Nuestro Escondite

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– ¡Deku, deja de ser tan lento y apresúrate!

– Ya voy, Kacchan.– Contestó con cansancio mientras tomaba un respiro.

– ¡No te veo moviéndote! – Dijo al menos unos 10 pasos más adelantado al de rizos verdes, haciendo que este suspirara antes de continuar siguiéndole.

No se encontraban muy lejos, habían entrado al bosque en donde solían jugar o aventurarse con los amigos de Kacchan. A veces él le pedía que lo acompañara sin ellos, como en esta ocasión, teniendo que seguirlo mucho más allá de la zona en donde acostumbraban a reunirse.

Con solo apartar algunas ramas del camino, el rubio logró llegar al lugar indicado: una pequeña cueva junto al río, con algunas rocas que en anteriores visitas habían amontonado y con las que jugaban al tirarlas al río. El muchacho dejó su mochila en el suelo mientras Deku terminaba de llegar y se asomaba con curiosidad.

– ¿Qué trajiste?

– Algunas cosas para jugar. No preguntes mucho.

– ¿Y a qué jugaremos? - Preguntó ahora más animado.

– Te dije que no preguntes mucho. Ten, ponlas allá.– Ordenó mientras le daba algunas flores, las había recogido mientras esperaba al pecoso. El otro le miró sin entender, Kacchan no era del tipo de persona a la que le gustaran las flores, pero sería mejor si hacía lo que le pedía. Fue hasta la entrada de la cueva y colocó el ramo desbaratado sobre una gran roca, volteando a ver a Kacchan mientras este sacaba una gran sábana blanca de su mochila.

– ¡Oh! ¿Haremos un picnic? – Trató de adivinar con una gran sonrisa, haciendo que el otro frunciera el ceño y lo intimidara con su mirada.

– ¿En verdad quieres saberlo tanto, nerd? – Parecía que se contenía para no gritarle por impaciencia. El niño esta vez solo respondió asintiendo con su cabeza.– Supongo que no tiene sentido ocultarlo si ya haremos toda esta tontería aquí.– Murmuró para luego acercarse con la sábana en manos y un notorio enrojecimiento en su rostro, parecía que mientras más rojo se pusiera, más arrugaba su frente.

– Sabes que eres un llorón, un inútil y un bueno para nada ¿cierto? No puedes cuidarte ni defenderte por ti mismo.

El chico de ojos inocentes parpadeó un par de veces confundido, llevando la mirada al suelo ante las súbitas ganas de llorar ¿Para eso lo había traído? ¿Para burlarse el día de hoy a su gusto y de forma más personal? Apretó el borde de su camisa y sus labios, tratando de no sucumbir a las lágrimas tan pronto.

– Es por eso... que decidí que de ahora en adelante yo te cuidaré y te obligaré a aprender a como defenderte.– Con esa extraña frase, Izuku se atrevió a elevar su mirada, pero fue tapado repentinamente por la sábana que el otro había colocado sobre su cabeza.– Es por eso que tomaré la responsabilidad y me c-casaré contigo ¿Entendido? Nadie más tendrá derecho a molestarte. Solo yo.–Dijo con determinación y aún más ruborizado mientras el otro buscaba destaparse rápidamente para verlo y comprobar que esto no era una broma.

– ¿E-eh...? P... Pero Kacchan, nosotros...

– Te dije que ya está decidido ¡¿Ok?! - Decretó sin verle a los ojos y contagiando a Izuku de aquel tono rojizo en sus mejillas. El silencio se hizo presente entre ambos hasta que Kacchan volvió hasta donde estaba su mochila, sacando unas cuantas cosas más.

El corazón de Izuku no dejaba de latir con rapidez, sintiendo una emoción que no conocía hasta ahora, algo más sobrecogedor e impresionante que cuando su madre le compraba mercancía nueva de All Might. El pensaba que Kacchan era genial y maravilloso, lo más cercano a un héroe de lo que había estado jamás, pero nunca lo había considerado de otra forma además de un amigo y un ejemplo a seguir... o al menos no se había dado cuenta de ello hasta ahora.

Nuestro EsconditeWhere stories live. Discover now