Tristeza sin pies ni cabeza.

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Es horrible cuando aparece ese sentimiento de tristeza que invade todo tu cuerpo en un momento.
No sabes porqué pero ahí está, arañando cada espacio de tu mente.
Todo te sale mal, el examen que creías fácil se te complica. Estás más torpe que de costumbre e intentas sonreír, pero al parecer se te ha olvidado como hacerlo.
No consigues las entradas para uno de los acontecimientos que más esperabas y la mayoría de gente de tu instituto, va a ir.
Comentan lo divertido que será aunque la mayoría no sepan del tema.
Mientras tanto, tú, que llevabas un mes informándote como nadie de todo lo que ocurriría, vas a ser la única que se quede sin verlo, sin conocer a uno de tus mayores ídolos deportivos.
Esa tristeza es la única que te hace pensar en él. Otra vez dando vueltas en tu cabeza, como si ya no tuvieras pájaros suficientes volando al rededor.
Y claro, para él, tú no eres esa maravillosa ave que ronda al rededor de su corazón, ni siquiera de su mente.
Esperas con ansias que tu mejor amiga pueda quedar y esperando su mensaje, rezas porque con él mejore tu suerte y el resto de tu día.
Pero no, ni siquiera el mensaje de tu confidente de tristezas es bueno.
Se va con sus padres y no puede quedar, la mala suerte vuelve a acompañarte junto con la soledad de la tarde de viernes.
Todos tus amigos ya tienen planes, así que decides que el sueño, como siempre, vuelva a ser tu medicina en momentos de soledad como este.

Cartas A MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora