El menor se acercaba a un paso suave y lento. Mentiría si dijera que no se encontraba nervioso, eso provocaba el mayor en él; un desastre de nervios, su respiración se aceleraba y su corazón parecía querer escapar de su pecho cada vez que este hacía cualquier cosa, desde sonreír hasta caminar, ¡no mentía!
Desde hace meses se había dado cuenta que se encontraba enamorado de su mejor amigo, todo gracias al enano de Park JiMin. Este se había acercando bastante al mayor para besar su mejilla colorando las mejillas de inmediato de su hyung preferido. Su interior ardió en ese momento y un molesto dolor en su pecho se hizo presente, no era la primera vez que ocurría eso.
Cuando estaba a punto de llamarlo, todo a su alrededor cambió drásticamente sintiéndose confundido. ¿Qué estaba ocurriendo? Tenía miedo, mucho miedo. Habían personas vestidas de blanco, absolutamente todas vestían de ese color. Todo estaba lleno de un cómodo silencio, aunque aún se escuchaban unos cuantos murmullos pero sin embargo, aún el lugar conservaba la paz.
Su madre le había comentado alguna vez que los ángeles tenían apariencia inocente y vestían de color blanco puro, sin ninguna mancha de lodo de esas que solía tener su ropa cuando jugaba con sus amigas en las épocas de lluvia. ¡Así lucían esas personas! Ropa pulcra sin manchas y rostros que reflejaban paz, esas personas lo recibieron con una gran amabilidad y casi de inmediato se sintió bien ahí, pero algo no estaba bien... ¿Dónde se encontraban sus padres? ¿Estaba perdido? Era un niño curioso y necesitaba respuestas.
— Disculpe, señor... ¿Usted podría decirme en dónde estoy? Necesito encontrar a mis padres, creo que estoy perdido. — Cuestionó al adulto más cercano, tirando un poco de la camisa que usaba el más grande para así llamar su atención. Este volteó suavemente y esbozó una pequeña, y triste, sonrisa. ¿Por qué un niño estaría en aquel lugar? Su corazón se sacudió, no debería estar ahí, ese no era un lugar para él. Debería estar jugando con sus amigos ensuciándose y no ahí, con aquello en el rostro. Parecía estar a punto de contestar pero sólo lo estrechó en sus brazos, acariciando su pequeña espalda con sus manos.
— Todo estará bien, pequeño. No te preocupes, sé fuerte. — Fue lo último que escuchó cuando todo cambió de escena nuevamente, aquello lo mareó un poco y cerró sus ojos con fuerza. Los abrió cuando no sintió la calidez del hombre que lo abrazó hace segundos. Se asustó cuando se encontró a su madre llorando desconsoladamente en los brazos de su padre, sin dudarlo corrió hacía ellos y empezó a preguntar qué ocurría pero sus padres parecían no notarlo provocando que sus ojos se cristalizaran inmediatamente.
— ¡Papá, mamá! ¡¿Qué está ocurriendo?! ¡No llores, mamá, por favor, basta! —Gritó, explotando en llanto. No podía soportar ver a su madre llorar de esa manera, miró rápidamente a su alrededor buscando ayuda pero se encontró algo curioso. — Mamá, papá, esperen aquí, ya vuelvo. — Murmuró y se acercó a lo que llamaba tanto su atención lentamente, al estar frente aquello un gran nudo se instaló en su garganta y negó con la cabeza repetitivamente asustado retrocediendo con los ojos nuevamente llenos de lágrimas.
Ahí estaba él, con rasguños en todo su rostro que parecían profundos y de ellos salía aquel líquido rojo que aparecía cada vez que caía al suelo y rompía sus rodillas pero aquello no eran sólo en la superficie, eso iba más profundo. Sus ojos estaban cerrados, su ropa era un desastre; estaba rota y con sangre, mucha sangre. Se veía como la sangre traspasaba lo que era su camisa blanca, pero estaba ahora en un color rojo intenso. Habían policías reteniendo a un hombre con el rostro notablemente aterrorizado, una ambulancia había llegado y al instante empezaron a bajar una camilla.
A lo lejos reconoció una silueta delgada huyendo de la catástrofe, inmediatamente corrió detrás de él gritando su nombre con toda la fuerza que podía pero nadie parecía estar escuchando sus gritos. Se detuvo jadeando con fuerza cuando notó como el mayor cayó de rodillas al suelo cubierto de nieve sollozando su nombre fuertemente.
— No llores, Yoongi, por favor. Estoy aquí, mírame, estoy aquí. ¡Yoongi! — No pudo contener su llanto, las personas que más amaba estaban sufriendo por su culpa. Se acercó lo suficiente para tocarle el rostro pero no sucedió nada, no sintió nada y al parecer Yoongi tampoco.
— Taehyung, dime que no estás m-muerto, que esto es sólo una pesadilla más, de esas en la decías que protegerías y me abrazas fuerte. En la que besas mi rostro diciendo que me amas y me prometías que no pasaría nada malo. ¡Mocoso despiértame ya, maldita sea! — Gritó apretando sus puños y cerró sus ojos con frustración. — Dijiste que nunca te irías, que me amabas lo suficiente como para nunca dejarme. — Esta vez susurró, gimoteando recostándose en el árbol más cercano. Los labios que solían estar rosas se estaban tornando púrpuras y fue cuando Taehyung se alarmó.
— ¡Yoongi, vete de aquí! ¡Te congelarás, vete! ¡Yoongi, mierda! —Intentaba empujar y golpear al mayor pero no ocurría nada, sólo veía como el amor de su vida se congelaba lentamente. Sus mejillas empezaron a tornarse lila y su pecho dejó de agitarse con la fuerza que había aparecido en cuanto llegó aquel lugar, se moví lentamente y casi no se notaba el movimiento. — Tú no, Yoongi... Por favor. — Sollozó abrazando al cuerpo del chico que solía ser pálido. Muchas veces había dicho que él tenía una similitud con el invierno; frío y hermoso. Muchas personas solían dejar de lado a Yoongi por parecer el típico chico rudo que golpearía a cualquier quien se le acercase pero Taehyung sabía que era una completa farsa, él era cálido como la primavera.
No quería que aquello ocurriera, necesitaba poder decirle al mayor lo que sentía. Quizás tenía 14 años pero estaba seguro de lo que sentía y se prometió que cuando cumpliera sus 15 años se lo diría, sólo quedaba una semana para que fuera 31 de diciembre. Estaba enamorado de su hyung, desde el más corto pelo de su negra cabellera hasta la mínima imperfección que según decía, cosa que era una completa mentira porque su hyung era perfecto.
— T-Tae, te amo, nunca lo olvides. Te a-amo. — Luego de eso sólo escuchó su último suspiro de su vida. Vio como el chico que amaba se desvanecía en sus brazos, no logró pronunciar nada y sólo se dispuso a ahogar su llanto en el hueco del cuello y su hombro. Su respiración se relajó después de unos minutos y aunque no sintiera nada acarició el cabello negro que tenían copos de nieve, retirándolo a medida de que las acaricias se repetían.
— Yo también te amo, Yoongi. — Observó sus labios púrpura y mejillas del mismo tono, bajó su mirada, evitó mirarlo pues esa vista rompía su corazón pero no quería separarse. Prometió no irse y de ninguna manera se iría.
— Eso no es cierto, mi mocoso.
Sorprendido, volteó al reconocer esa voz y una sonrisa se cruzó en sus labios.
wa decir no más que
es la primera vez que escribo algo así
no es lo mejor pero me salió del corazón.
no sé si alguien vea esto pero gracias por leerlo.
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