La estación del año olvidada por el asfalto seco no escucha más que el canto de las cigarras y no puede ver nada más que el infinito brillo del sol que lo abrasa todo.
En un crucero donde no hay nadie, doy vuelta y solo veo tu figura.
Por más que te extiendo mi mano, te desvaneces, tornas en brisa que acaricia mi espalda y quedan de ti los fragmentos vagos de tu calor.
No puedo tocarte, no puedo encontrarte...aún así, en alguna parte, muy lejos, nuestros caminos se unen.
Atravesando acertijos en el cielo, nos incendiamos en un atardecer que se sumerge en un mar de edificios y terminamos yendo más allá de la noche que no se ve.
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