Valeska Taylor...
Invierno querido. Me levanté temprano, hacía frío. Mis pies descalzos tocaron el frío piso, caminé al baño. . Me duché rápidamente, sequé mi cabello y luego me dirigí a vestirme. El frío aire seguía congelándome hasta los huesos. Me abrigué lo más que pude.
Salí del departamento con mi bolso colgando de mi hombro derecho. Baje en el ascensor, saludé al conserje y espere un taxi alrededor de quince minutos.
-Buenos días – Dice el taxista
-Buenos días - Respondí tiritando.
- ¿Dónde la dejo?
-Instituto Oberdan, por favor.
En diez minutos estábamos ahí. Pague lo que me correspondía y baje.
Suspire mirando el lugar, no conocía a nadie. Gracias a Dios que es mi último año, me acostumbraré.
Saque la hoja con mi horario para ver qué clase me tocaba, salud mental, sala número 25. Caminé por los largos pasillos hasta que encontré el salón. Las clases aún no comenzaban, pero ya había gente en el salón conversando, otros en sus celulares, algunos tomando café, etcétera. Busqué un asiento vacío y ahí me quedé hasta que la profesora entró. La clase estuvo bastante productiva, me divertía mucho estudiar psicología.
Vi de lejos a una amiga de hace tiempo y la saludé, me enseño todo, así que fuimos a sentarnos a la cafetería a conversar un poco.
- ¿Aquí hay alguna jerarquía de puestos? .- Le pregunté a Alexia en cuanto me di cuenta de que habían mesas con solo una persona sentada y otras mesas unidas en donde había mucha gente.
-Pues algo así -Respondió Alexa. Esperé que continuara hablando.
-Ahí- Señalo un lugar con su boca, en donde habían dos mesas unidas y algunas chicas vestidas de rosado y chicos luciendo muy ordenados. - Se sientan los niños ricos, aquellos que pagan al contado, no usan autobús, sus padres prácticamente son los dueños del instituto... En fin, si te acercas puedes salir dañada psicológicamente con tan solo una mirada. - Rió Alexa.
-Creo que si -Rei.
-Continuo.– Habló mi amiga. - Ahí - Señalo nuevamente, pero esta vez a tres mesas unidas solo con chicos sentados en ella y todos con el mismo polerón. -Se sientan los deportistas. Son bastante simpáticos, la mayoría estudia aquí con becas por beisbol y futbol.
-¿Y ellos? -Le pregunté por un grupo de chicos y chicas de pantalones rajados, vestidos de negro, cabello verde, azul, etc.
-Ellos son los extraños- Rio Alexia. - Nadie a demás que ellos se sientan ahí. La verdad es que son todos algo así como bravucones. Las chicas son problemáticas y los chicos...también lo son.
-¿Dónde están los normales? - Pregunté. - Algo así como para nosotras.
-De aquí para allá - Señalo una mesa y luego otra. - Aquí todos se sientan con todos, hacen vida social con todos. No importa si eres rico, pobre, feo, lindo. Simplemente vienes a comer aquí y te vas, así es tu día en la cafetería, pero la mayoria son hipocritas.
- ¿Qué hay de ellos? - Volví a preguntar antes de pasar a la estación tres. Eran tres chicos. Uno usaba una chaqueta de cuero, miraba a sus amigos y conversaba, reía un poco y luego comía en silencio. Sus manos estaban tatuadas.
Los otros dos chicos eran parecidos a él, pero tampoco parecían relacionarse con la demás gente.
-Ni me preguntes por ellos –Respondió mi amiga caminando hacia afuera.
-¿Por qué no? - Fruncí el ceño siguiéndola hasta que estuvimos afuera.
-Ellos son Alex, Ian y Jaxon... cuando salgamos te contare.
Me tocaba ir a clases, me despedí de mi amiga y me fui. Entre al salón de clases que me tocaba, mire la sala y al final estaba uno de los chicos que había visto, no sé cómo se llamaba, pero era el de las manos tatuadas. El banco de atrás de él, al lado y frente él estaban desocupados. Todos intentaban mantenerse alejado de él, no lo comprendía del todo, pero eran los únicos pupitres vacíos así que opté por sentarme a su lado derecho. Él ni si quiera me miro, pero sentí todas las miradas de la clase que se fijaron en mí. No quise ni mirarlo, de alguna manera por algo nadie se sentaba cerca de él.