Y ahí estaba otra vez él, un lobo solitario y con la mirada perdida, viendo las estrellas...
No, no eran las estrellas las que veía. Era La Estrella, aquella a la que una vez amó y todavía quiere...
Pero sabe que ya no es para él, que esa estrella ama a otro ser y es feliz. Y en el fondo, eso alegra al lobo que vuelve a desaparcer en la oscuridad de la noche, la felicidad de la estrella es lo que siempre le importó.