Cápitulo 1

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Siempre pensé que la vida era sencilla. Que mis padres iban a ser mi mayor apoyo y jamás iba a estar triste. Hasta que ellos desaparecieron dejando una suave huella sobre mi. Jamás supe el motivo de la distancia que cada día se hacía más mayor. Sentirme sola en un mundo rodeado de personas con apenas seis años me destrozaba por dentro, dejando un horrible vacío en mi corazón que nadie nunca había logrado llenar. Hasta que se me ocurrió la terrible idea de llenarlo con alguien, ese alguien llamado mejor amigo que siempre pensamos que estará ahí en lo bueno y en lo malo. Con Marta todos mis momentos estaban llenos de locura, siempre estábamos la una con la otra y ambas teníamos problemas familiares. La diferencia era que yo pensé que ella me salvaría de esta tormenta que siempre rondó en mi vida, pero no lo hizo. Más bien al revés, hizo que esta creciera cada vez más, haciéndome sentir inútil, pequeña, sin voz.
Los días a su lado cada vez eran peores, yo no podía reaccionar, ella me había atrapado en su burbuja de ignorancia y yo no me daba cuenta. Sus intenciones no parecían ser nada buenas, todos me lo advirtieron, pero yo no supe actuar adecuadamente. Simplemente pensaba que ella era mi mejor amiga y que todos comeríamos errores, pero ella era una especie de manipuladora que supo como acabar con la poca alegría que aún quedaba dentro de mí. Todo era oscuro, no veía la luz. Hasta que aquel chico moreno de ojos color miel supo como acabar con mi angustia, aunque solo fuese por apenas unos segundos. Me apoyó tantas veces como lo necesité, pero los celos en Marta me impedían acercarme a aquel chico, Alec.

Traté de huir de ella de mil maneras, por fin había abierto los ojos y me di cuenta de que ella no me hacia ningún bien, me hizo odiar a las personas que mas amaba en este mundo, Samantha y Alec, mis otros mejores amigos. Tarde en darme cuenta de que un mejor amigo te apoya, no busca fallos ni se enfada a la mas mínima. ¿Pero que podía hacer yo, ahora con 13 años? Toda mi vida la había pasado con ella, hasta que logre la forma de escapar.

Nunca pude pensar que alguien fuese capaz de dañar tanto el corazón del otro. Me dolía, sentía impotencia por no haberme liberado de ella desde el primer momento en el que me falló. Me da rabia culparme a mi misma, de pensar que yo había permitido este dolor que me causó pesadillas cada noche. Demostrar lo contrario a la tristeza era muy difícil, fingir una sonrisa cuando solo tienes ganas de llorar era mi mayor meta cada día. Evite que mis padres se dieran cuenta de lo que me pasaba durante años, hasta que un día ya no pudo ser así. Y me alegro mucho porque al fin pude hablar, dejar que todos mis sentimientos salieran de mí aquella tarde. Lágrimas, llantos, gritos, sollozos. Y a pesar de sentirme tan rota, mis padres me hicieron saber que estaban ahí. Por primera vez me sentí valorada y querida.




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⏰ Última actualización: Oct 12, 2017 ⏰

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