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No es una odisea espacial

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Más allá de los cristales estaban las estrellas.

Y los planetas, y cuerpos flotantes, rocas que iban a la deriva, y meteoritos y un montón de cosas tan incontables a veces que le daba jaqueca cada vez que trataba de darle sentido a la inmensidad por la que navegaba su pequeña nave.

_ ¿Cómo están las cosas por allá? – preguntó con cierta resignación. Al principio participar en aquella misión le había subido los ánimos, pero al ver con quién tendría que compartir su cabina la alegría de recibir una promoción se había desintegrado casi por completo.

La pelirrosa en la pantalla le sonrió de manera amable y comprensiva, como si supiera lo que Menma pensaba en ese momento. ¿Era tan obvio en su cara? Le gustaba creer que tenía una buena cara de póker.

Era uno de esos días en los que Sakura pasaba por su casa a hacer limpieza y a asegurarse de que todo estuviera en orden. Siempre llamaba a Menma a eso de las 3:00 pm (horario de Japón en la tierra, por supuesto) para que pudiera ver la sala de su casa y sentir su ola de nostalgia semanal. Junto al sofá estaba la aspiradora que había comprado seis meses antes de partir hacia la misión. Su amiga había terminado hacía unos minutos y tomaba como refrigerio, según lo que Menma podía ver en la mesita, una limonada y unas galletas de chocolate.

Menma se recostó en su silla y cerró los ojos un momento. El zumbido del panel de controles frente a él era lo único que podía escuchar en la cabina además de la voz de Sakura.

_ A Kiba le asignaron trabajo de escritorio otra vez. Puedes adivinar que no está muy feliz. – Eso hizo que el pelinegro bufara – El departamento médico ha estado un tanto ocupado ahora. Hay un virus en una región al sur de África que necesita todo el personal disponible para su estudio. – La pelirrosa suspiró largamente y le dio un sorbo a su bebida – Muchas cosas que hacer, como siempre.

Menma entreabrió los ojos cuando el silencio se extendió por más de diez segundos. Sakura le sonrió con cierto retintín de astucia.

_ ¿Y Charasuke?

_ Ugh.

_ No me digas que siguen llevándose mal... - Empezó a decir con exasperación. El pelinegro sacudió la cabeza y chasqueó la lengua.

No era tan así.

_ Estamos... Mejor.

Aunque aquello era bastante relativo, en su opinión.

Las cosas hubieran resultado mucho más llevaderas para su salud mental si nunca hubiera accedido a la "camaradería" que Charasuke le había propuesto. ¿De verdad el contramaestre de la nave tenía que llevarse bien con el capitán? No creía que fuera absolutamente necesario. Oh, pero no era como si Charasuke tuviera una pisca de sentido común para esas cosas.

Pero la carcasa de Menma se había resquebrajado poco a poco con el pasar del tiempo, con el trabajo que debían hacer juntos; y por supuesto, con ese incidente en la Luna donde casi se muere... Aunque era mejor no pensar en que Charasuke le había salvado la vida.

Eso, realmente, había sido lo que le había ablandado el corazón más que nada. Menma podía ser el Hijo de Puta Rey de los Hijos de Puta, pero su corazón se volvía una cosa hecha de gelatina cuando alguien hacía algo por él sin esperar nada a cambio. Era...

Ugh. Era indescriptible.

Todavía recordaba el primer día.

Charasuke se había sentado en su silla de comando, a la derecha de la suya. Se había girado hacia Menma después de asegurar su cinturón y de inspeccionar brevemente el tablero de los controles, con una sonrisa prendada en los labios y una lucecita de alegría en los ojos, pero en el instante que iba a abrir la boca Menma lo había interrumpido.

No es una odisea espacialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora