Dean Winchester

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Dean Winchester no era alguien que se enamorara fácilmente. Dean Winchester era más bien de los que pasaban la noche. Sin romance, sin complicaciones. Pero en el fondo Dean Winchester tenía una pequeña esperanza de encontrar a alguien con quien compartiera ese sentimiento que la gente presumía como perfecto y a la vez desquiciadamente absurdo. Él sabía que cuando encontrara a ese alguien, sus miradas se cruzarían y podrían verse a los ojos por horas, sin decir palabras, sin sentirse incómodos y que ninguno sentiría la necesidad de bajar la mirada. Eso era infantil, tal vez de amor adolescente, pero Dean Winchester pensaba noche y día que el amor más puro que nunca conoció era el amor que él necesitaba. Sin un futuro ni un pasado, sin responsabilidades. Sólo ellos dos y el momento y las ganas de permanecer juntos eternamente, mirando los ojos de ambos por horas, sin decir palabras siquiera... Más que los besos, más que el sexo, Dean Winchester quería perderse en la calidez de un par de ojos que comprendieran su alma y que lo envolvieran completamente, que le proporcionaran todo lo que nunca tuvo. Quería amor, quería cariño, quería dulzura, quería un ángel que lo protegiera de los males del mundo y de los males de él mismo.

Pero era absurdo, los ángeles no eran más que patrañas. Cuentos de hadas que los padres contaban a los niños para que dejaran de llorar por las noches o que los sacerdotes usaban para que la gente desesperada encontrara alivio. No, no habían ángeles.

Dean Winchester era un hombre sin fé.

Entonces encontró un par de lagunas preciosas y resplandecientes en las que al mirarlas supo que no le importaría ahogarse. Y todo lo que Dean Winchester imaginó que sentiría pasó a ser nada en comparación. Porque había visto el cielo, había visto el oasis en medio del desierto, la esperanza, la fé. Dean Winchester estaba extasiado. Cuando vio por primera vez el cuerpo de Jimmy Novak frente a él, mirándolo de esa manera, con esa fuerza, confusión y ese aire misterioso e inhumano, se volvió loco. Loco por esa mirada. Sabía que no, no era propia de Jimmy Novak, porque aunque eran sus ojos, su cuerpo; esa bella, agobiante y adictiva mirada le pertenecía al ángel que toda la vida buscó y negó. Esa mirada era solamente de Castiel, el ángel del señor que lo había salvado, el ángel que estaba parado justo al frente y que no permitía que él, el grandioso Dean Winchester huyera, porque sólo esa mirada bastaba para retenerlo una eternidad, porque podría esperar el fin del mundo, siempre y cuando ese ángel, su ángel, estuviera ahí, viéndolo a los ojos, transmitiendo todo lo que sentía. Porque era algo inimaginable y único y lo hacía creer que no importaba lo que viniera, siempre y cuando lo tuviera a él.

Pero claro. Era Dean Winchester y admitirlo era imposible. Retiró sus ojos primero y fingió no sentir nada. Caminó hacia su hermano, hacia, su auto o corrió a refugiarse en los brazos de alguien más, a pasar la noche. Pero era Dean Winchester, y sabía que tarde o temprano tendría otra porción de esa exquisita droga azul que hacía que el mundo lleno de mierda fuera perfecto.

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2017 ⏰

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