El inicio, volviendo a un comienzo.

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Él era Hades... ¿Y tú? Tú eras Perséfone... Su bella y virginal Perséfone, la imagen de la pureza y la inocencia... Alguien completamente ajena al "Dark Overlord"... Y que a pesar de esto se había acercado a él.

De familia bien colocada eras una muchacha joven de atractiva apariencia y agradable figura, casi frágil estudiabas en casa mientras tu padre se encargaba de aquel negocio del cual nunca te hablaban y por algún motivo te mantenían alejada, tu madre, mujer que demostraba gran cariño por ti pasaba las tardes de tu infancia contigo hasta que, por casualidades del destino, que es cruel y traicionero... Ella pasó a la eternidad.

Recuerdos vagos tenías acerca de ella, recuerdos de una niña sentada en el jardín junto a su madre que cepillando el cabello de una muñeca miraba hacia ella con gran cariño, ahora su rostro distorsionado por los rayos del sol que en tus recuerdos no servían para nada, sino que como todo lo contrario estorbaban...

Tu madre, quien era descrita como una mujer bella y de gran carisma había sido víctima de una enfermedad del corazón que nadie nunca pudo explicar, mujer débil un día simplemente había dejado de respirar, postrada en su cama había dormido sin poder ya despertar, sin obtener una vista nueva del amanecer... Nunca más lo haría.

Con gran dolor le recordabas, la sonrisa amarga se posaba en tus labios cuando en cuclillas frente al lugar donde ella descansaba dejabas un ramo de las más hermosas flores recolectadas de tu jardín por tus propias manos, las que a ella le encantaban y junto a ti cuando pequeña solían recolectar juntas... Esos tiempos ya no volverían... Pero nada ganarías quejándote, las cosas pasaban por una razón, y tú a ausencia de ella debías dar lo mejor de ti cada mañana tal y como hacías... No había mucho más...

Te pusiste de pie despacio sacudiendo un poco tus ropas de la posible tierra que se pudo haber adherido aquí, suspirando mientras leías el nombre por última vez mirando hacia el ramo y enseguida metiendo las manos en tu abrigo para darte la vuelta, ya era hora de volver a casa...

Sentías como las hojas que caían de los arboles crujían con tus pisadas mientras con ambas manos en tus bolsillos mirabas al piso, tranquila envuelta en tus propios pensamientos tarareando alguna canción que habías aprendido en tu infancia ocupada con esto hasta que...

-¡¿Eh?!- Exclamaste al escuchar lo que parecía un quejido desde uno de los arbustos del lugar, yendo rápidamente hacia aquí sin pensar en nada más y separando las hojas de aquel arbusto, deseando que lo que fuera que se encontrara aquí estuviera bien, ignorando las espinas y con una gran suerte de no herirte con estas separaste todas las hojas, revelando a un gato negro con las patas blancas así como la punta de su cola, sus ojos verdes brillaban en ese espesor y una de sus patas se encontraba enredada entre un montón de espinas, no había sangre, y a juzgar por las apariencias parecía meramente que la incomodidad había sido la razón de su queja.

Con preocupación le miraste, esperando que por cualquier motivo no intentara huir, no podrías perdonarte que un animal tan indefenso se lastimara por tu causa, menos cuando lo único que querías era ayudarle.

-... Tra.... Tranquilo... Saldrás bien de esto, ¿De acuerdo?- le decías despacio, acercando tus manos lentamente y con cuidado de no lastimarte tú tampoco, aquel minino parecía tensarse cada vez más -Shhh... Shhh.... Tranquilito, todo estará bien...- continuabas con ello, sólo deseabas poder sacarle para ver que todo estuviera bien con él y entonces dejarle ir.

Tus manos temblorosas se acercaban cada vez más mientras el gato comenzaba a mostrarse más tenso, no con la intención de arañarte, sino que parecía quería salir corriendo en cualquier momento.

-Tranquilo... Tranquilo... Tendré cuidado... Te lo prometo...- susurrabas tan calmada como podías mientras por fin ponías la mano en aquellas ramas que con un par de espinas podían lastimar a cualquiera de los dos, moviste estas con cuidado y una vez habías colocado tus manos en los lugares indicados, recibiendo otro maullido de protesta y retrocediendo ligeramente a causa de esto, negando con la cabeza de inmediato volviendo a lo tuyo mientras las palabras con las que intentabas tranquilizar al minino no se detenían, útiles o no al menos a ti si te servían de algo.

Fue entonces que tal como le tenías planeado le liberaste, empujando su pata con cuidado hacia afuera y... Como era de esperarse obteniendo solamente el que él usara tu muñeca como apoyo para salir corriendo, empujando esta hacia las espinas y, por tanto, mientras él se alejaba a saltos sin apoyarse en su pata que había estado atrapada tú te rasguñaras, alejando la mano rápidamente junto a un quejido, pero sin poder evitar el sangrado que con dos simples piquetes de aquellas espinas había provocado que dos líneas de sangre se deslizaran hacia tus codos... Tan limpias... Tan puras...

-No... No puede...- estabas diciendo mirando a esta sangre, que ciertamente tú no estabas acostumbrada a lastimarte, ocupada con esto hasta que volviste tu mirada hacia al gato, quien alejándose despacio parecía en verdad lastimado de su pata -... ¡Oye! ¡Espera!- exclamaste apoyando a tu codo en tu otra mano con el fin de mantener la sangre leve cayendo hacia aquí en lugar de derramar gotas por todo aquel lugar, querías asegurarte que él estuviera bien... Sólo eso querías.

Saliste corriendo detrás de él tan rápido como podías, rápidamente persiguiéndole por todo aquel casi infinito bosque alejándote demasiado del lugar en el cual habías empezado, cada vez adentrándote más en aquel lugar a pesar de las advertencias que habías recibido sobre por qué no debías alejarte... Ya no había marcha atrás, estabas demasiado lejos para volver con facilidad y todo meramente por seguir un gato.

Casi sin aliento y sin muchos ánimos por seguir diste un último grito, un simple "¡Espera! ¡Sólo quiero ayudarte!" con lo cual casi milagrosamente este gato se detuvo... Mirando hacia a ti y levantando su patita delantera, aquella que parecía tenía lastimada.

-...E... Eso es... No quiero hacerte daño gatito...- con un tono de voz calmado (o lo más calmado que podías) le decías, acercándote despacio hacia él mientras parecía te seguía mirando, sin moverse, increíblemente quieto -Yo... Yo quiero protegerte... Sería incapaz de ser mala contigo... Yo... Yo soy diferente...-

-Sus palabras están envueltas en capsulas repletas de razón...-

El tiempo se detuvo.

-... La capacidad de ser diferente, cualidad notoria en Perséfone como nobleza radiante en usted he sido completamente apto de percibir...-

Tu tiempo se detuvo.

Todo tu mundo se detuvo.

Acababas de escuchar una voz de un desconocido en medio de aquel espeso bosque, una voz fuerte llena de autoridad en palabras que te confundían, volteando despacio y con temor hacia el causante de estas palabras... Teniendo que mirar hacia arriba apenas te habías topado con este tipo, quien más alto que tú llevaba una bufanda morada demasiado larga alrededor del cuello, una gabardina negra y... ¿Era una cruz eso que tenía en el pecho de su camisa blanca?, no sólo eso, pues su piel era tremendamente pálida y sus ojos eran bicolor, así como su cabello, que negro con rayos plateados estaba peinado en punta hacia arriba con lo que parecía un rizo bastante curioso, su rostro estaba maquillado, y... A juego con las luces del sol cubiertas por las grandes copas de los arboles... Él en verdad daba cierto miedo.

...Entonces lo comprendiste, el gato no se había detenido para mirarte, se había detenido a mirarlo a él... A él y al pequeño gato que sujetaba, un gato casi idéntico a él...

-¿Qui... quién eres?-

-Me muestro como Hades, supremo rey y absoluto soberano del hielo... Dios del inframundo... Como un coro de ángeles ha anunciado, su presencia para nada inoportuna yo ya esperaba... Mi Diosa Perséfone.-

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2017 ⏰

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Dark Horse. (Gundham Tanaka x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora