Desde ayer me mudé a este departamento. Mi madre, Azul, vive con su esposo Michael —él es mi padrastro—. Mi padre murió cuando yo tenía diez años. Siempre me contaba historias sobre cosas raras.
Mi padre no era una persona común. Lo llamaban "el loco Tony", el que siempre tenía historias extrañas que contar. Yo lo amaba. Para la niña de seis años que fui, él era mi príncipe azul, el hombre perfecto, sin defectos a la vista. Siempre encontraba la forma de hacerme sonreír. Incluso una vez se disfrazó de payaso para ir a buscarme a la escuela y asustar a un niño que me molestaba en el kínder.
Ese día, para mí, se convirtió en un ángel. Quizás no fue el mejor hombre para muchos. Tal vez cometió errores —¿quién no lo hace?—, pero me dejó varias cosas como herencia. Su personalidad fue una de ellas, y la llevo con orgullo. Muchos decían que me parecía demasiado a él, pero, siendo sincera, yo no lo veía así. Él era diferente... brillaba, incluso rodeado de aquella aura oscura. Sabía salirse con la suya, y hacía reír a quienes amaba. Ese hombre fue mi ángel. Porque a pesar de que mi padre no era perfecto, tenía esa clase de luz que incluso la oscuridad aprendía a respetar
A mí, ni alas me habían salido aún. Era tímida. Me gustaba hacer reír a los demás, pero no porque me naciera, sino porque sentía que debía ser como él. Sentía que no debía decepcionarlo.
Como ya les conté, ayer me mudé a un antiguo departamento. La encargada dio a entender que era un lugar "raro", pero no le di mucha importancia. No es que crea mucho en esas cosas. Mi padre decía que las personas hablan solo para llenar el vacío dentro de ellas: algunos lo llenan con mentiras, otros con manipulación, y otros infunden miedo con una sola palabra. Así que mientras desempacaba, trataba de no pensar en eso. No debía importarme.
Ya soy una mujer adulta. Aunque debo admitir que tengo miedo... pero no tanto como para hacerme pis encima, ¿ok? Como dije, ya soy grande, y una sala oscura no debería asustarme. Aun así, por las dudas, hoy dormiré con las luces encendidas.
Prefiero sentir miedo a tener que vivir con Michael. Él es muy bueno, sí, pero me resulta incómodo. Ya saben, el típico padrastro perfecto que dice:
«Mi intención no es ocupar el lugar de tu padre. Solo quiero la felicidad de ambas.»
Y aunque diga eso, en el fondo una parte de mí no puede evitar mirarlo con cierta desconfianza. Crecí, pero el rencor se quedó. No por lo que hizo.No es que haya hecho nada malo ... sino por todo lo que no era mi padre...
Es solo que guardo rencor. Rencor por lo rápido que mi madre nos desplazó a mi padre y a mí.
No quería ser una hija tóxica. Después de todo, deseaba verla feliz. Y si él la hacía feliz, yo no tenía derecho a decir nada. Así que tomé una decisión: separarme, romper el lazo umbilical que me ataba a ella y dejarla ser feliz. Porque, muy en el fondo, sabía que ella se lo merecía, después de todo lo que había hecho por mí.
Me tocaba seguir con mi vida. Debía aprender a sanar. Yo era la que estaba mal, enferma por culpa del pasado. No quería contagiar a mi madre con eso. Lo mejor era alejarme, rehabilitarme, y aprender a valorar el presente sin dejarme atormentar por el pasado... ni por el miedo al futuro.
Tengo una beca en la universidad, y queda cerca de aquí. Desde ahora, me concentraré solo en eso: en ser mi mejor versión. Así, quizás, mi padre esté orgulloso de en quién me he convertido.
Con una sonrisa optimista, me dirigí a la cocina para prepararme un té de tilo. Quería dormir como un bebé. Cuando estuvo listo, fui a mi cuarto, que ya lucía mucho más ordenado. Me tomó tiempo sacar todo el polvo y desinfectar antes de desempacar y volver a armar mi pequeño caos. Solo me faltaba ordenar mis libros y el perchero móvil con mi ropa de salir. Y listo.
Ahora estoy acostada. Terminé mi té, leí un rato, y me saqué mis gafas estilo Harry Potter (las amo). Me acomodé mejor y abracé mi almohada como un koala. Cerré los ojos con una sonrisa tranquila.
«Pff, las personas huyen.»
Pensé con ironía, recordando lo que me dijo la vecina de al lado.
Yo todavía no. Y no lo haré. Porque este será mi hogar... mi lugar seguro. Nada ni nadie me sacará de aquí.
"Tarada, tú y yo sabemos que tienes miedo."
"¿Yo no puedo estar tranquila contigo, verdad? No apareciste en todo el día y justo ahora que voy a dormir vienes a molestar."
"¿Cómo puedes estar tranquila, si yo soy tú?"
"Ya, vete."
Odiaba cuando esa voz interna no me dejaba dormir. Esa voz... que era parte de mí.
"Luego no ruegues. Solo te di tu momento dramático mientras contabas tu aburrida y deprimente historia."
Y luego, ya no escuché nada. Me acomodé de nuevo, sintiendo tranquilidad, y así me quedé profundamente dormida.

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Recuerdos del más allá
Teen FictionNo todas las historias de amor comienzan con una mirada. Algunas empiezan con un susto... y un diario robado. Abigail solo quería empezar de nuevo: dejar atrás la muerte de su padre, los silencios incómodos con su madre, y las pesadillas que nunca l...