Cielo verde, hierba azul.Ojos claros, pensamiento oscuros. Miraba a su alrededor y solo podía percibir maldad disfrazada de colorines. Pezuñas por manos, piel muy suave. Frío. Y es que ella estaba soñando pero no lo sabía, de momento. Lloraba mares congelados por culpa de la rabia acumulada, y mascaba chicle. Viajaba a pie pero no caminaba y es por eso que no creía en el tiempo. Bucle. Siempre la misma canción. Las horas corrían preocupadas por si el conejo blanco las alcanzaba, ¿o era al revés? Ella no lo pensaba, no era como el resto. Tan solo se limitaba a dejarse llevar, sin seguir corrientes, hasta que un día se la llevaron por completo. Para siempre. Algodón de azúcar embadurnado de petróleo. Dureza cariñosa , como sus poemas. Le encantaba la poesía siempre que hablara de ella, de su belleza. De sus ojos verdes inyectados en sangre cada vez que soñaba. Como aquel día, que ahora era la noche. La noche de aquel día. Bailaba al compás de una trompeta y cantaba gotas de lluvia en una tarde muy gris. Y siempre, como algo fundamental, se acompañaba de una brújula. Para intentar no perder el norte.
Ella era muy suya y de sus sueños.