Prólogo

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Amparada por las sombras nocturnas, lo que aparenta ser la figura de un hombre se vislumbra con dificultad a través de la negrura. La luna, caprichosa, se manifiesta y se oculta a voluntad tras las lánguidas nubes del firmamento. En uno de los exiguos claros, el reflejo del sol en la superficie del astro envuelve de nitidez la escena.

El rostro del individuo, indistinguible bajo una cantidad anormal de capas de ropa, se hallaba sutilmente ladeado, ensimismado en observar un bulto en el suelo de tierra con el tamaño y la forma de un cuerpo humano, que le devolvía la mirada firmemente. Ambos se hallaban solos y rodeados de nada, compartiendo únicamente dicha mirada. Una, cargada de extrañeza y desconcierto. Otra, cubierta de asombro y curiosidad. Y sin embargo, existía un denominador común. Los dos sabían, ya fuese por conocimiento o intuición, que ni ellos ni la persona que tenían enfrente pertenecían a aquel lugar, sino a uno muy, muy lejano.

En una fracción de la contemplación que circundaba a la extraña pareja, una niña surgió de entre las mantas que la cubrían, incorporándose sin dejar de prestar atención al hombre ni un instante. La diferencia de altura era abismal. La del tipo, casi antinatural, sobresalía múltiples cabezas por encima.

La voz de la muchacha sonó oxidada y temerosa.

"¿Dónde estoy?"

El hombre, en un inesperado gesto de ternura, se arrodilló y tomó las manos de ella entre las suyas, quedando los ojos de ambos al mismo nivel.

- Estás en el sitio y el momento que has elegido, pequeña.

Ella parpadeó, confusa. El miedo parecía haberse diluido en sus pupilas.

"¿Quién sois vos?"

- Podría decirte que soy aquel que vosotros llamáis Dios, pero lo cierto es que ahora soy lo mismo que tú. Mi nombre es Zenuir, y he venido a buscarte.

La niña no daba señales de asimilar del todo las palabras de aquel extraño y, hasta cierto punto, siniestro personaje. Pero no hizo amago de soltar sus manos en ningún momento.

Sin mediar más palabras, el hombre se levantó de nuevo y, sujetando una de las manos de la joven, comenzó a avanzar con prudencia hacia el horizonte. Ella, sin resistirse, caminó a su lado. Lentamente al principio, pero a medida que sus extremidades recobraban la fuerza, fue aumentando el ritmo.

Cuando ya llevaban varios minutos andando hacia ningún sitio en particular, la niña tornó el rostro hacia él y formuló una pregunta más.

"¿A dónde vamos?"

Él se detuvo con cuidado y, mirándola con toda la dulzura de la que fue capaz, le respondió.

- Vamos a escribir una nueva historia. Una mucho mejor que la anterior, si cabe.

Dicho esto, el dispar dúo continuó su trayecto sin más interrupciones. Las nubes dejaron al fin paso a una hermosa y resplandeciente luna, que les acompañó desde la bóveda celeste en su viaje hacia todas partes y ninguna.

"Una historia nueva, sobre un nuevo papel."

El límite de la revelaciónWhere stories live. Discover now