1- Ángeles de la muerte

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Estoy a punto de hacer algo increíblemente estúpido, pero ¿qué diablos? Acaso podía cruzar aún más la condenada línea.

Era el pensamiento recurrente que venía a la cabeza de Nico, casi como si se tratara de un mantra. Era la preocupación lo que la había llevado hasta estos extremos, su hermano la había llamado hace algún tiempo pidiendo su ayuda y solo eso había bastado para hacerla tomar parte en toda esta situación, no iba a limitarse a ser solo una espectadora en cuanto a lo que estaba sucediendo con su hermana mayor. Por no mencionar que esto le ayudaba a distraerse de sus propios malditos problemas.

Había notado que Lin se comportaba de manera extraña durante sus últimas visitas sorpresa, pero pensó que no era nada por lo que debiera preocuparse realmente, en cambio Mike le aseguraba que las cosas se había complicado hasta un punto en dónde muy difícilmente podrían encontrar una manera de solucionarlas.

Bien, pues ahora tendría que ayudar a su hermana de la manera que pudiera, aunque eso significara ponerse en plan cabrona, algo que nunca le había resultado del todo, molestado a personas que no tenían nada que ver con este embrollo, pero que a la vez lo tenían que ver todo.

En este instante se estaba dirigiendo a un lugar que podría considerarse como un buen punto de inicio, había perdido la práctica en todo esto de ser el sabueso tras los paso de Linda.

Nadie creía que este fuese el problema realmente y era por esa justa razón que también creía que podía encontrar una pista que la ayudara a solucionar el rompecabezas. Además, las indirectas demasiado directas de Mike se habían hecho escuchar, él creía que el ex novio de su hermana, Alejando Guerrero, podía tener algo que decir sobre el tema.

Hacía un frío de mierda este invierno y gracias al cielo —literalmente— que hoy no llovía, porque había olvidado el paragua en casa. Se abrazó a sí misma mientras cruzaba la calle, su traje no estaba haciendo mucho por cubrirla de aquel viento gélido y húmedo típico de la costa.

El frío de la ciudad era distinto, insensibilizaba los dedos y podía partirte los labios, pero no hacía sentir como si la ropa se humedeciera con solo salir de la casa, además, había tanto viento que en cualquier momento podría llevársela volando.

Fue una mala idea no ir directamente en coche hasta la casa de los Guerrero, le quedaba cerca, por eso se confió, pero cuando cayó la primera gotita del cielo justo sobre uno de los cristales de sus anteojos la frustración fue elevada a niveles extremos.

—Habían dicho que no llovería en esta zona del país, no en la costa —aunque no podía decir que su hermano no se lo había advertido.

Mierda, lo peor es que aún le quedaban un par de manzanas y ella no era su hermana —aunque las confundieran a veces— ni su hermano, ella no conocía a la mitad de la gente del pueblo, había vivido aquí en su adolescencia, pero hace más de cuatros años que no venía ni siquiera de vacaciones, no podía pedir que la resguardaran en cualquiera de esas casas.

Le encantaba este lugar, pero luego de terminar la carrera había encontrado un trabajo que amaba y al que se entregaba con toda su pasión, un empleo como el que tenía no iba a encontrarlo en este pueblo, posiblemente en ningún otro lugar, no con las mismas facilidades, ni con el suelo y si fuese así, aun faltaría lo más importante, las personas. Incluso con todos los problemas que la esperaban de vuelta a en la capital... quería volver, no como la persona más ansiosa pero, cuando se sintiera preparada, lo quería.

Logró llegar hasta la casa de la familia Guerrero, no sin antes calarse hasta los huesos con la ducha natural que puso Dios sobre su cabeza. Por lo menos no se había olvidado de la dirección de la casa, había llegado hace algunos días a la cabaña que habían dejado su madre para ella, aprovechando las primera vacaciones que tenía en años y ni siquiera había tenido tiempo para ponerse en contacto con sus hermanos entre las constantes llamadas que tuvo que hacer para que la recepción de la clínica no se volviera un caos sin su orden, incluso tuvo a algunos doctores —solo jefes, por supuesto— insistiendo con llamadas desesperadas para coordinar algunos protocolos.

LA HERMANA CORRECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora