Capítulo XXI

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Algunos días después, Amor encontró una nota de Brandon, donde le indicaba que había tenido que irse a Manhattan para una junta de negocios, y que estaría de vuelta en la noche para montar planes de ataque junto a Amor. La idea le emocionaba un poco.

Salió de su habitación y se encontró con el departamento completamente vacío. Últimamente David salía temprano en las mañanas y volvía alrededor de la hora del almuerzo, ella no le preguntaba a dónde iba pues suponía que él tenía una vida donde Amor no debía entrometerse. Su estómago rugió y se preparó para salir por algo de desayuno.

Después de ingerir un vaso de café y tres círculos de masa frita rellenos de chocolate, llamados donas, caminó distraídamente por la zona, pensando en qué podría hacer hasta la noche para encontrarse con Brandon, o por lo menos hasta que volviera David. Contempló a las personas que caminaban con afán a su alrededor, recordando que hacía tiempo no sentía esos impulsos que le gritaban que una pareja debía ser flechada.

Su vista se fijó en un par de jóvenes que caminaban de la mano, pero con expresiones amargadas en sus rostros. Un pensamiento fugaz la hizo creer que eso era obra de Jacinda y sus secuaces. Siguió con la mirada a los jóvenes hasta que dejó de fijarse en el camino y se estrelló con alguien.

Nuevamente se encontró con los ojos avellanas de Jordan y no pudo evitar sentir un calor leve correr por sus mejillas, ese tipo de encuentros entre ellos se estaba volviendo terriblemente habitual.

— ¿Qué hay? —preguntó ella.

Él la miró con cara de pocos amigos, y ella un poco molesta por su reacción le mantuvo la mirada enarcando una ceja. A los pocos segundos él suspiró y compuso una pequeña, muy pequeña, sonrisa.

— Tenemos que hablar —le dijo, sorprendiendo un poco a la rubia.

Ella sintió lentamente, temiendo que si se movía muy rápido él podría cambiar de opinión. El moreno se volteó y comenzó a caminar, Amor lo siguió situándose siempre detrás, no se atrevía a caminar a la par de él.

La rubia, después de algunas calles, supo perfectamente a dónde se dirigían. Aunque caminó en silencio, sintió como una sonrisita se extendía por sus labios y un vacío crecía en su estómago. Cuando llegaron al departamento de Jordan, ella no pudo evitar recordar su época viviendo allí y los besos que había compartido con el muchacho.

Él se sentó en uno de sus sofás individuales y le indicó a ella que se sentara en el del frente, y así lo hizo.

— Estás inusualmente callada.

Esas palabras parecieron activar la furia que Amor había intentado contener desde que Amanda la golpeó. Se levantó del sillón y comenzó a gritar y a señalar acusatoriamente a Jordan.

Disculpa, es que no dejo de pensar en el hecho de que tu mejor amiga me dio un puñetazo en la nariz y tú no hiciste nada al respecto porque seguro estabas envuelto en cualquier tipo de basura que ella te dijo de mí —escupió palabra envenenada tras palabra. El semblante de Jordan era pura seriedad.

— Amor, escucha...

— No, ahora es tú turno de escuchar, y ahora es mi turno de estar furiosa contigo. Me acusaste de mentirosa y de llegar a desordenar a tu vida, ¿pero yo tengo que soportar verte besando a Amanda y estar de novio con Melody?

Se limpió una lágrima rebelde que de pronto se había escapado de sus ojos. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba llorando.

— Sí, soy la hija de Cúpido —confesó—. Mentí en eso porque se supone que no debía contarle a nadie quien soy en realidad, va contra les reglas. Vine aquí para alejarte de Amanda y unirla con su supuesta alma gemela, después tenía que flecharte a ti con Melody...

La Promesa de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora