Blaise Zabini: seductor, sangre pura, un mago talentoso de Slytherin, miembro del Club de las Eminencias de Slughorn, jugador de Quidditch y guapo, por supuesto. Era el prospecto de chico que cualquiera de aquellas caza fortunas quisieran tener. Porque, vamos, ¡era Blaise Zabini! ¿Quién no querría estar con él? Se sonrió al espejo de la habitación esa mañana, traía consigo grandes expectativas para aquel día. Porque, a parte de ser lo que era, se consideraba ciertamente un tipo positivo.
Ese sábado tenía planeado una buena cantidad de actividades, las cuales todas terminaban de alguna manera en la cama. Sabía que no fallaría, las adolescentes de Hogwarts estaban a sus pies, al menos aquellas que él sabía podía doblegarlas con un simple chasquido de dedos. Pensando en ello, nuevamente sonrió mientras se dirigía a la sala común, a pasos lentos, sin prisa, disfrutando el momento. Toda su galantería y vanidad tenía que ser pública, por supuesto. Se sentó en el lugar de siempre y esperó con paciencia la oportunidad perfecta.
—Zángano —frunció el ceño al escuchar a Malfoy detrás de él. Aunque le daba la espalda y estaba más concentrado en la falda vulgarmente corta de Parkinson del otro lado de la sala, sabía que aquel saludo desdeñoso era para él.
—Retráctate —ordenó girándose hacia el rubio que, aún con su aspecto cansino, le regaló una sonrisa petulante.
—Oblígame —dijo éste desafiándolo con la mirada, pero no duró más que un par de segundos.
Draco rodeó el sofá y se dejó caer a su lado mientras soltaba un suspiro lastimero. El moreno levantó una ceja completamente intrigado. No era estúpido, el chico gritaba interiormente por algo de calma, lo que era bastante inusual viniendo de alguien como el gran Draco Malfoy. De hecho, no recordaba la última vez que habían hecho algo juntos.
—¿En qué andas? —Malfoy sonrió esta vez sin ánimos.
Se sentía como la mierda, y cargaba con algo que cada vez lo empujaba una y otra vez contra un profundo abismo. Pero no tenía las fuerzas y mucho menos la valentía para decírselo a quien consideraba como su mejor amigo. No podía hacerle eso, no a él. Blaise era un tipo que no estaba hecho para lo que él sí, o al menos creía estarlo. Eso último era justamente lo que le quitaba el sueño todas las noches.
—Hoy hablemos sobre ti, sé que eso te gusta —Blaise bufó.
—¿Y a quién no? Soy perfecto, mírame —ambos rieron por lo bajo y luego repentinamente, se quedaron en silencio. La sala común no estaba tan concurrida ese día, pero los pocos que estaban, provocaban el ruido suficiente para mitigar la incomodidad —. Sabes que puedes pedirme lo que sea, Malfoy. Somos amigos, ¿no?
—Es mi infierno y mí deber. Nadie puede ayudarme, ni siquiera tú...
—Bueno, sí, seguramente sea verdad. Pero hay otras formas —Draco arrugó la nariz y se alejó de él inconscientemente. Él no pateaba para ese lado —. ¡No de esa forma, maldito! —lo golpeó con el puño a su flacucho brazo. Sí, Blaise había notado que Malfoy había bajado mucho de peso últimamente. Había estado más de una semana mencionándoselo a Nott, pero éste simplemente se había encogido de hombros opinando que eran cosas del chico —. Vamos —Pero no dejaría que las cosas siguieran su curso, al menos no ese día.
Aunque tuviese que dejar de lado sus planes para ese día.
—¿A dónde?
—Tú sólo sigue al buen papi Zabini.
Seguirlo, eso seguramente había sido la peor decisión de su vida. Sus pulmones estaban a punto de explotar mientras escapaban de Filch y del maldito de Pevees por el tercer piso. Con suerte habían sorteado el malhumor de Snape y los ojos analíticos de Dumbledore cuando se los habían topado en el pasillo de atrás para luego tomar, lo que a simple vista, claramente se había tratado del camino equivocado que no fueron capaces de reconocer.
—¡Rubio, rubio flacucho! —Canturreaba el Poltergeist soltando risotadas —. ¡El feo los atrapará y los destripará en su sucucho!
—¡Recuérdame la próxima vez no aceptar tus malditas propuestas! —le gritó a Zabini que le pisaba los talones.
—¿¡Cómo iba a saber que era el camino equivocado!? ¡Todo es culpa de Nott! —Blaise agarró al rubio del brazo y lo detuvo con fuerza provocando que este resbalara —. ¡Por aquí!
Tomaron la desviación de uno de los tantos pasillos y se metieron a una puerta que, si hubieran prestado más atención, parecía ser la única del mismo. Ambos pegaron sus orejas a la madera intentando escuchar algo del otro lado y suspiraron cuando no lo hicieron. Eso realmente había estado cerca, más de lo que otras veces lo había estado.
—Te odio.
—Los dos sabemos que me adoras a pesar de todas mis estupideces —Draco lo fulminó con la mirada y se recargó en la vieja y sucia madera de la puerta intentando que su corazón y cada extremidad de su cuerpo se relajara. Pero se quedó tan tieso como una estatua —. Oye, aquí no huele tan mal —murmuró el moreno intentando mirar por el agujero de la llave —. De hecho, huele a rosas.
—Zabini.
—Ya sé, tal vez me haya ensuciado los pantalones y prefiero creer que son rosas. ¡Pero es que me asusté! Sólo quería un trago.
—Zabini.
—Bueno, quizá sólo esté exagerando. Tienes razón —seguía hablando haciendo ademanes con su mano hasta que Draco perdió la paciencia.
—Maldición, Zabini date la vuelta —Blaise se reincorporó, lo miró a él primero intentando buscar algo en su expresión horrorizada y luego siguió el camino que los ojos de Malfoy habían trazado. Varios ojos los estaban mirando, unos curiosos, otros furiosos y algunos, tuvo que admitir, con cierto encanto.
Era una cueva de Gryffindors, un escondite de leonas y aunque eran bellas, no todas estaban contentas con sus presencias.
—¿Hola? —dijo este con un deje de duda levantando una mano que Draco no tardó en bajar con la suya.
—¡Atrápenlos!
~*~
Theodore Nott observó los rostros de las únicas dos personas de Slytherin con las cuales tenía cierta confianza. No es que el resto no le agradaran, pero no era naturalmente sociable y casi siempre se contentaba con "poco, pero bueno". Pero, en fin, el caso es que Blaise estaba con el ceño fruncido removiendo su comida con el tenedor sin llevarse nada a la boca y Draco un tanto más pálido de lo normal, ingiriendo apenas un par de papas cocidas. Algo claramente había sucedido; se planteó las mil y una preguntas que podría soltar en ese instante, sin embargo, también pensó en su vida.
Sin ánimos de exagerar, por supuesto.
—Este pato a la italiana está muy bueno, ¿no creen?
—¡Cállate, Nott tú no sabes nada! —La mesa de las serpientes se giró hacia el trío y los miraron con extrañeza, más no con sorpresa, pues era común que Nott siempre se llevara algún grito por parte de aquellos dos.
Blaise maldijo por lo bajo, él sólo había pedido un maldito sábado común y corriente de flirteo con alguna nena, subirle el ánimos a su buen amigo y tal vez, embriagarse con algún Whisky de Fuego traído ilegalmente por las serpientes de último año, nada más. Pero alguien realmente, en alguna parte, debía odiarlo. Sintió escalofríos cuando por mera casualidad, se cruzó con la mirada de Ginny Weasley y su sonrisa traviesa en la mesa de los leones. Por Merlín, jamás volvería a ese lugar, jamás. Incluso era capaz de dejar su obsesión por las mujeres de lado para olvidar esa situación.
—Yo te hago un Obliviate y luego tú a mi —Codeó a Draco en las costillas, pero este sólo gruñó.
—Tú también cierra la maldita boca, Zabini —Masculló el rubio señalándolo con su dedo —. Estaba bien con mi amargura hasta ese momento, vive con eso.
—Recuérdame no volver a intentar subirte el ánimo, viejo —Comentó antes de tomar un trago largo y tendido de zumo de calabaza con las manos temblorosas.
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Estar con Blaise Zabini tiene sus consecuencias.
Fanfiction"Blaise maldijo por lo bajo, él sólo había pedido un maldito sábado común, nada más. Pero alguien realmente en alguna parte debía odiarlo." /Ninguno de los personajes me pertenecen, todo es propiedad de J.K Rowling. Este escrito es simplemente sin...