SINOPSIS

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 No se puede detener el presente, ni tampoco rebobinar el pasado. El único modo dellegar a conocer el secreto... es darle al PLAY. 

Clay Jensen es un adolescente como cualquier otro que encuentra, al llegar un día acasa, una misteriosa caja sin remitente dirigida a su nombre. El contenido no esotro que una serie de cintas de grabación, siete en total, que parece haberleenviado Hannah, una compañera de clase que no hace ni dos semanas que se hasuicidado. A pesar del desconcierto que supone volver a oír la voz de Hannah, Claydescubrirá que son trece las razones por las cuales ha decidido quitarse la vida,trece caras de casete y que, por ello, son trece las personas que deben escucharlas.Él es una de ellas. —Es un juego muy sencillo: primero las escuchas, luego laspasas— dice Hannah en la primera cara. 

¿Qué razones son esas y qué tiene que verél con ellas? A lo largo del día, Clay se irá obsesionando con las grabaciones y hastarecorrerá la ciudad con un mapa que ella misma le ha proporcionado. 

Pero he aquíun viaje distinto del esperado, un viaje donde el punto de llegada es precisamente elmismo que el de partida y en el que solo hacen falta unos nuevos ojos para verlotodo como por vez primera. Hannah irá desgranando poco a poco su vida en unintento de poner de manifiesto las consecuencias, grandes o pequeñas, de las cosasque hacemos y dejamos de hacer, y que cambian el mundo a veces sin darnoscuenta.   

  —¿Señor? —me repite ella— ¿Cuánto le gustaría que tardase en llegar?Froto dos dedos, con fuerza, sobre la ceja izquierda.

 El latido se ha vueltointenso.—No importa— digo.

 La empleada coge el paquete. La misma caja de zapatos que estaba en miporche hace menos de veinticuatro horas, envuelta de nuevo en una bolsa depapel marrón, sellada con cinta de embalar transparente, exactamente igualque la había recibido yo. 

Pero ahora está dirigida a un nombre nuevo. Elsiguiente en la lista de Hannah Baker.—La docena del panadero1 —murmuré. Después me siento asqueado por tansiquiera haberme dado cuenta de eso.

 —¿Perdón?Niego con la cabeza.

 —¿Cuánto es?Deja la caja sobre una alfombrilla de goma y marca una serie de números enel teclado.

 Dejo mi café de gasolinera sobre el mostrador y miro para la pantalla. Sacounos cuantos billetes de la cartera, busco unas monedas en el bolsillo y dejoel dinero sobre el mostrador.—Creo que el café aún no le ha hecho efecto —dice ella—.

 Le falta un dólar.Le tiendo el dólar que faltaba y después me froto los ojos para quitarme elsueño. El café esta tibio cuando le doy un sorbo, lo que hace que sea másdifícil tragármelo. Pero necesito despertarme de alguna forma.   

  O quizá no.

 Quizá sea mejor pasar el día medio dormido.

 Quizá sea la únicaforma de ir pasando el día de hoy. 

—Debería llegar a esta dirección mañana— después deja caer la caja dentrode un carrito detrás de ella. 

Debería haber esperado a salir del instituto. 

Debería haberle concedido a Jenny un último día de paz.

 A pesar de que no se lo merezca.

Cuando llegue a casa mañana, o al día siguiente, se encontrará un paquete enla puerta.

 O si su madre, o su padre, o cualquier otra persona llega primero,quizá se lo encontrará sobre la cama. y se emocionará. Yo estabaemocionado. ¿un paquete sin remite? ¿Lo habrán olvidado, o será hecho apropósito? ¿será quizá, de un admirador secreto?—¿Quiere el tique? —me pregunta la dependienta. 

Meneo la cabeza.

 Una pequeña impresora saca uno de todas formas. 

Miro como arranca elpapel contra el plástico en forma de sierra y lo tira a una papelera.

 solo hay una oficina de correos en el pueblo. 

Me pregunto si esta mismaempleada habrá ayudado a las otras personas, de la lista, a los que recibieroneste paquete antes que yo. 

¿Habrán conservado el tique ir modo deenfermizo recuerdo? ¿Lo habrán guardo en el cajón de la ropa interior? ¿Lohabrán clavado en un tablón de corcho?Casi le pido que me devuelva el tique.

 Casi digo:—Lo siento, ¿podría dármelo? —de recuerdo.Pero si quisiera tener un recuerdo, podría haber hecho copias de las cintas oguardado el mapa.

 Pero no quería volver a escuchar nunca más esas cintas, apesar de que su voz no abandonará nunca mí cabeza. 

Y las casas, las calles yel instituto siempre estarán ahí para recordármelo.

 Ahora está fuera de mi control.

 El paquete está de camino. Salgo de la oficinade correos sin el tique.

 En algún lugar profundo bajo mi ceja izquierda, la cabeza todavía me late.

 Cada trago que tomo tiene un gusto amargo, y cuanto más me acerco alinstituto, más cerca estoy de desplomarme.Quiero desplomarme.

 Quiero caer allí mismo sobre la acera y arrastrarmehacia la hiedra.

 Porque justo detrás de la hiedra la acera hace una curva,siguiendo la parte exterior del aparcamiento del instituto.

 Pasa a través deljardín delantero y se mete dentro del edificio principal.

 Lleva hasta laspuertas principales y se mete por un pasillo, que continua serpenteandoentre hileras de taquillas y clases a ambos lados, para acabar entrandopor la puerta siempre abierta para la primera clase. 

En la parte delantera del aula, de cara a los alumnos, estará la mesa del señorPorter.

 Él será el último en recibir un paquete sin remite. Y, en medio de lasala, a un pupitre a la izquierda del de él, estará el pupitre de Hannah Baker.

 Vacío.  

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⏰ Last updated: Sep 19, 2017 ⏰

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