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El capitalismo actual vendía algo que muchos eran adicto a consumir, eso era el "amor", aquel delicado sentimiento que te hacia sentir miles de mariposas en tu estómago.
¿Por qué nadie hablaba de los maravillosamente que era el amor no correspondido? Aquel amor que te vuelve una fuente de lágrimas, ese amor que te ilusionaba, el que te destroza manteniéndote esclavo de un nombre que susurrabas hasta quedar en un profundo sueño
Kenma era una de las victimas de ese terrible amor, pero su agobio ya iba mucho más allá, su imaginación estaba jugando en su contra y volvía a imaginar como seria el besar al chico de la camiseta numero 10, como sus cabellos naranja se pegarían con su frente al juntar las narices.
Tenia esa necesidad de presionar sus labios contra del menor mientras tocaba con atrevimiento su cintura, quería seguir soñando despierto pero un molesto toque a la puerta lo saco de aquella realidad donde solo eran él y su ninfa.
- Ya te oí, mierda -. Sospechó que era Kuroo, pero esa idea se borró rápidamente recordando que su amigo se encontraba en una cita, no quería abrir esa puerta, pero ya había dejado notar que su presencia se encontraba ahí ¿realmente era algo importante como para interrumpir todo?
Oh...
Lo era, enfrente del tenia a la persona que estaba alucinando hace unos momentos:
- ¿Puedo pasar? - Kenma quería decirle que ni siquiera tenia que preguntar, pero asintió con la cabeza dándole pase libre al interior de su hogar, a cada paso que daba el más bajo el piso se llenaba de agua salada.
Quería preguntar quien estaba destruyendo el sol
Quería saber quien es el ser egoísta que lo esta tomando
Quería conocer el nombre de la persona que estaba robándole todo lo que prometió amar y proteger
