3- El escuadrón.

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En un día normal del Viejo las cosas sucederían así; se levantaría, aproximadamente, a las ocho de la mañana, batallaría con su incapacidad de mover las piernas para alcanzar su silla de ruedas, posteriormente abriría la pequeña ventana del demacrado y desordenado cuarto, tan así, como si el huracán Irma hubiese estado ahí. Abriría la ventana tratando de que la madera podrida no se rompa y se fijaría cómo está el clima. El Viejo es un hombre al que le gustan las mañanas frías y nubladas. Luego de esto, se dirigiría hacia la cocina, se prepararía un café y disfrutaría del brebaje caliente mientras habla con su nieto por teléfono. Le preguntaría como le va en la facultad, cuando le visitaría, le reiteraría que desde que su único hijo falleció, a causa de una bala perdida en un tiroteo la misma mañana que el quedó tullido, se siente muy solo y posteriormente no haría mucho ya que es jubilado. Sin embargo, esta no era una mañana como cualquier otra...
—¡No Viejo boludo! ¡Tienes que doblar hacia a la derecha no a la izquierda! —Jesse estaba a full, un viaje a 300 kilómetros por hora no es algo que se viva todos los días—¡Te pasaste! ¡Tenías que dar la vuelta a la manzana en la anterior!
—¡La concha tuya pendejo vamos a 300 kilómetros! ¿Te piensas que tengo la capacidad de reaccionar en dónde doblar a esta velocidad?
El Viejo paró en seco, de manera que Jesse salió volando unos cinco metros hacia adelante, seguramente se rompió algún hueso.
— ¿No sería más fácil si nos tomáramos un autobús? —inquirió El Viejo.
—Probablemente, pero quería ver tus habilidades en acción— dijo Jesse mientras se reincorporaba.
Le dolía todo, desde los pies hasta el cuello. La gente los miraba anonadados, casi que habían aparecido de la nada y no se llevaron por delante una mujer embarazada de casualidad
—¡DISCULPE SEÑORA! — le grito a la que casi atropellan —¡La próxima vez avisa que vas a frenar!— esta vez se dirigió al Viejo— Hay una parada de autobús dos cuadras más adelante, pero cuidado que es una cortada, no te vayas a dar con el edificio que esta allí.
—No pibe quédate tranquilo, subí que ahora voy a ir más lento.
Dicho por Jesse y hecho por Gregorio, no alcanzo a frenar y se estampillaron contra el edificio, no se murieron gracias al airbag instalado por Jesse en la silla de ruedas. La gente extremadamente preocupada se congregó en torno al accidente, así que Jesse, el chico alto, morocho y de ojos color miel, tuvo que poner orden. Posteriormente a que la gente se apartará de la zona, ellos tomaron el autobús como personas civilizadas.
—¿Cómo se llaman los otros y que particularidades poseen? —pregunto El Viejo.
Esto al Toro Sentado le causaba cierta intriga ¿Serían tan habilidosos como el pendejo decía?
—¿Tendremos algún nombre de escuadrón o algo así? — volvió a preguntar.
— Claro, nos llamaremos Los A-Normales...
A Jesse se le inflaba el pecho de orgullo al pronunciar esas palabras.
—Aquí el único anormal eres tú pendejo—El Viejo se reía como si hubiese visto la mejor comedia del mundo, sin embargo, de un momento a otro volvió a un estado de total seriedad — Coméntame un poco acerca de sus habilidades.
—Sus poderes son sorpresa, pero te puedo decir sus nombres
Al joven se le dibujaba una especie de sonrisa macabra en su rostro.
—A ver, dime —El Viejo no se inmutaba.
— Ali-Ibrahim, Sadio, Sarah, mi hermana Jessica y del otro no tenemos su nombre, solo un apodo; Rasputín.
—¿Rasputín? ¿Qué obsesión tienen tus padres por los nombres que comienzan con "Jess"?
Al viejo se le había llenado el culo de preguntas.
—Le dicen Rasputín por la suerte que tiene, en verdad parece de otro mundo.
Jesse estaba parado entre dos gordas tamaño ballena, que, si tenían que seguir un par de calles más, terminarían por aplastarlo.
—Y jamás voy a entender aquella obsesión...


Tiempo después, llegaron al enorme edificio llamado "Trompeta y asociados". Tenía alrededor de unas quince plantas, pero lo que le importaría al squad sería el subsuelo, el cual pasaría a ser la A-Guarida. Esta, según le había dicho Jesse a Gregorio, contaba con lo último en tecnología; un campo de tiro, un anillo que rodeaba todo el edificio por debajo de la tierra, para que el viejo pudiera entrenar y mejorar su velocidad, también, simuladores donde practicarían para las misiones y merca, mucha merca (cosa que es lo más importante porque sin merca no hay diversión)

Cuando entraron, Jesse se dirigió directamente hacia la sala de juntas, la sala se estaba casi a oscuras y se encontraban cuatro personas en la mesa; dos mujeres, una de una tez morena y otra , extrañamente, muy parecida a Jesse. Además de ellas había dos hombres, uno era caucásico y el otro vestía con ropas tradicionales de los musulmanes.
—Bueno jubilado, ellos son el resto del equipo—presento Jesse— La chica de muletas es mi hermana Jessica, la negra es Sarah, el musulmán es...
—Ali-Ibrahim debe de ser y ese de allí Rasputín o Sadio—le corto Gregorio— Sin embargo, falta uno...
Al viejo le decepcionaba el escuadrón, no tenían pinta de tener superpoderes o alguna anormalidad.
—Yo soy Rasputín, el tipo con más suerte del mundo.
El hombre caucásico se había levantado de su silla con una mirada que no dejaba relucir nada.
—¿Ah sí? Demuéstramelo.
El Viejo se cruzó de brazos y se acomodó en su silla de manera desafiante.
—Jessica dispárame — demandó Rasputín.
Gregorio no daba crédito a lo que acababa de escuchar, aquel hombre pidió que le disparen de manera tan serena y además se sentía intrigado ya que no había armas en la sala. De repente Jessica levantó una de sus muletas que también resultaron ser ametralladoras, disparó y la bala se desvió apenas se acercó a Rasputín, por ende, la bala impacto en la frente de un hombre que estaba atrás de Rasputín que, obviamente, murió.
— Uy...que lastima, no se tendría que haber puesto detrás de mí— al caucásico poco le había afectado la muerte de esa persona— Con eso la plebe aprenderá a no ponerse detrás del gran Rasputín.
—Faaaaa... ¿Quién te crees? Si eres una mentira, ni siquiera te apunto —dijo El Viejo entre risas— Te voy a disparar yo para confirmar que eres una mentira. Chica con una sola pierna, pásame esa muleta-metralleta.
La chica le lanzó la muleta, Gregorio apunto y disparo. La bala paso de largo dando otra vez en una persona que se encontraba en el fondo de la sala y eso que Gregorio tiene de las mejores punterías.
—Entiende que no soy ningún vende humo.
Rasputín se volvió a sentar sin esperar respuesta.
— ¿Ustedes que pueden hacer? — pregunto a Sarah y Ali.
—Yo puedo...gjjgggj... putear hasta deprimir a la gente... vejestorio... sufro síndrome de Tourette.
La morena paso de estar lo más bien a verse sumamente enojada y lanzar insultos y balbuceos al aire, cuando El Viejo se dio vuelta vio a Jesse en el suelo llorando en posición fetal.
—Y yo pensé que nadie podía putear más que yo...
Gregorio estaba perplejo, no eran tan normales como él pensaba.
—Tu musulmán, ¿Qué puedes hacer?
—Yo tengo regeneración extrema, si me inmolo mi cuerpo vuelve a reconstruirse, ¿Quieres comprobarlo?
El musulmán tenía sobre la mesa un Corán.
— ¡No gracias! No hace falta, te creo—El Viejo ya había visto mucho como para desconfiar— ¿Y el Sadio ese?
De repente sintió una brisa en su nuca y un susurro "aquí estoy, siempre estuve aquí" cuando se dio vuelta Jesse prendió la luz y lo vio, una persona negra vestida válgame la redundancia, de negro. Era más negro que la noche incluso tan negro que no lo podían ver en la oscuridad.
— Ahh bueno... yo ya lo vi todo, un negro que se pierde en la oscuridad...—dijo Gregorio sin poder creérselo— ¿De dónde eres Somalia, Senegal?
Realmente El Viejo había visto todo en esta vida.
—Somalia
Sadio mide aproximadamente dos metros, es muy silencioso y musculoso.
De repente un hombre esbelto y trajeado irrumpió en la habitación con lo que parecían ser unos planos.
—Ya lo diseñ...— el señor se dio cuenta de la presencia del Viejo— Oh, hola Gregorio soy Mauricio Trompeta— se presentó ante él— Bueno con esto podrán aprovechar al máximo la velocidad del Gregorio para trasladarse
Extendió los planos sobre la mesa y los demás se acercaron para examinarlos. Todos, menos Gregorio, dijeron al unísono.
—Son dos carritos de supermercado atados a una silla de ruedas...
—¡Está genial! Lo bautice como el "Jubilado-móvil"
Resultó ser que el candidato a presidente, Mauricio Trompeta, era un pelotudo.
—No tenemos los carritos, así que van a tener que robarlos de una cadena de supermercados como primera misión— dijo Mauricio dirigiéndose a la puerta mientras se reía— Suerte.


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⏰ Last updated: Oct 06, 2017 ⏰

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