Lo que me inspira a escribir esta obra

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Advertencia: Esta reflexión es un poco larga y personal. Cuenta cómo he llegado hasta aquí y me he decidido a comenzar esta obra. De hecho analizo un poco la historia reciente de mi país, desde mi punto de vista. Si esto no es de tu interés puedes pasar directamente al capítulo siguiente, donde ya comienzo con las reflexiones.


Cada generación debe enfrentar desafíos y atravesar una serie de escollos en su camino. Y cómo los esquive (o no) determina en qué puede llegar a convertirse esa sociedad o las condiciones de vida que tendrá en el futuro. Lo que hace cada generación afecta a la siguiente, y tal vez a varias más, en una historia que se repite una y otra vez.

En Chile, mi país, la generación anterior a la mía estuvo marcada por el odio entre diversos sectores políticos, que nos llevó a una dictadura que duró diecisiete años. Muchos vivieron las noches de su juventud encerrados en sus casas, sin poder salir por el toque de queda. Algunos sufrieron en silencio porque sabían el horror que muchas veces salía a las calles, mientras otros veían televisión alegremente pensando que todo era para mejor.

Luego, mi generación fue una de niños pobres, que apenas tenían libros en sus colegios y podían aspirar a muy pocas cosas materiales. Pero jugábamos con todo lo que encontrábamos, siempre riendo al lado de nuestros amigos. Vivíamos a la sombra de muchos adultos tristes que soñaban con la libertad, y ponían todas sus esperanzas en eso.

Hasta que finalmente llegó la democracia, se logró lo imposible y la alegría llegó, como señalaba la parte más llamativa de la canción que utilizó la campaña del NO. En esas elecciones el pueblo habló y se negó a continuar en dictadura, ante lo cual muchos nos sentimos orgullosos.

Pasaron los años y se produjeron muchos cambios económicos. Habíamos sido un país pobre, triste y apagado, pero de a poco comenzamos a iluminarnos. Por años habíamos tenido la sensación de que siempre perdíamos, que todo el mundo era mejor que nosotros. Pero de pronto empezamos a ganar y fuimos cambiando, incluso hasta empezar a volvernos desagradables al olvidar nuestra reciente pobreza. Nos sentimos triunfadores en cosas como en Nº 1 en el ranking ATP del Chino Ríos, y en otros hitos deportivos que nos cambiaron la cara y la visión que teníamos de nosotros mismos: también podíamos triunfar.

Hubo crecimiento económico y los más optimistas nos convencieron de que éramos "un jaguar en Latinoamérica", volviéndonos trabajólicos y adoradores del oro y la plata, que nos mostraban brillando en la gran cantidad de "mall" que se instalaron en el país. Y así a los que no les iba tan bien se vieron obligados a pedir muchos créditos, para cumplir con la lista de regalos que pedían sus hijos y familiares, a los cuales no les podían fallar.

Por otro lado, durante los últimos años ha habido mucho debate respecto a la educación, especialmente a la que por obligación debiera otorgar el Estado a todos sus ciudadanos. Un aspecto especialmente desmejorado en dictadura y que aún arrastra el peso de tantos años relegado al último lugar. Se ha destinado una gran cantidad de fondos para mejorar, muchos colegios estatales cuentan con buena infraestructura, computadores, libros nuevos, alimentación diaria e incluso paseos y salidas a terreno financiadas con el dinero de todos los chilenos. Pero ¿qué ha pasado? Los resultados son malos, los jóvenes no están interesados en sus estudios y a pesar de toda la inversión la educación sigue siendo "mala" en opinión de la mayoría. ¿Qué sucede entonces? ¿Qué les pasa a los jóvenes de nuestro país?

Como lo veo yo, mi generación aprendió a valorar las cosas simples, ya que nunca contamos con grandes recursos. Nos alegrábamos con pequeños logros y soñábamos con poder ir a la universidad y/o tener un buen trabajo, una familia y una vida tranquila. Deseábamos la oportunidad de mostrar lo mejor de nosotros mismos, de ganarnos el respeto del resto, de demostrar que también podíamos triunfar. Las cadenas habían caído y el mundo estaba abierto para nosotros, la tan preciada libertad estaba allí, y creo que la aprovechamos.

Sin embargo, hoy en día los jóvenes parecen vivir en un mundo donde "ganarse algo" no tiene ningún valor, ya que todo les llega a las manos sin ningún esfuerzo. Ante cualquier problema se frustran rápidamente, mal acostumbrados a la rapidez de respuesta que obtienen en sus juegos de computador o en sus propios celulares. Los libros nuevos que les entregan en sus colegios no son ninguna novedad, pasando rápidamente a estar relegados en algún rincón de la sala de clases, o en sus casas, donde jamás serán abiertos o estudiados. Más bien muchos terminarán con sus tapas arrancadas y muchas de sus hojas utilizadas para formar aviones de papel con los cuales molestar a sus compañeros. Miles de recursos que terminan tirados a la basura, que no tienen ningún sentido.

En esta obra quiero analizar algunos problemas que nos aquejan como sociedad, especialmente a los jóvenes. Y deseo hacerlo relacionando esto con algunas citas bíblicas, que a pesar de haber sido escritas hace tantos años están plenamente vigentes y nos pueden ayudar a comprender muchas cosas. Es mi intención utilizar también parte de la sabiduría de antiguos filósofos, de Oriente y Occidente, porque me he dado cuenta de que todo lo que nos pasa, ya ha pasado antes, y ya ha habido grandes hombres (y mujeres) que han reflexionado al respecto.

Los invito a leer esta obra, de reflexiones que me esforzaré en no hacer tan largas, atendiendo al mundo actual y a la falta de tiempo y tolerancia respecto al esfuerzo que se destina para cada tarea. Lo cual entiendo plenamente, porque a mí también me pasa. Agradezco enormemente a los que llegaron hasta este punto, en esta introducción un poco larga, pero que no podía acortar porque era necesario explicar cómo llegué hasta aquí.

¡Que disfruten la lectura!

Buscando el cielo azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora