Parte 3

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Pasó casi un mes hasta que Gian al fin decidió llamarme. Llegué a pensar en volver a acercarme a él de alguna forma accidental, o no tanto, pero quería que fuese él quien me buscase. Nunca actuaba ni hería a nadie a no ser que esa persona me buscara primero. Era una regla de oro que pensaba respetar.

—¿Te gustaría cenar conmigo? —me invitó.

—Por supuesto. Ya pensé que nunca llamarías —le reproché.

—Lo siento. Pensé que, como hacía poco que habías enviudado, no sería adecuado que salieses con nadie aún.

—En realidad lo ansío —le confesé—. Ese desgraciado no merece que respete su nombre. Además, no hay nada que quiera más que poder al fin disfrutar la vida y salir adelante. ¿Dónde nos vemos?

—Te paso a buscar a las ocho —me dijo—. Lo demás será una sorpresa.

—Te estaré esperando ansiosamente —respondí.

Me vestí completamente de rojo. El vestido era escotado y hacía que se lucieran las dos hermosas piernas femeninas que ahora portaba. Sería tan solo por un año, para disfrutar por más tiempo de mi esclavo favorito, aunque luego me costase tener que dejarlo ir de nuevo. Quizás conseguiría otra forma de seguir viéndolo, pero ya pensaría en ello cuando llegase el momento.

«Quizás ahora sí logre corromper su alma», pensé. Si así era, podría llevarlo al infierno y convertirlo en un demonio como yo y; podría tenerlo a mi lado ya no como esclavo sino como mi compañero. Eso era algo que realmente anhelaba, aunque llegaría el momento en el que cambiaría de opinión al respecto... Cuando ya fuese demasiado tarde para lamentarlo.

La cena fue todo un éxito. Logré establecer una conexión con Gian. Cada vez estaba más interesado en Nidia, la mujer que había sufrido tanto como él. Al terminar la velada me llevó de vuelta a casa, donde me dio el primer beso que jamás habíamos compartido, ya que nunca nos habíamos besado cuando llevaba mi forma anterior, a pesar de haberlo obligado a hacer todo lo que podría haber en mi pervertida imaginación.

Ese beso me hizo sentir algo que jamás había sentido antes: unas cosquillas en el estómago que, aunque no me había dado cuenta en ese entonces, presagiaban algo muy malo para mí, o al menos para el demonio malvado que en ese entonces era.

Lo invité a pasar y él no se negó, tampoco se negó cuando le convidé una copa de champaña, ni cuando comencé a insinuarme en forma para nada disimulada.

Pronto nos estábamos besando con pasión. Sus manos surcaron mi espalda, metiéndose debajo de mi vestido rojo. Jamás había experimentado semejante deseo, y sé que él tampoco. Ese deseo era realmente genuino, así como los sentimientos que derramamos esa noche.

Nos desvestimos y, en ese sofá de cuero lujoso, por primera vez hice el amor, sin intentar humillar a la persona que estaba conmigo. Me senté sobre su falda, ya que necesitaba ser yo quien tuviese el control de la situación, y comencé a moverme al compás de la música que había dejado sonando de fondo, hasta que ambos llegamos al éxtasis total. Deseé ser yo quien estuviese invadiendo el cuerpo del otro, pero podía sin problemas amoldarme a ser mujer y ser yo cuyo cuerpo era penetrado si eso me permitía estar con él, tener su piel contra la mía, y poseerlo por completo.

Silencio [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora