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—¡Adrien!— intentaba desatar mis pequeñas muñecas de las cuerdas que las aprisionaban de una manera muy brusca.

Por los altavoces solo repetían lo mismo una y otra vez "Crisis, paciente Alama Brown" No estoy loca, no estoy loca.

—¡Dejenme ir con mi Adrien, por favor, por favor— mis ojos empezaron a critalizarce y no pude detener las lágrimas que tomaron ruta por mi rostro. ¿Por qué me hacen esto? Solo quería tener un amigo.

—Tiene un ataque de ansiedad, traigan el tranquilizante —  pidió una de las enfermeras que ingreso a mi "habitación" mientras lloraba.

Sentí como una aguja perforaba mi suave piel derramando un liquido que, supuse, era el tranquilizante.

—¡No! ¡No! ¡No! ¡Adrien! ¡No me dejes! —sentí como poco a poco mis párpados se cerraban intentando hundirme en un profundo sueño.

—¡¿Que es esto imbécil?! ¡Te dije tranquilizante! ¡Ni siquiera se lo que le inyectamos a esta niña!— gritaba la enfermera con desesperación.

¿Enserio? ¿Iba a morir de esta manera? Soy solo una simple niña, debí haber ido a la escuela, tener amigos; una familia.

Mis párpados se cerraron finalmente por una fuerza que, por lo último que pude ver, unas manos ejercieron sobre mis ojos. No fue cualquier persona la que los cerro, fuiste tu, Adrien.

Gracias, fuiste la familia que nunca tuve; la que siempre desee pero tal vez nunca merecí.

—Te quiero, Adrien— susurré con mi ultimo aliento, tal vez no de tranquilidad, pero si de alivio; sentí alivio de por fin escapar de esta realidad en donde para nadie era una niña normal.

AdrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora