado un torniquete en la pierna, estaba muy pálido y no parecía que fuera a durar mucho.

Mini historia: Traición y poderWhere stories live. Discover now