Capitulo 7

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Lo que realmente le sorprendió fueron los exquisitos modales europeos que demostraba. Ella nunca había sido capaz de comer de ese modo, y fue entonces cuando comenzó a preguntarse dónde habría aprendido a utilizar el cuchillo para mantener la pasta en el tenedor, y evitar que se cayera.

- ¿Había tenedores en al antigua Macedonia? -le preguntó.

Kendall dejó de comer.

- ¿Disculpa?

- Me preguntaba cuándo se inventó el tenedor. ¿Ya lo utilizaban en...?

¡Estas desvariando! Le gritó su mente.

¿Y quién no lo haría en esta situación? Mira al tipo. ¿Cuántas veces crees que alguien ha actuado como un imbécil y ha acabado devolviendo la vida a una estatua griega? ¡Especialmente una estatua con ese cuerpo!

No muy a menudo.

- Creo que se inventó a mediados del sigo XV.

- ¿En serio? -preguntó ella-. ¿Tú estabas allí?

Con una expresión ilegible, alzó los ojos y a su vez le preguntó:

- ¿A qué te refieres, al momento en que inventaron el tenedor o al siglo XV?

- Al siglo XV, por supuesto. -Y pensándolo mejor, añadió:- No estabas allí cuando se inventó el tenedor, ¿verdad?

- No. -Kendall se aclaró la garganta y se limpió la boca con la servilleta-. Fui convocado en cuatro ocasiones durante ese siglo. Dos veces en Italia, una en Francia y otra en Inglaterra.

- ¿De verdad? -Intentó imaginarse cómo debía ser el mundo en aquella época-. Apuesto a que has visto todo tipo de cosas a lo largo de los siglos.

- No tantas.

- ¡Oh, venga ya! En dos mil años...

- He visto mayormente dormitorios, camas y armarios.

Su tono seco hizo que Kate se detuviera y él continuó comiendo. Una imagen de Paul se le clavó el corazón. Ella sólo había conocido a un imbécil egoísta y despreocupado. Pero parecía que Kendall tenía más experiencia en ese terreno.

- Cuéntame entonces, ¿qué haces mientras estás en el libro, te tumbas y esperas que alguien te convoque?

Él asintió.

- ¿Y qué haces para pasar el tiempo?

Kendall se encogió de hombros y Kate cayó en la cuenta de que, en realidad, no demostraba poseer un gran número de expresiones.

Ni de palabras.

Se acercó a la mesa y se sentó en un taburete frente a él.

- A ver, de acuerdo con lo que me has dicho tenemos que estar juntos durante un mes, ¿qué tal si nos dedicamos a charlar para hacerlo más agradable?

Kendall levantó la mirada, sorprendido. No podía recordar la última vez que alguien quiso conversar con él, excepto para darle ánimos o hacerle sugerencias que lo ayudaran a incrementar el placer que les proporcionaba. O para pedirle que volviera a la cama.

Había aprendido a una edad muy temprana que las mujeres sólo querían una cosa de él: esa parte de su cuerpo enterrada profundamente entre sus muslos.

Con esa idea en la mente, paseó lentamente la mirada por el cuerpo de Kate, deteniéndose en sus pechos, que se endurecieron bajo su prolongado escrutinio.

Indignada, Kate cruzó los brazos sobre el pecho y esperó a que él la mirara a los ojos. Kendall casi soltó una carcajada. Casi.

- A ver -dijo él utilizando sus mismas palabras-. Hay cosas que hacer con la lengua mucho más placenteras que charlar: como pasártela por los pechos desnudos y por la garganta -bajó la mirada hacia el lugar donde, aproximadamente, quedaría su regazo a través de la mesa-. Sin mencionar otras partes que podría visitar.

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