Mi deseo

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Colgó su deseo en el bambú que tantos recuerdos escudriñaba desde aquel verano. Ahora julio se abría paso y con ello el Tanabata. No creía en eso pero estaba anímicamente fatal que realmente ya nada le importaba. No desde que le vio partir dejándolo atrás.

Deseó mil y un veces ser él quien muriera en ese accidente. El destino era cruel y jugó con Bakugou hasta destrozarlo.

Primero con un amor que le costó aceptar y confesar. Pasaron por tantas peleas, incluso pensaron en el divorcio. Pero al final lo que sentían derribó cualquier barrera que por mínima que fuese los ayudaba a fortalecer su agridulce castillo de naipes.

Pero era frágil; mucho más de lo que alguna vez imaginó. Pues un sólo disparo derrumbó la mitad de aquella edificación llevándose todo consigo. Llevándose su mayor alegría con él.

Dormiría. No tenía ánimos para festivales, fuegos artificiales...nada de eso. Miraría a la noche morir desde su cama. El enorme ventanal frente a él era todo lo que vería. A ese ventanal y a Izuku saltando al vacío.

Se aceleró hacia él. Era tarde. Ambos caían. 

Ambos cayeron.

Katsuki gritó desesperado sin escucharse. Pero la idea que había plasmado en papel hace minutos lo arropó. Por fin se reuniría con él en otra vida. Por fin le diría adiós a su tristeza. Volvería con él así tuviera que buscarlo en los confines de la infinita y eterna vereda de almas que surcan el mar de muertos sin descanso.

Abrió los ojos. Seguía con vida. Seguro dentro de un hospital porque los malditos habían llegado a tiempo para salvarle la vida. Los odiaba tanto. 

Él no quería eso.

Pero no. No era una habitación blanca lo que veía ante él ni el olor a químicos o enfermedad lo embriaga. Al contrario, un dulce aroma llegó hasta su nariz. 

No estaba en un hospital.

A su alrededor no había nada. Sólo las paredes de madera que sostenían la edificación. Se levantó tratando de investigar su paradero. Llevaba ropa que desconoció. No era la misma con las que se arropó hace horas.

¿Horas?

El tiempo era crucial pues lo desconocía. 

Tocaron a su puerta. Se deslizó dejando ver lo que creía inexistente en la vida real. Eran esos ojos, esos hermosos ojos que él mismo observó quedarse sin vida. Lo miraban entregando algo de té. El peliverde que creía muerto le daba de beber.

—Katsuki...—susurró dejándole el sabor de sus labios.

Intentó responder pero no pudo. Su voz no salía.

—Calma...lo mismo me pasó.

Izuku había deseado todos los años del Tanabata pasar el resto de su vida junto a Katsuki y darle felicidad sin importar qué. Nunca pensó que el destino los separaría de esa forma.

La primera parte se cumplió. La segunda se quebró.

La partida del peliverde nunca le trajo felicidad ni una sola vez.

—¿Conoces el cuento tras el festejo del Tanabata?

Los eternos amantes enamorados que priorizaron el amarse. Ellos llevaron a Izuku a ese lugar, ahí permanecería hasta que Katsuki deseara lo mismo que el peliverde colgándolo del bambú que se regalaron en su quinta separación. Esa en la que Izuku ya estaba más que molesto con el rubio por ser tan aferrado a la idea de ser el número uno por encima de él. Esa gramínea era el símbolo del arrepentimiento de Katsuki. 

My wish [KatsuDeku]Where stories live. Discover now