Prologo.

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—Y es por eso que hemos decidido que lo mejor será tomar caminos separados. —Dijo el hombre de traje azul frente a la chica de cabello negro que lo miraba con una ceja alzada.

—Fingiré que te creí ¿Qué sigue? —Sin embargo ella sabe las verdaderas razones. La compañía de su padre quebró y no quiere cargas que lo distraigan e impulsen a perder más dinero. Había visto los pasajes en avión que su progenitor compró para irse lejos de Kortenza esa misma tarde.

—Me marcharé un tiempo y cuando logre aclarar mis ideas regresaré con ustedes. —Acarició la mejilla de su hija y revolvió su cabello con fingida simpatía. —Vamos, Cab. Comprende que será lo mejor para tu madre y para ti si me alejo un tiempo.

—Mientras no nos quiten la casa supongo que está bien que te vayas fuera del país. —Soltó para después darse la vuelta y dirigirse a su habitación. Honestamente no le sorprendía nada de lo que iba ocurriendo. —Ten un buen viaje, pá. —Soltó sin darse la vuelta.

Iba a tener estabilidad económica con sólo su madre, ya que su progenitora trabajaba de contadora para una empresa bastante decente y Caleb Balaguer, más conocida como Cab, pasaba sus tardes en un establecimiento de comida rápida vendiendo pollo frito. Lo que ella ganaba junto a su madre les serviría para mantenerse perfectamente, Kortenza no era un lugar de grandes precios.

Se recostó en su cama a ver el techo. Nada muy triste venía a su cabeza ya que su padre nunca estaba en casa y no se quedaría en la calle ni tendría que mudarse. No, en verdad nada triste que la preocupara entró a su cerebro mientras meditaba. Lo que sí sabía era que no quería cruzarse con ese hombre, así que esperó unas horas hasta que tuvo la certeza de que él ya había abandonado la casa para salir de su habitación e ir a su lugar feliz. Su pequeño estudio.

La pequeña familia Balaguer constaba de dos miembros actualmente, que solían ser tres y hacía dos años eran cuatro. La abuela de Caleb era parte esencial de esa familia y realmente adoraba a su única nieta cómo a su propia vida. Es por eso que al fallecer dejó un terreno casi minúsculo al lado de la casa de Caleb a su nombre para que su niña haga lo que quiera. Y eso hizo. Con ayuda de su madre y sus ahorros el terreno cobró la forma de un estudio con suficientes recursos para que pueda realizar grabaciones musicales en el primer piso y un pequeñísimo estudio de baile en el segundo. Y aunque era muy pequeño, era suficiente para ella.

Es ahí dónde tiene algo que agradecer a su progenitor.

Su padre trabajaba en una compañía productora que intentaba alzar a artistas locales. Lamentablemente Kortenza es una isla hispanohablante demasiado pequeña y los artistas de ahí no conseguían llegar demasiado lejos. A pesar de eso, Caleb también quiso producir y escribir desde pequeña y con ayuda de su pequeño estudio comenzaba a tener esperanzas de lograr algo en su vida.

Se la pasó en aquel pequeño lugar el resto de la tarde y hasta un poco entrada la noche, escribiendo un par de letras mal hechas y de inmediato botándolas a la basura que de a pocos se llenaba de bollos de papel

—No puedo. Me rindo. Soy una inútil. —Dijo frustrada golpeando su cabeza repetidamente contra el escritorio. Mas de pronto una señal llegó, sonó el timbre. Se levantó de su silla giratoria y caminó a la puerta sobando su frente por los golpes para después abrirla encontrándose con un hombre trajeado que no se veía contento.

—¿Caleb Balaguer? —Preguntó en dirección a la desaliñada chica.

—La misma.

—Necesito hablar contigo. —El hombre sin ningún permiso entró al desordenado estudio y se sentó en un pequeño sillón que ahí había.

—Le ofrecería algo para comer o tomar, pero no es mi casa... ¿Qué quiere decirme? —Preguntó algo brusca.

—Tu padre es Sam Balaguer ¿Verdad? —Caleb asintió sentándose de nuevo en su silla giratoria, dándole la vuelta hasta quedar frente al hombre. —¿Alguna vez te comentó sobre DG Ent? —Ahora negó mirando con algo más de atención al hombre. —Tiene una deuda de quince millones con nosotros. —Y fue así como la pobre pelinegra perdió todo color en el rostro mientras que este era adornado por una mueca de sorpresa absoluta. —Por eso huyó de Kortenza hoy, tenía que alejarse de nosotros o comenzaríamos a tomar medidas contra él. Ahora no sabemos su paradero pero necesita saldar esa deuda.

—¿Y yo que tengo que ver aquí? —Preguntó sin poder salir del todo de la sorpresa que el hombre le acababa de dar.

—La vas a saldar.

—¿Que yo qué?

—Verás —Dijo acomodándose en el sillón. —Aunque tu padre nos debe demasiado dinero, el jefe es alguien simpático y lo último que quiere es dejarte a ti y a tu madre en la calle, así que consideró más opciones que sólo quitarles todo lo que tienen.

—Lo escucho.

—Vendrán siete muchachos desde Corea del Sur, niña —Comenzó a decir —, por un programa de intercambio durante seis meses. Estos niños tienen suficiente potencial como para crecer como artistas, por eso, en nombre de tu fracasado padre tú tendrás que volverlos un grupo y conseguir que hagan... Algo útil. Sabrás quiénes son cuando los conozcas. —Indicó. —Así cuando se vayan en seis meses podremos vender su contrato a otra compañía y listo; deuda saldada. 

—Y si no lo hago qué-

—Tendremos que quitar tu casa, poner demandas y aún faltaría dinero para poder rendir todas las cuentas.

—¿Esto no es con un contrato formal? —Preguntó. Y en efecto, el hombre sacó un portafolio con unos papeles dentro. La chica lo tomó entre sus manos y comenzó a leer todo lo que decía. Estaban las pruebas de transacciones de su padre, movimientos bancarios y por supuesto el contrato.

—Entonces...

—¿Me enviarán un profesor por este mes para que pueda hablar coreano? ¿Es en serio? —Preguntó escéptica sin dejar de leer el papel.

—Lo es.

—Bien, parece que serán mis vecinos e irán a mi escuela... —Terminó de leer todo, letras pequeñas incluidas y tomó su bolígrafo.

Pensó.

No tendría tiempo para hacer nada más que cosas de la escuela y aquellos chicos. No podría pasar tiempo con su madre. No podría...

—Piensa que si ellos se vuelven alguien por la vida, sería gracias a ti. No te desacreditaremos lo que hagas y tú puedes crecer como productora musical con sólo diecisiete años, Caleb.

Y esas palabras fueron suficientes para que tome su bolígrafo nuevamente y pinte su firma en el final del papel.

Pero lo que el hombre no mencionó es que estos muchacho se creían a sí mismos las personas más inútiles y menos capaces de brillar en el mundo, lo cual le complicaría las cosas a Caleb exponencialmente.

CX Studio » BTS [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora