f i n a l

237 34 4
                                    

Querido Evan:

Eran diez, eran diez cartas Las que me enviaste, lo recuerdo bien. Te preguntabas la razón por la que siempre llevaba mi collar, y quizá ahora te preguntes por qué lo lleva otra persona en su muñeca.

La luna desaparece y aparece, es vacilante con sus lánguidos destellos, difusos, eternos. Alumbra entre un perpetuo color azabache, se transforma, sufre, muere y revive. Comete errores, pero sin ella los océanos se alzan y se revelan, y provocan un huracán, un feroz desastre natural sin reloj, sin tiempos, pero sucede que yo lo desconocía, yo no lo sabía.

Evan, mi dulce Evan, aquí estoy. Mírame allá arriba, o aquí abajo, estoy en todos los lugares, me he convertido en el narrador omnisciente, el que todo lo ve, el que todo lo sabe. Estoy aquí. Me suicidé para todos, decidí terminar con una y empezar con otra, otra peor, otra más culpable, más cortada a la mitad.

Diez cartas, diez estrellas contadas que se asoman todas las noches, como una constelación. Aquí estoy, repito. A lo lejos, permaneciendo borrosa, distante, mirándote como tú solías hacerlo, como ella solía hacerlo, como la vida solía hacerlo.

Todo terminó hace cuatro años y digamos que ahora estoy en el infierno, vistiendo de negro y con una sonrisa sarcástica en los labios que siempre recuerdas. Estoy aquí, pero nadie me ve, lo he destruido todo.

Siempre he permanecido aquí.


Luna. [2]Where stories live. Discover now