Hace no mucho tiempo, en una selva cercana a la ciudad vivía un conejo que quería ser escritor. Para cumplir su sueño el conejo asistió a la biblioteca de la selva recomendado por el señor búho que había sido su maestro de escuela. La señora jirafa era la encargada del funcionamiento de la biblioteca y se convirtió en un gran apoyo para el nuevo visitante que resultó ser aventajado en el oficio de leer y disfrutar de las maravillas que están contenidas en los libros. Pronto el conejo lector descubrió gran gusto por la poesía, pero vio claramente, que su razón y su sensibilidad se rendían a los encantos de narrar, ensayar, describir entre relatos y crónicas y que la poética era sin duda difícil y profunda.
Cierto día cuando llegó a la biblioteca, a donde iba todos los días desde que se abría hasta que se cerraba, para fortalecer su intelecto, la señora jirafa le entregó un comunicado firmado por el señor león, gobernador y jefe de esta selva, en que le exigía una muy clara explicación de porqué no se encontraba trabajando como los otros conejos en las labores de la selva para ganar su propio sustento y honrar como servidor al gobierno presidido por el jefe rey. El conejo se sorprendió sobremanera, pero de inmediato acudió donde su maestro que oportunamente dio respuesta al comunicado logrando no solo justificar la ausencia del conejo en las labores de la selva sino que logró que el señor gobernador lo vinculara como escritor de columnas de opinión y literatura en el gran periódico de la selva que se había convertido en un diario muy leído e importante.
El conejo que había adquirido una rigurosa formación ética y moral y una formación filosófica que le permitía ver claramente los objetivos altruistas de la vida, decidió escribir su primer texto a manera de reflexión crítica sobre el comportamiento de los lobos que tenían tan mala imagen ante los hombres, y que eran temidos por sus congéneres de la selva, y tan mal reputados por andar comiéndose a las abuelas del bosque y a las niñas que frecuentaban esos dominios; escribió tan fuerte que la comunidad de lobos se pronunció enérgicamente con manifestaciones y protestas a las que se unieron las hienas en pareja y los zorros y zorras, y uno que otro perro callejero. La reacción del león fue inmediata y sin contemplación alguna recriminó al conejo y le dejó la orden perentoria de escribir sobre temas menos ácidos y comprometedores, pues era urgente aprender que el gobierno debía tener consideración con sus aliados y los lobos eran sin duda garantía de seguridad en caso de invasión o de guerra pues su astucia y valor, eran apreciados por el aparato de defensa de la selva y poco importaban los otros comportamientos.
Entonces el conejo optó por el tema filosófico y decidió escribir sobre por qué el caballo no era el mejor amigo del hombre y se daba este honor al perro, y, argumentó que el caballo ha estado al lado del hombre en todo momento y le ha ayudado a ganar guerras, conquistar naciones, recrearse, avanzar industrialmente, ha sido medio de carga, de transporte, y en los últimos tiempos objeto de millonarias negociaciones, en fin, el caballo ha hecho infinitos méritos, no ladra ni muerde a sus amos, y no es justo que el perro por fungir de guardián, acompañar en sus horas de soledad a las señoras, ser compañero de sueños y mascota se lleve solo tantos honores. Pero de nuevo el artículo causó protestas muy airadas, y de nuevo, vinieron manifestaciones desde el gremio cuadrúpedo afín, así que los lobos otra vez aullaron, las hienas mostraron sus tétricas sonrisas, los perros dieron el ultimátum al gobierno y exigieron la inmediata salida del conejo y su reintegro a las labores pesadas de la selva. Pero de nuevo el maestro, el señor búho, intervino y el conejo logró conservar su puesto en el diario, bajo la promesa eso sí, de escribir de temas de mayor interés para el gobierno y la ¨zoociedad¨ selvática.
Entonces el conejo optó por el tema didáctico e investigativo y produjo un texto sobre la clasificación que después de muchos estudios y pruebas y procedimientos arrojó como resultado que entre los diez animales más inteligentes se encontraba en primer lugar el chimpancé, luego el delfín, los elefantes, el mono Rhesus, la rata, y en fin. Pero de nuevo el gremio de perros se pronunció y esta vez a través de su sindicato movió masas e influencias y logró que aquellos animales que no estaban en la lista de los más inteligentes pero que siempre se habían considerado como privilegiados por serlo, manifestaran total rechazo a la escritura del conejo y a su condición. La paciencia del león se agotó, y el maestro no quiso correr ningún riesgo y prefirió dejar al conejo a su suerte, pero el maestro murió a los pocos días, no soportó la afrenta a la que seguramente sería sometido por haber educado al conejo en tan estrictos valores.
El conejo fue separado del cargo, confinado a los duros trabajos de la selva, pero el presidente del sindicato de perros se enteró de que en las selvas vecinas los escritos del conejo eran muy apreciados y leídos, lo mismo que en los dominios marinos, así que le propuso al león hacer una antología con los escritos del conejo para ser distribuida en las selvas vecinas e incluso en los altos círculos sociales de su propia selva.
La edición fue todo un éxito de ventas, el sindicato de perros llenó sus arcas, el león obtuvo grandes impuestos, los caballos algunas regalías, a los chimpancés se les condecoró en acto privado, a las ratas se les asignó permiso para vivir en la ciudades junto a los hombres, a los delfines se les concedió visa de trabajo para los grandes parques acuáticos y se declaró que los hombres eran los animales más inteligentes.
El conejo fue declarado animal no grato, y se le recriminó por aumentar su descendencia como plaga; sus derechos de autor fueron negados por el consejo superior de animales que consideró que los escritos del conejo eran un plagio y pertenecían al patrimonio inmaterial de la selva.