- ¡SUÉLTENME! ¡NO! ¡HIJOS DE LA GRAN PUTA! ¡MORIOS EN EL MISMO INFIERNO! ¡OS ODIO, OS ODIO, OS ODIO! -
Unos gritos desgarradores inundaban los pasillos de aquel Psiquiátrico de mala muerte. La humedad se podía oler junto al moho, y si afinabas el oído lograbas escuchar susurros dentro de las habitaciones.
- ¡MAMÁ! ¡¿POR QUÉ ME HACES ESTO MAMÁ!? ¡NUNCA TE LO PERDONARÉ! ¡TE ODIO! ¡OS ODIO A TODOS! -
Una mujer observaba a su hija con lágrimas recorriendo sus mejillas. Esto no tenía que haber sido así... Su pequeña y dulce _____ no podía haberse convertido en eso. En una enferma mental.
- ¡AYÚDAME POR FAVOR MAMÁ! ¡HARÉ LO QUE SEA PERO POR FAVOR NO ME DEJES AQUÍ! ¡MAMÁ! -
Los gritos terminaron acompañados de sollozos que partían el alma. La histérica adolescente peleaba con los enfermeros en la entrada a ese infierno, ya que todavía no habían logrado llevarla dentro.
Las miradas curiosas no se hicieron esperar, y en todas las ventanas se posaban un par de escalofriantes ojos. Todos ahí dentro estaban enfermos, dementes, locos. El hospital psiquiátrico Valley aguardaba muchas dañadas mentes.
Habían 3 pabellones: Pabellón A, para suicidas. Pabellon B, para enfermos mentales. Pabellón C, para trastornos alimenticios.
Aunque un poco más alejado y oculto se cernía un cuarto pabellón, no se sabía nada de él. Habían muchas especulaciones acerca de aquel edificio, pero no se sabía cual era cierta.
Los enfermeros por fin lograron anestesiar a aquella escurridiza y alterada _____. La mujer que observó la escena se fue antes de deshacerse en lágrimas, pensando en cuándo volvería a ver a su hija.