Ésta noche voy contigo...

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>>Farlan.

Es noche cerrada, sin estrellas ni luna.
Agradezco esas noches de insomnio, pues puedo concentrarme en mi trabajo y el ruido del exterior se apaga.
Es perfecto sólo tener mis torrentes de ideas molestando en mi cabeza, lanzándome proyectos, mientras los recuerdos de un pasado enterrado se mantienen al margen, excluidos...
Bueno, al menos es así hasta que apareces con cara de sueño y dos tazas humeantes en las manos.
Sin previo aviso, sin pedir permiso, te sientas sobre mi escritorio de piernas cruzadas y me entregas una de las bebidas.
—Gra-Gracias Dem.
—Dae, Farlan. Cuando el jefe no está, dime Dae.— sueltas, bostezando.
Me limité a sonreír y asentí con la cabeza; bebí un poco y seguí haciendo anotaciones y arreglos a los planos del artefacto más reciente.
Te veías agotada, y el silencio era molesto, hasta que lo quebraste.
Siempre fuiste así. La primera en actuar, la primera en tomar o arrebatar la palabra; nunca lo pensaste mucho, estoy seguro que nunca has pensado mucho respecto a algo.
—¿Otra cosa nueva?
—El jefe dijo que debíamos actualizar los productos, ya sabes, para no volvernos obsoletos.
—¿Mañana harán el video?
—Tal vez.
—Ojalá no explote.
—Ojalá no lo hagas explotar.
—¡Qué cruel!— te ríes estruendosamente, quizá has exagerado, pero no me importa.
Cuando te ríes muestras los colmillos, cierras mucho los ojos y echas la cabeza para atrás.
Es contagioso. Eso me gusta.
—Calla o despertarás a toda la cuadra.
—Por Satán, vivimos en medio de la nada Flug~
—Farlan. Si no está el jefe, dime Farlan.— la pelirroja ríe de nuevo, y con un movimiento rápido, sin siquiera derramar una gota de su taza, me quita la bolsa.
—¡Sí! Ahora sí te pareces a Farlan, científico loco~
—Tú eres la demente.
—Tengo mis encantos.— esta vez soy yo quién ríe.
No exactamente por el comentario, sino por el hecho de que, curiosamente, has olvidado tus verdaderos encantos. O quizás los has perfeccionado.
El punto es que has cambiado. Has cambiado muchísimo, y eso nunca ha dejado de gustarme.
Silencio de nuevo.
El café se termina y yo sigo trabajando; no sabía la hora que era, pero tú te quedas conmigo, mirándome fijamente, atentamente, o quizá sólo haces como que miras porque ya estás imaginándote todas las cosas que podrías hacer para arruinar el video promocional del nuevo producto.
Sé que no lo haces por auténtica maldad. No. Lo haces por él.
Te gusta llamar su atención, te encanta de hecho, y sé que es divertido para ti hacerme meter la pata y enfurecer así a nuestro jefe.
Porque es cuando más atención te presta.
»No tienes que hacerme enojar para que te haga caso. Yo siempre te hago caso.« pienso, sonriendo tenuemente.
Eso lo has visto.
—¿En qué piensas?
—En una canción.— mentí de inmediato, pero quizá no fue la mejor idea.
—Cántala.
—¡N-Ni hablar...!
—Despertaré a toda la cuadra.
—No hay nadie en cien metros a la redonda...
—Entonces ya te imaginarás lo fuerte que gritaré para que me escuche la ciudad entera.— lo decía en serio, ya estaba tomando aire.
—¡Tú ganas, tú ganas!— ella rió y aplaudió triunfante.
Sentí un nudo en el pecho.
Los recuerdos volvían, recuerdos de hace tiempo. Recuerdos donde te emocionabas de la misma forma, tan infantil y tierna, pero no por una canción.
Suspiré.
—Pero dame la bolsa.
—Si no te escucho, tendrás que empezar desde el inicio.
—¿Por qué te dejo torturarme?
—Anda, termina y ya, dramático.— me puse la bolsa. Respiré profundo.
Me tardé un poco en pensar en algo antes de que empezaras a sospechar, y una canción hundida en medio de miles de pensamientos al azar se disparó y salió de mi boca.
...Tú podrías el Capitán y yo tu segundo al mando. Puedes ser las nubes en un día de tormenta, o los primeros rayos del amanecer. Puedes ser las mariposas en mi estómago, el escalofrío que sentí en nuestra primer cita.
Quizá no lo sepas, pero yo soy para ti, y tú eres para mi, y tomando lo mejor de los dos, sólo el Dúo Perfecto.
Tú puedes ser la princesa y yo tu príncipe, yo seré el papel y tu el lápiz. Tú serás la lágrima que derrame si alguna vez nos separamos.
Quizá no lo sepas, pero eres para mi, ¿yo podría ser perfecto para ti...?
Dejé de cantar. Se había quedado dormida.
Por suerte el escritorio era bastante amplio y no se había caído.
La cargue y la lleve a su habitación.
Sin decir nada, sin hacer nada, sólo observándola.
Esa canción era cierta.
Ella era perfecta.
Un desastre perfecto.
Mi desastre.
Pero eso no tenía que saberlo nadie.

Perfect TwoWhere stories live. Discover now