Capitulo 1: Travieso

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Las tinieblas empezaban a invadir las calles de la natural época samurái, por lo que los viajeros del tiempo: las katanas de los más grandes maestros, se preparaban para una nueva aventura, y en esta ocasión fueron elegidos tres de ellos: Ookurikara, Yagen Toushirou, y como líder, Shokudaikiri Mitsutada. Estos tres individuos ahora procederían a tocar la esfera que los trasladaría a la época feudal, en donde una nueva batalla los esperaría.

—Hagamos esto rápido —dijo Ookurikara posando su mano en la esfera, y Yagen fue el siguiente en hacer el mismo movimiento para luego responder:

—Será pan comido —aseguró con un gesto de superioridad.

—Espero que regresemos pronto así podré ocuparme de la comida para mañana; otra vez será una expedición para detener al ejército retrógrado —agregó Mitsutada con una sonrisa, y Yagen lo acompañó en el gesto, acto seguido, Mitsutada se colocó también en el lugar correspondiente para poder ajustar la máquina; se podría decir que el más bajo de ellos pensaba que iban a tener una búsqueda entusiasta con solo echarle una mirada, e inmediatamente después, el aparato hizo lo suyo, y fueron transportados a la época correspondiente. En cuanto llegaron, vieron la ciudad con el grupo retrógrado ya replegado. Desde luego, era un número considerable, en consecuencia, se pensó que quizás la cantidad de Katanas fue mal calculada por su nuevo maestro.

—Parece que son más de lo normal. ¿Qué deberíamos hacer? Si nos quedamos en un solo lugar nos acorralarán —el más bajo de ellos desenvainó su katana corta mientras miraba a sus compañeros; en esta ocasión habían aparecido frente a una fortaleza, pero los monstruos por alguna razón no estaban haciéndoles caso, y éstos se concentraron solamente en huir de sus acechadores.

—Yagen es una... —el del parche se vio interrumpido por el castaño.

—Qué tontería —allí fue cuando se adelantó a ellos para empezar el ataque, y en cuanto Yagen lo vio accionar, estiró su mano hacia él intentando detenerlo, pero ni siquiera les dio tiempo de formular un plan conjunto porque ya se había ido. Mitsutada también hizo un ademán con las manos resignado por lo sucedido, al mismo tiempo, se escuchaba gritar al que parecía ser el más joven de ellos.

—¿He? ¡Te dije qué esperaras Kara-chan! —pateó un poco el suelo invadido por la molestia y frustración al ser ignorado, pero entonces Shokudaikiri lo interrumpió para decirle lo siguiente:

—Yagen, tenemos que seguir con esto. Ve por los alrededores, y desde allí los atacas, yo iré por Ookurikara que siempre quiere hacer las cosas rápido y solo. Lamento su rebeldía, pero veo que hoy está más animado que nunca, así que te veré en un rato frente a la casa de Toyotomi, si en dado caso no llegamos, sigue el camino al puente, no creo que vayamos a perdernos, pero es mejor prevenir —luego de decir todo esto, se adelantó yendo detrás de su compañero quien poseía el tatuaje del dragón en el brazo izquierdo; siendo el capitán de ese escuadrón, en el fondo no quería dejar al chico solo, pero no había más alternativa, de igual forma sabía que Yagen tenía más experiencia que él, y era seguro que se las ingeniaría.

—Bien, lo tendré en cuenta, pero ten cuidado, no vayan a perderse. ¡No sabemos por cuanto tiempo terminarían atrapados aquí en dado caso! —le gritó al pelinegro que se alejaba, y en cuanto lo perdió de vista se frotó el entrecejo con un par de dedos, y luego suspiró—. Bien... hay que trabajar —no sabía durante cuánto tiempo no vería a sus compañeros, pero de todas formas hizo lo que el líder del grupo le dijo. Ahora bien, la situación de Ookurikara lo había llevado a estar corriendo por los tejados de la ciudadela en busca de los seres sobrenaturales, así que a los pocos minutos vio no muy lejos un río, el cual le pareció un tanto sospechoso dado su antinatural ambiente, así que... creyendo que allí podría encontrar más pistas de dónde se encontraban sus enemigos, iba a moverse hacia allí, pero entonces escuchó una voz familiar, giró sobre sí mismo y divisó a Shokudaikiri que lo estaba alcanzando; él era el que lo estaba llamando. De inmediato la expresión de Ookurikara se deformó y una gota de sudor bajó por su cabeza; no iba a perder tiempo con él, y menos quería estar cerca suyo, ya que últimamente lo consideraba como un dolor de cabeza. ¿Pero por qué exactamente no quería estar próximo a él si esa espada era particularmente amable con todos? Al menos este punto (por ahora) era todo un misterio, y es así cómo Ookurikara no le hizo caso al emparchado y siguió su recorrido hasta llegar al río.

Desvaríos (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora