Alex 8 años de edad.
-¡Dispárale! - Gritó un señor enojado. La vena de su cuello estaba marcada junto a la de su frente.
Mis ojos parecían estar negros de odio, pero parecía tener más odio hacia el chico que hacia el hombre que estaba frente a mí. ¡No seas cobarde! - Su voz era gruesa, me atormentaba.
Lloraba junto a mi madre, ella no entendía lo que pasaba, pero sabíamos que mi padre estaba en problemas.
-No padre, no lo haré- Dijo nervioso el chico un año mayor que yo. Sus manos temblaban junto a la pistola que tenía. Sus rodillas temblaban, todo su cuerpo temblaba.
- Vamos ¡Hazte hombre! - Su voz negra me partía a la mitad. Mis ojos y lo de él iban a explotar en llanto, pero no... Al parecer él no quería defraudar a su padre, así que le volvió a gritar. - ¡Jala el gatillo o te mataré a ti! - Gritó. No. No quiero morir.
Miro a su padre, luego a mi familia y luego a mi directamente a los ojos. Mi padre le gritaba que por favor nos saquen de ahí, pero el padre del chico solo nos observaba con odio.
Le dio un apretón en el hombro y apuntó hacia mi padre. Colocó su dedo índice en el gatillo y lo siguiente que hizo fue jalarlo. El sonido sordo de la pistola formó un silbido en los oídos de todos. La sangre cayó por la cabeza de mi padre, estaba muerto. Mi madre gritaba, y yo no entendía nada.
-Vámonos de aquí- Dijo el padre quitándole la pistola. Sus manos aún temblaban. En cuanto pasaron por el lado de mi madre su padre apunto y sin pesarlo dos veces le disparó.
-¡Noo! -Exclamé. El me ignoro y tomo el brazo de su hijo arrastrándolo de ese lugar.
Los mire en silencio con lágrimas en mis ojos, mientras que ellos desaparecieron.