Relato de un viaje

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Seis meses habían pasado desde que Alberto le hiciera la propuesta:

- Ma, ¿A usted le gustaría ir a pasear a otro país a fin de año?

- Diay sí, puede ser papito...

Si no la conociera, hubiera pensado que no le había hecho nada de gracia la idea, pero él ya sabía que ella expresaba sus emociones de una forma algo singular. Persisten en su memoria las múltiples ocasiones en que al verla alistarse para salir de la casa le preguntó:

- Ma, ¿Para dónde va?

- Para México papito...

Claramente en esas ocasiones su viaje no sería más allá de las fronteras del pueblo, algún mandado rápido sería casi siempre. Pero desde entonces él supo que algo que haría feliz a su madre sería viajar.

Pero bueno, ese sábado era el gran día, esa mañana su madre se subiría por primera vez a un avión. No se sabe quién está más emocionado entre Alberto y ella. La primera vez que ella viajó en ferry lloró de la felicidad, lo cual era un buen presagio para Alberto, ya que él confiaba en que ese viaje fuera como una pequeña recompensa por todos los sacrificios que su madre había hecho por él a lo largo de los años.

Eran ya las nueve de la mañana, y Andrea había llegado al aeropuerto donde ellos estaban, andaba recogiendo a Lucrecia en la parada de los buses que la traían desde su pueblo. A los chiquillos los habían dejado donde una amiga colombiana que cocina riquísimo, y desde que se bajaron del taxi Lucrecia ya los había llamado tres veces. La relación entre Andrea y su mamá era un poco extraña, aunque se podía estar casi seguros de que se querían como la madre e hija que eran.

- ¿Cómo está Alberto?

- Bien, ¿Y usted Lucrecia?

- Bien gracias a Dios.

- Doña Gerardina...

- ¿Cómo le va mamita?

- Bien por dicha, aquí cansada...

Una vez todos saludados, se dispusieron a hacer la fila para retirar los tiquetes del avión. Lucrecia traía maletas como para un viaje de seis meses e iba vestida con lo último de las tendencias de señoras. Gerardina en cambio parecía que iba a hacer otro de sus usuales mandados.

- El vuelo sale en cuarenta minutos - Le dijo Alberto a Andrea con tono tosco y acusador.

- Es que el bus se vino por el camino viejo y usted sabe que dura como el doble por ahí - dijo Lucrecia al escucharlo.

Alberto reflexionó en que no era momento para discutir ni estar de mal humor, este era un evento demasiado importante como para arruinarlo con una de sus rabietas, las cuales padecía más a menudo de lo que le hubiera gustado.

- Bueno, por lo menos no nos dejó el avión. Mami, présteme su pasaporte un momento para pedir su boleto.

- ¡Ay papito! - Llevándose las manos a la cabeza - lo dejé donde su hermana.

- Ay mita, ¿Cómo se le fue a olvidar?

Alberto no lo podía creer, un sentimiento entre furia, desilusión y tristeza lo embargó desde la boca del estómago hasta el remolino.

- ¿Ahora qué hacemos Andrea?

- Diay amor, no sé.

No podían perder todos los tiquetes, habían ahorrado todo el año para ese viaje. Así que Gerardina tomó rumbo contrario a ellos, mientras su hijo, nuera y consuegra abordaban el avión, ella le hacía parada al bus que la llevaría de vuelta a su casa.

- Será otro día que vaya a México entonces... ¿Qué se va a hacer? - Dijo la mamá de Alberto mientras se le hacía un nudo en la garganta.

Y viendo por la ventana del bus despegar el avión donde viajaban sus compañerosde viaje, se le pusieron los ojos vidriosos, como en el ferry, y al igual queaquella vez las lágrimas se hicieron presentes, y estas, al rodar por susmejillas y caer en sus labios la hicieron darse cuenta de que las lágrimas de alegría saben distinto alas de tristeza.

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⏰ Última actualización: Oct 01, 2017 ⏰

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