Hola. Sé que no hemos hablado desde aquella discusión, aquella en la cual no dejaste de llorar. Quería decirte que lo siento, no sabía el dolor que nos causaría firmar un tonto contrato para cumplir nuestros sueños.
¿Recuerdas ese día? Venías vestido con unos jeans oscuros y camiseta roja, no creía que al fin seríamos una banda famosa, nos patrocinarían, nos amarían millones de personas. Era perfecto. Hasta que nos dijeron que tendríamos una “barba”; recuerdo que nos lo explicaron millones de veces porque no entendíamos bien la definición.
Ese día, cuanto daría para que jamás existiera. No sabía que pronto se volverían en amenazas. No lo sabía, Harry. Y si lo podría haber entendido te juro que no te habría hecho firmarlo. Todo ocurrió por un momento de ambición en nuestras venas, se sentía tan bien ser reconocido al principio, cuando todavía había lugares en cuales mostrarnos nuestro amor. Cuando las cámaras eran cosas pequeñas y tan sólo cuando estábamos en entrevistas.
Recuerdo ese día como la palma de mi mano, porque fue el peor de todos.
Ese día estabas nervioso, me tomabas de la mano mucho y me dabas besos en la comisura de mis labios. Yo sólo podía sonreír como bobo ¡Qué tonto fui! Éramos apenas unos niños, aunque sea eso parecíamos, tus ojos brillaban tanto que parecía que miraras al propio sol.
Llenabas tus bolsillos con tus manos y caminabas un poco extraño; seguro que era de lo nervioso que estabas. Eso me explica demasiadas cosas. Mirabas unas cuantas veces a tú celular esperando a que tu madre contestara el mensaje que le habías puesto, era gracioso pensar que tecleaste: “Mamá, al fin seré famoso. Estoy en la sala de espera de lo que podría ser mi trabajo”.
Te notabas tan feliz.
Pero no lo estabas.
Cuando pasamos, la chica que al parecer era la recepcionista o secretaria, nos miró con asco y después nos abrió la puerta. Te mordías el labio hasta el punto de dejarlo completamente blanco, mirabas al frente sin dar vuelta atrás, era como si al ver atrás te marcharías. Me hubiera gustado que miraras atrás. Pero no lo hiciste. Entramos completamente y llegamos a ver a un tipo que parecía llegar a la crisis de los 40, tenía una mirada felina.
Como la de un gato, o algo así. Nos pidió que firmáramos, pero no fui tan bobo en ese tema. Leí el contrato al derecho y al revés, lo único que encontré fue el término “Barba”. Cuando terminaron de explicarnos, nosotros decidimos firmar.
Aunque el principio no nos agradó la idea. Te convencí porque decía que serían citas frecuentes sin ningún toque cariñoso, o algo que haga pensar que se tienen demasiado cariño, como si fuese algo pasajero. Ojalá lo hubiera sido. Y así empezó nuestra historia. ¿Lo recuerdas Harry?