Cullen y Granger

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Era un nuevo año en la escuela Hogwarts y, la estación estaba repleta y bulliciosa. Hermione Granger, quien cursaba su tercer año en la escuela de Magia y Hechicería, estaba ansiosa. Subió al vagón en compañía de sus amigos y, mientras todos intentaban encontrar un compartimiento, un fuerte empujón en su hombro la hizo trastabillar. Cuando volteó y descubrió al culpable, permaneció algo sorprendida. Era un chico, algo mayor que ella, pero no fue eso lo que llamó su atención, sino que lo que captó su vista de inmediato fue la palidez increíble de él.

Sin embargo, eso no disminuyó su exasperación.

-Ten más cuidado. -soltó, con el usual tono demandante que la caractarizaba.

El chico, volteó en su dirección y le dedicó una mirada glacial, sin embargo, ninguna palabra escapó de sus labios. Hermione bufó. "Que sujeto más extraño".

Transcurrieron varias horas de viaje en el expreso de Hogwarts, que avanzaba a toda máquina. Una vez que llegaron al imponente castillo, aún algo asustados por el encuentro que habían tenido con los dementores en el viaje, se dirigieron a los carruajes. Hermione y sus dos amigos, Harry Y Ron, subieron a uno, pero antes de que este partiera, todos se miraron alarmados al ver que el chico que antes había chocado con Hermione, subía con ellos. La muchacha dibujó una mueca de disgusto, pero no dijo nada. Sus amigos no le tomaron demasiada importancia al asunto y pronto encontraron tema de conversación. A Hermione, en cambio, no le pasó desapercibida la forma en que el muchacho se le quedaba mirando durante todo el camino.

En el Gran Comedor, reinaba un aire cálido y acogedor. Luego del usual discurso del Director, los alumnos disfrutaron del banquete. Hermione, incómoda y nerviosa, no disfrutó de la comida todo lo que le habría gustado, ya que desde la mesa de Slytherin, el mismo chico del vagón mantenía sus ojos fijados en ella. Hermione esa noche no sacó de sus pensamientos la mirada del aquel extraño joven.

Al día siguiente, ella se mostraba entusiasta, puesto que era el primer día de clases. En compañía de Harry y Ron, abandonaron la sala común y partieron rumbo a su primera clase. Por el camino, se encontraron a Draco Malfoy y sus dos grandulones amigos: Crabbe y Goyle. Malfoy, con su usual antipatía, soltó:

-La sangre sucia y su tercer año en Hogwarts...me sorprende que sigas aquí luego de lo del año pasado. No hubiera estado nada mal que te quedaras petrificada en la enfermería.

-¡Cállate, Malfoy! -gritaron Harry y Ron al unísono,en defensa de su amiga.

No obstante, antes de que Malfoy pudiera replicar, pasó algo a una velocidad increíble. Un rayo había salido disparado en dirección a Draco y su cuerpo salió despedido hacia atrás. El chico dibujó una mueca de dolor por el impacto y buscó con furia en sus ojos al atacante, que resultó ser, para sorpresa de Hermione, el chico del vagón.

-¿¡Qué diablos te pasa, Cullen? ¿Ahora defiendes a los sangre sucia!? -preguntó Draco con molestia.

-Me aseguro de que los idiotas tengan su merecido.- respondió el muchacho, con una voz segura, pero a la vez fría.

Luego de esto, abandonó el lugar, no sin antes dedicar una mirada a Hermione, como hacía hacer siempre.

Cuando acabó la clase de Runas Antiguas, la joven estaba agotada. Estaba llena de deberes y decidió ir a la biblioteca para realizarlos. Le gustaba pasar el tiempo allí, siempre y cuando no habían alumnos ruidosos.

Se acomodó en una de las mesas del fondo y comenzó su labor, pero a los pocos segundo se interrumpió. Sentía una sensación extraña y comprobó aquello tras despegar la vista de su lectura. Allí, sentado unas mesas por delante de ella, estaba él. Hermione, de pronto, se sintió nerviosa. Ese chico siempre se aparecía donde ella estaba. Él mantuvo su mirada clavada en ella, hasta que por fin se levantó y caminó hasta dónde la muchacha se encontraba. Notó de inmediato la incomodidad de ella, pero aún así tomó asiento frente a la chica.

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