EL LAMENTO DE LA GARZA 1
(Secuela a la trilogía: "Leyendas de los Otori")
Lian Hearn
2005,
The harsh cry of the heron
Traducción: Mercedes Núñez
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-¡Venid, deprisa! Nuestros padres están luchando.
Otori Takeo escuchó con claridad la voz de su hija, quien llamaba a sus hermanas desde la residencia del castillo de Inuyama. También oía la mezcla de sonidos procedentes del resto de la fortaleza y de la lejana ciudad. Sin embargo, hacía caso omiso de todos ellos, de la misma manera que desatendía la melodía de los tablones del suelo de ruiseñor, bajo sus pies. Únicamente se concentraba en el oponente que tenía frente a sí: su esposa Kaede.
Combatían con palos de madera. Takeo era más alto; ella, zurda de nacimiento, contaba con igual fuerza en ambas manos, mientras que la mano derecha de su esposo había sido herida con la hoja de un puñal muchos años atrás. Por eso Takeo había tenido que aprender a utilizar la izquierda. Y no era aquélla la única lesión que entorpecía sus movimientos.
Era el último día del año. El frío resultaba intenso, el cielo se mostraba de un gris macilento y el sol apenas se vislumbraba. Durante el invierno, con frecuencia practicaban la lucha: el cuerpo entraba en calor y las articulaciones se mantenían flexibles; además, a Kaede le agradaba que sus hijas comprobaran cómo una mujer podía luchar igual que cualquier hombre. Las hermanas llegaron corriendo. Con la entrada del nuevo año, Shigeko, la mayor, cumpliría quince años y las gemelas, trece. Bajo los pies de la primogénita las tablas de la veranda comenzaron a cantar, mientras que sus hermanas, a la manera de la Tribu, apenas rozaban el entarimado. Desde niñas habían correteado por el suelo de ruiseñor y, casi sin darse cuenta, aprendieron la forma de mantenerlo en silencio.
Kaede se tapaba el rostro con una bufanda de seda roja, de modo que Takeo sólo podía verle los ojos, ahora brillantes a causa de la lucha. Sus movimientos resultaban ágiles e impetuosos y costaba creer que fuera madre de tres hijas, pues aún se movía con la potencia y la libertad de una muchacha. El empuje de Kaede recordaba a Takeo su propia edad y debilidad física. Su esposa asestó un golpe sobre el palo que él sostenía y la mano se le resintió por el dolor.