Soy quien va a abrir con la primera historia del libro. Es un privilegio poder compartir con alguien mis experiencias más vergonzosas. Tranquilos, nadie me ha obligado a estar escribiendo esto. Estoy aquí por propia voluntad. Pero antes de empezar quisiera hacer una introducción general sobre mi y lo que contaré en breves.
Soy Liana, mi apellido es irrelevante y mi edad poco interesante. Soy una chica aficionada a la poesía, enamorada de las líricas y cegada por la música. Suena trágico lo que digo pero es un poco por esa misma razón. No me habría acercado jamás a lo que soy en este momento de no ser por mis trágicos dramas con la música. El elemento más determinante de lo que soy. Con el tiempo y muchísimos tropiezos me dí cuenta de que no servía para tocar instrumentos. Mi nata torpeza me lo mostró claramente en varias ocasiones. Pero mi pasión por las melodías no iba a morir solo por no poder ejecutar un instrumento (NOTA: se me vino a la mente como fusilaban a un montón de instrumentos. Por lo dela ejecución. Como advertencia, suelo dejar notas así en todo lo que escribo). Por eso empecé a componer letras, a escribir y descargar cada sentimiento que llevaba dentro mío en forma de rimas. También les daba ritmo y hasta las cantaba. Así fue cuando me enteré que mi talento musical no eran los instrumentos, sino mi propia voz.
Ese fue el comienzo de mi carrera como vocalista. Con el apoyo de mis padre siempre pude hacer algo mejor con mi talento y reventarlo al máximo posible. Fui a institutos de canto durante años y me perfeccioné en el arte de la voz. Pero mi talento era nato, según mis padres muchos profesores. Como si hubiera nacido con la voz armoniosa, como si mismos ángeles hubiesen hecho mis cuerda vocales. Los halagos siempre eran presentes cuando cantaba en lugares públicos y con gente de mi entorno. Pero mi mayor inhibición no fue mi vergüenza o mi miedo a desafinar, sino mi propio aspecto físico. Era obesa, no muy alta, demasiado blanca, pálida como si siempre estuviese enferma, mi cabello corto y rojizo, mis pecas que iban desde la parte baja de mis pómulos hasta casi mis cejas, mi pasión las bandas del estilo de My Chemical Romance o Panic! At The Disco, junto mi amor por los libros y mis calificaciones sobresalientes. Mi forma física no me impedía hacer amigos, pero sí le daba pie a las burlas y los chistes demasiado groseros. En la escuela era siempre el centro de burlas de las mismas niñas que se creían mejores que todas, junto con los idiotas de siempre que formaban parte del grupo popular en donde le soltaban mierda a todos a las espaldas. Junto con algunos abusos físicos que eran nulos, pero eran presentes. A veces me daba miedo ir a la escuela por eso, pero no sólo en la escuela. En el instituto también estudiaban algunas chicas muy parecidas a las de la escuela, pero solo en su personalidad podrida y narcisista. Al parecer estaban un poco demasiado celosas por el talento que yo tenía en el canto. Por lo que siempre me molestaban, lanzaban mis partituras al suelo o las rompían.
Por culpa de eso vivía triste, pero siempre aferrada a la música y a lo que mejor sabía hacer: Cantar y escribir letras. Entonces tenía una forma de descargar mis más horribles sentimientos, pensamientos pesados y hasta las lágrimas. Todo se iba directo a mi diario de letras en donde anotaba todas las canciones que hacía (NOTA: era como mi pequeño laboratorio donde le daba vida a cosas inanimadas como lo son las letras y las canciones. Era divertido, liberador y relajante. Me encantaba en todo sentido). A pesar de ser siempre excluida y no ser demasiado querida por los chicos en general, tenía amigos. Los rechazados nos uníamos para no morir de soledad. Eramos tres, casualmente amantes de la música y artistas de corazón. Kenny, un chico con un corte de cabello muy extravagante, como una resta pero que no era demasiado alta ni era corta. Con unas manos prodigiosas para la percusión, tenía una velocidad impresionante golpeando los tambores y era digno de todo elogio relacionado con la rítmica. Era un poco cabezón, con contextura de que había estado entrenando por un tiempo en algún gimnasio o algo, siempre usaba pantalones rasgados y ropa oscura, además de tener varias perforaciones. Una en el labio, los dos lóbulos de las orejas, la ceja izquierda y con un collar con un triángulo de Harry Potter. Nunca me había gustado Harry Potter pero Kenny era muy fanático de los libros y las películas, en ese orden. Luego estaba Dany, un muti-instrumentista muy prodigioso con la música pero horrible cantando. Era alto, más o menos medía un metro ochenta, con un bigote que mantenía muy bien pero no demasiado tupido. Risos bien formados que le caían desde la cabeza por la frente y terminaban a la altura del ojo izquierdo. Con unos lentes de armazón finos y dorados, redondos, que le daban un estilo particular a su forma de vestir que era muy acertada para su personalidad. Sabía tocar muchísimos instrumentos, pero su principal arma musical era la guitarra eléctrica. Ese muchacho era todo un experto creando melodías profundas o agresivas o mezclandolas con un estilo un poco disco que le quedaban muy bien. Sumando efectos que le daban aún más consistencia a los riffs y arpegios que hacía.
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El Club De Los Engañosos.
Non-Fiction¿Cansado/a de odiarte a ti mismo? ¿Harta/o de la depresión? Pues si no puede con ellos: ¡Uneteles! En el libro que leeras vas a aprender a odiarte un poco menos. Leyendo metáforas y comparaciones absolutamente absurdas. Con esto tenemos planeado qu...