La segunda unidad contemplaba el cielo estrellado desde una colina cercana a la Ciudadela, bajo las ramas del místico cerezo de las mil hojas del que ninguno había oído hablar en sus vidas pasadas. No tenían muchas ocasiones para descansar, así que habían decidido aprovechar aquella velada como pudieran. La idea del picnic nocturno al aire libre fue de Tsurumaru, y el resto no pudieron hacer más que dejarse arrastrar por sus intenciones de diversión. Tampoco era un mal plan, les serviría para estrechar lazos y aprender a trabajar mejor en equipo los unos con los otros. Aunque los vínculos que conectaban a cierto par de integrantes del grupillo ya eran lo suficientemente fuertes, y todos lo sabían.
Mutsunokami había dejado vagar su mirada por el oscuro cielo lleno de brillantes diamantes. Era precioso. Escuchaba las conversaciones de sus compañeros, pero no se inmiscuía en ellas. Izuminokami y él se habían alejado un poco, no mucho. Estaban tumbados a la derecha de la pequeña hoguera que Tonbokiri había preparado, los dos en absoluto silencio. No tenían nada que decirse que no se hubieran contado ya. Y aunque el más impulsivo e infantil de los dos pudiera haber tenido intenciones de entablar una conversación con su querido capitán, no había manera posible. Kanesada estaba agotado después de tantas misiones difíciles y tantas emociones intensas, había sido apoyar la cabeza en el brazo contrario, acurrucarse junto a su cálido cuerpo después de cenar y caer dormido como si en vez de una espada fuese un templario. Yoshiyuki sonrió. Se merecía un descanso, todos lo hacían.
-Parece que nuestro capitán se ha convertido en la Bella durmiente. -Comentó el albino del grupo con cierta malicia-. ¿Por qué no lo despiertas con un besito, Mutsunokami?
-Déjalo descansar, anda. -Le respondió bostezando-. Y ya que estamos, déjame a mí echar una cabezada.
-Sería recomendable que nos fuéramos ya para no molestar a la parejita. No quiero ver cómo se ponen románticos. -Rio Yagen, levantándose. Tonbokiri y Tsurumaru lo siguieron. Kunihiro, sin embargo, parecía confuso.
-¿Románticos? -Cuestionó el menor mientras el resto comenzaba a recoger las cosas del picnic para largarse.
-Oh, vamos, parece que no vives en este mundo. Si está más claro que el agua.
-Dejad de especular, que nosotros no hemos dicho nada.
-Ni falta que hace, lleva estando claro desde nuestra penúltima misión. -La más inmensa de todas las espadas parecía divertirse con la escena-. No os quedéis mucho rato aquí fuera. Pronto hará frío.
-Sí, sí.
-Vamos, Kunihiro.
-¿Eh? ¿Qué? ¡Esperadme!
Mutsunokami dejó escapar una suave carcajada al verlos alejarse. Luego abrazó al otro, acariciando sus larguísimos y sedosos cabellos, dejando que sus dedos se perdieran entre las morenas hebras. Las estrellas le daban igual. Podría verlas siempre que quisiera, ese maravilloso firmamento estrellado tan lleno de constelaciones y tan poblado de mitos no se iría nunca, no cambiaría a no ser que viajasen a otro hemisferio. Siempre habría un cielo que les diese amparo, sin embargo, la imagen ante él era muy difícil de encontrar. No todos los días uno es capaz de contemplar el grácil rostro de Izuminokami relajado, sobre todo porque solía levantarse antes que él por las mañanas. Gracias a la luz plateada de la luna, esa que volvía de petróleo su pelo y de nieve su tersa piel, Yoshiyuki tenía la suerte de lograr distinguir cada perfecta línea de su rostro y cada hermoso ángulo. Y podía sentir el plácido subir y bajar de su pecho y posar sus labios sobre la frente contraria sin que nadie le dijera nada.
-Puedes dejar de fingir. -Musitó-. Ya se han ido.
-En realidad -su voz adormilada confirmaba sus palabras. Al abrirlos con pereza y cansancio, sus ojos azules se fijaron en los ambarinos de su compañero-, llevo fingiendo sólo los últimos cinco minutos.
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Estrella fugaz [MutsuIzu] [Katsugeki/Touken Ranbu one-shot yaoi]
FanfictionUna noche para relajarse, un momento de paz tras una ardua misión. Bajo un cielo cubierto de estrellas, surcado por esquivos cometas, sólo estaban ellos dos.