2- Más lluvia, menos luz

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Cuando Toni volvió al cuarto ella ya se había acostado, tenía su pequeño cuerpo cubierto con las cobijas y había una toalla sobre las almohadas donde tenía la cabeza, posiblemente para no mojarlas con su pelo.

Ahora que la miraba con más atención podía reconocer lo equivocado que había estado al confundirla con Linda. Ella era pequeña y frágil, con la piel demasiado pálida y el cabello demasiado largo para ser su hermana.

Linda era alta, bronceada y con más musculatura, su cabello era más corto y de un rubio más dorado, el de la chica en su cama era definitivamente platinado. Además, de haber sido Linda la que había caminado bajo la lluvia no habría terminado casi hipotérmica, tenía mejor condición física que eso.

Dejó el café en la mesita de noche y se sentó junto a la chica. Era una cosita delicada, con cara de angelito y unos labios preciosos ahora que comenzaban a recuperar su natural color rosado. Tenía que dejar de mirarla tan fijamente, a ella no parecía molestarle, pero a él le estaba gustando más a cada instante y, demonios, no podía quitarse la imagen de su cuerpo de la cabeza. Tuvo que acomodar nuevamente sus pantalones para que no estuvieran tan ajustados en la zona de la entrepierna. No era en absoluto pequeña en ciertas partes.

No tenía idea porque era que no la conocía si era hermana de Miguel y Linda —decidió cambiar el hilo de sus pensamientos—, por lo menos tuvo que haberla visto en alguno de los campeonatos de vóley en los que suelen participar, pero seguía sin tener un solo recuerdo de ella.

La movió suavemente queriendo despertarla, aún tenía que tomarse su café y secarse el cabello, no podía dormirse así o podría resfriarse. Nicole abrió sus ojos lentamente, y esa era otra cosa que la diferenciaba del resto de los hermanos Campos, ella tenía los ojos de un color gris impresionante, no había visto a nadie con ese color de ojos antes, Miguel y Linda tenían los ojos pardos como su madre, la señora Loreto.

—Me quede dormida —dijo ocultando un lindo bostezo con sus manos pequeñas y esas bonitas y bien cuidadas uñas, una jugadora de vóley o de básquet no podría tener esas uñas.

—Noté eso —contestó sonriéndole y tendiendo la taza de café en su dirección.

Se sentó en la cama, apartando las colchas y dejando al descubierto que solo se había puesto la camiseta y bóxer que le dejó, por alguna razón descartó los pantalones de chándal, no era como si se estuviera quejando, eso le daba la oportunidad de seguir apreciando más de su cremosa piel. Tenía una apariencia suave que había estado comprobando con sus propias manos, las cuales ahora mismo estaban picando por poder tocar esos muslos y abrirlos para luego... se reprendió mentalmente por haber podido desviar tanto sus pensamientos ¡Era una mujer indefensa, por dios! No era momento para pensar en lo buena que estaba o en las cosas que le gustaría hacerle si tuviera un poco más de tiempo.

Nicole cogió la taza y le dio varios soplidos antes de probar el brebaje, se quemó el labio en su primer intento, pero siguió dando pequeños sorbitos hasta que estuvo a una temperatura agradable para ella. Esperó a que notara su ingrediente secreto, pero al parecer no se había percatado de nada.

— ¿No sientes que sabe un poco diferente? —preguntó curioso por saber si realmente no lo notaba.

—No. Está muy rico, por cierto —comenzó a beber más animadamente—. Puedo sentir como mi estómago se empieza a calentar, eso es bueno porque había comenzado a dolerme un poco.

Quizás el whiskey sí estaba cumpliendo con su objetivo, no le había puesto mucho, lo suficiente para ahuyentar el resto de frío que pudiera quedar en su cuerpo. Aunque le había preocupado ese dolor de estómago que dijo sentir, tendría que observar como evolucionaba durante la noche por si sus conocimientos de primeros auxilios no habían dado resultado.

LA HERMANA CORRECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora