De Jean, para Marco.

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Me llamo Jean. Jean Kirchtain. Ingresé en el ejército para la lucha contra los titanes. Como muchos de los cadetes, enfrentarles no era mi objetivo. Mi objetivo era la supervivencia. Ingresaría en la milicia y aseguraría mi propia vida.

Eso es lo que yo quería. Pero sin apenas darme cuenta, mi objetivo cambió totalmente.

Conocí a mucha gente, parte de ellos ahora son mis compañeros. La otra parte...lo fueron en su día.

Tenía un amigo. Uno en especial. Era mi mejor amigo. No...es mi mejor amigo. Su nombre era Marco Bott. Él quería entrar en la milicia, como yo. No era uno de esos suicidas que enfrentarían a los titanes directamente fuera de las murallas.

Sin embargo, era valiente. Es por él que ahora he escogido el mismo camino que esos suicidas. Es por él que ahora tengo el coraje para luchar.

No puedo evitar temblar al ver a esos monstruos. Pero entonces, miro mi espada. Es como si oyese las palabras de Marco en mi cabeza. "Jean, tú eres una persona fuerte". Siempre decía ese tipo de cosas.

Recuerdo mis últimos días con él. Todo el mundo estaba asustado. Se decía que había un titán entre nosotros. Ni siquiera nosotros comprendíamos bien cómo Eren había conseguido hacer eso. Sin embargo, el más tranquilo de todos era Marco, sin duda alguna. Incluso trató de calmar a algunos soldados al borde de la desesperación.

-Marco...-Me acerqué a él en un momento de más calma- ¿Por qué estás tan tranquilo?

-Se trata de Eren, ¿no? -Contestó esbozando una sonrisa- No entiendo lo que está pasando pero... él no puede ser peligroso

-¿Cómo puedes estar tan seguro?

No es que no confiase en Eren. Le había visto pelear. Pero ese extraño poder era aterrador. Por mucho que pensase en la personalidad natural de Eren, la palabra "titán" se anteponía en mi mente.

-Dijo que quería ingresar en el equipo de exploración y matar a todos los titanes.

Me sorprendió la fe que Marco tenía en Eren. En una situación como ésta, no era normal reaccionar con tal raciocinio. No dije nada más. Me limité a permanecer sentado a su lado, pensativo. Marco soltó una pequeña risa, le miré extrañado.

-¿Estás preocupado?

¿Lo estaba? Ni yo mismo estaba seguro de ello. Era una mezcla de miedo e impotencia. Y el caos que reinaba en las calles no ayudaba. Miré a Marco, que estaba limpiando el mango de su espada. Realmente le gustaba mucho. Incluso había marcado una "M" en ella.

-Asegúrate de no perderla -Dije, mostrando una leve sonrisa

Marco sonrió.

-Es mi favorita-Señaló la "M" que había marcado-Pero ésta te la daré a ti.

-¿Qué?-Le miré extrañado

-Es de la suerte, te vendrá muy bien

-Pero...

-Te la daré -insistió- Quiero que la tengas tú. El día en que vayamos a las murallas interiores, será tuya.

Eso fue lo que me dijo aquel día. Y la obtuve. Fue el día en el que Eren selló la entrada del muro. Mi mente entró en shock al ver su cadáver. No podía aceptarlo. Él no podía morir. Ahora no. Estábamos a punto de entrar a la milicia. Me negué a aceptar que ese cadáver le pertenecía. Mis ojos se desviaron a su espada. Tuve que enfrentarme a la cruel realidad. La cogí con mis temblorosas manos. Debería habérmela dado el día predicho. ¿Por qué no estabas ese día para dármela? Si hubieses sobrevivido, estaríamos junto al rey, llevando una buena vida.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Eché a correr, no sabía muy bien hacia dónde. Los cadáveres se extendían por las calles, y el color rojo teñía los suelos. Corrí, corrí...no sabría decir durante cuánto tiempo lo hice. Tropecé, cayendo de bruces al suelo. No me levanté. No fui capaz. La fuerza me había abandonado por completo. Golpeé el suelo con lo poco que me quedaba de ella. Grité con todas mis fuerzas tu nombre, como si esperase que pudieras oírme desde algún lugar del cielo. Pero eso no hizo que regresaras. Me levanté, con mis piernas temblando. Miré hacia arriba.

-¿Por qué?...Se supone que deberías estar aquí... ¿A dónde has ido?

La espada de Marco cayó al suelo repentinamente. Estaba seguro de haberla colocado bien.

-No llores. Tú eres una persona fuerte, Jean.

Volteé al oír esa frase. Pero no había nadie. ¿Estaba empezando a delirar? Realmente pensé que iba a volverme loco. Miré la espada y...lo consideré una señal.

El último mensaje de Marco para mí.

Ahí fue cuando empecé a dudar de qué camino escoger. Marco me dijo una vez que era un gran líder, y que le había salvado la vida.

-No he sido capaz de salvarte...-Balbuceé, empapando de lágrimas su espada-...ni siquiera podré contar lo valiente que fuiste en tus últimos momentos.

Nadie le vio morir. Comencé a odiar a los titanes. Comencé a pensar en las miles de personas que habían tenido un final como el de Marco. Un final que no merecían.

¿Realmente debería irme a las murallas interiores después de que hubieran asesinado a mi mejor amigo? Quería hacerlo. Realmente quería. Pero si lo hubiese hecho, jamás me lo habría perdonado. No quería decepcionar a Marco. Quería demostrarle que, a pesar de que nadie le vio morir, su muerte no había sido en vano.

Los días pasaron, y cada vez estaba más y más confundido. Estaba seguro de que no duraría ni un asalto si salía ahí fuera. Llegó el día de la incineración de los cadáveres. Mi cuerpo tembló al estar frente a lo que quedaba de Marco. Sus huesos llegaron hasta mis manos. En realidad...ni siquiera sé si eran suyos.

"Jean, eres un gran líder"

"Si no hubiese sido por ti, habría muerto"

Su voz resonaba en mi cabeza incesantemente. Fue ahí donde lo decidí. Vivir odiándome a mi mismo o morir haciéndole frente a aquellos que mataron a Marco. La respuesta era clara, ¿no? Seguramente muchos me tomaron por loco.

Así es como llegué hasta aquí. Sigo vivo, aunque no sé muy bien cómo. Antes de cada batalla, beso la espada de Marco, pidiéndole que me desee suerte. Seguramente está en algún lugar ahí arriba dándome todo lo necesario.

Siempre fuiste una persona muy amable. Incluso ahora estás protegiéndome. A pesar de que yo no fui capaz de hacerlo. Sé que conseguiremos nuestro objetivo. Muera o no en el proceso, lo conseguiremos. Crearemos un mundo en el que no hayan más muertes como la tuya.

Hey, Marco... ¿Puedes verme? Lo estoy dando todo.

Deséame suerte.

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